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Leyendas Del Municipio Alberto Adriani Del Estado Merida


Enviado por   •  17 de Julio de 2013  •  629 Palabras (3 Páginas)  •  3.317 Visitas

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La mula campanera

escrito por Eudes J. Blanco P.*

lunes, 29 de abril de 2013

La profesora Tahide Arellano me consultaba sobre las leyendas del municipio y al plantearle la existencia de tres recopiladas y publicadas, planteaba la necesidad de ampliar esa recopilación, actividad que me parece interesante.

Las tres leyendas que se tiene conocimiento, todas están vinculadas a los caminos de recua: las dos primeras: "El tabardillo y el sudor del arriero" y "el paso de la Quebrada del Diablo", recopiladas y publicada por Adelmo Peña y Máximo Briceño y "La mula campanera y su mula culatera", por César Monagas, esta última es el tema de hoy.

La mula Campanera y su mula Culatera

Era Jueves Santo cuando el arriero José Trinidad Quintero se proponía hacer viaje desde Tovar, con sus 200 mulas cargadas de cacao y café, encabezando este arreo la mula Campanera y cerrando el mismo la mula Culatera. Debía llevar el referido arriero, una carga de 400 sacos debidamente tapados, e ir por el camino nacional que conducía al Zulia para descargar en el muelle de la calle la Marina de Santa Bárbara en donde el Sábado de Gloria tocaba el barco Alianza.

Ana Rosa, su esposa, de pronto se horrorizó que un Jueves Santo José Trinidad ensillara su mula para viajar y dijo que de ninguna manera permitiría que montara su cabalgadura porque los días santos eran sagrados y viajar en ellos podía traerles malas consecuencias, a lo que él contestó que eso era pura creencia y supersticiones muy comunes en los habitantes de las montañas, que se tenía que luchar contra tales creencias; la pobre mujer lloró, rogó nuevamente y por último se puso de rodillas y se abrazó a las piernas de Quintero diciendo que no lo dejaría partir, dijo que los días santos eran para reflexionar. Pero ante la negativa del hombre de oírla y su empeño de continuar, desistió ya que las órdenes son órdenes, se acatan y se cumplen.

Quintero le dijo a su mujer que se fuera a sus quehaceres domésticos que él no podía dejar el barco sin esa carga. Cuando Ana Rosa se dio cuenta que José Trinidad se había marchado a revisar el arreo de mulas cargado para el viaje, hizo señales de cruces al aire dedicándoselas a Dios, pues ella que era una exagerada santurrona le pedía que lo perdonara, porque no sabía lo que hacía y que lo liberara de cualquier peligro y de algún mal.

El mismo día en la noche para amanecer Viernes Santo, andando Quintero por el camino de piedra, comenzó a soplar un viento muy frío y fuerte, que a veces hasta sacaba las mulas del camino y las conducía al abismo. Luego comenzó una persistente lluvia que se transformó en un torrencial aguacero, acompañado de granizo y una especie de neblina que se convirtió en un páramo. Quintero sintió miedo y al instante recordó a toda su familia

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