Los Cazadores de Microbios Resumen Cap V

 Cazadores de Microbios
Capítulo V
“Pasteur y el perro rabioso”

En la década de 1970 Koch arrobó a los medios alemanes el descubrimiento de las esporas de carbunco. París era uno de los focos de infección a pesar de que Semmelweis había demostrado que la fiebre puerperal era contagiosa. De cada diecinueve mujeres embarazadas que ingresaban al hospital una moría.

Pasteur afirmaba que la razón que mataba a las mujeres eran microbios, así que con ayuda de Joubert y después de Roux y Chamberland, quienes eran admiradores del trabajo de Pasteur, en la Academia de Medicina empezó una investigación.

Pasteur se lanzó a la caza de microbios, empezando por reventar el furúnculo que uno de sus ayudantes tenía en el cuello, cultivó el microbio y llegó a la conclusión de que tal germen era la causa de los furúnculos. Después de esto, fue en busca de sus cadenas de microbios en las mujeres muertas de fiebre puerperal, salió de allí para ir al campo a descubrir que las lombrices de tierra llevan a la superficie los bacilos del carbunco que existen en los cadáveres de las reses enterradas a gran profundidad.

Su investigación  inició cuando se encontró con un matraz que contenía orina hervida, en el que había sembrado bacilos  de carbunco que estaba infestado con huéspedes indeseables del aire. A la mañana siguiente observó que no quedaba ni un solo bacilo ántrax; todos fueron exterminados por los microbios del aire.

Puso a trabajar a Roux y a Chamberland en inyectar primero bacilos de carbunco a unos conejillos de Indias y después billones de microbios inofensivo, gérmenes benéficos que se suponían cazarían y devorarían a los del carbunco.

Por aquella época Louvrier se jactaba de descubrir la cura del carbunco, Pasteur lo visitó y se enteró de su procedimiento:

Daba primero friegas vigorosas a las vacas enfermas, hasta que entrasen bien en calor; hacer después a los animales cortes en la piel, en los que vertía aguarrás y finalmente con una capa de dos dedos de estiércol empapado de vinagre las cubría, excepto la cabeza, para que esta untara no se cayera, los animales eran envueltos por una tela.

Pasteur le propuso un experimento a Louvrier:

Inyectó debajo de la paletilla a los animales sendas dosis de microbios virulentos de carbunco, en cantidad tal que sería capaz de matar a una oveja. Al día siguiente, todas las vacas presentaban grandes hinchazones en las paletillas, tenían fiebre y respiraban fatigosamente. De las cuatro vacas a dos de ellas se les sometió al tratamiento de Louvrier de las cuales una murió y la otra siguió con vida y las otras dos se sometieron al tratamiento de Pasteur, quien obtuvo los mismos resultados, una muerta y la otra con vida, después las vacas vivientes fueron sometidas a nuevas dosis de carbunco, capaz de matar a un rinoceronte, inyectó a las vacas, pero éstas no murieron. Pasteur llegó a una conclusión: “Cuando una vaca ha tenido carbunco y sale adelante, no hay en el mundo microbio carbuncoso capaz de producirle otro ataque; está inmunizada”.

Mientras tanto, Pasteur y sus ayudantes enfocaban toda clase de materiales procedentes de hombres y animales a consecuencia de docenas de enfermedades diversas. En 1880, Pasteur trabajó con un microbio que mataba a las aves de corral de una enfermedad llamada cólera; obtuvo cultivos de este microbio puro, en un caldo de gallina y después de semanas, en pedazos de corteza de pan, agregó un poco de este caldo que dio de comer a una gallina que al poco tiempo murió. Se siguió atendiendo el crecimiento de los microbios, hasta que se decidió inyectar  con ese cultivo a unas gallinas. Las gallinas enfermaron  rápidamente, Pasteur llegó a su laboratorio al día siguiente esperando ver a éstas muertas, sin embargo las encontró en perfectas condiciones. Probó dos gallinas nuevas y dos de las que ya habían utilizado y sobrevivieron; los resultados fueron que las gallinas nuevas murieron mientras que las inmunizadas anteriormente seguían vivas.

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