Neurociencias, Neurodidáctica y Neuromitos
Enviado por Paulo Ponce Puga • 20 de Diciembre de 2019 • Ensayo • 1.459 Palabras (6 Páginas) • 142 Visitas
Neurociencias, Neurodidáctica y Neuromitos
Introducción
Al indagar en definiciones de neuro, todas coinciden en que es una voz procedente del griego neurón, que significa nervio o sistema nervioso; y de ella, de acuerdo a Saldaña (2012), derivan neuralgia, neurona o neurotomía, y pueden sumarse otras como neurodegenerativo, neurología o neuroeconomía; por tanto, aludiendo a esta raíz, la presente monografía es una invitación a introducirse a disciplinas relacionadas con el sistema nervioso, como son las neurociencias y la neurodidáctica, y algunos neuromitos originados a partir de ellas.
Palabras claves: neurociencias, neurodidáctica, neuromitos.
Neurociencias, neurodidáctica y neuromitos
El cerebro es el principal órgano que forma parte del sistema nervioso central, y por ende, constituye el asiento de una multiplicidad de acciones tanto conscientes como inconscientes, ya que nos permite pensar, sentir, desear y actuar; esto es, de acuerdo a Manes (2014), el órgano biológico que “dicta toda nuestra actividad mental -desde procesos inconscientes, como respirar, hasta los pensamientos filosóficos más elaborados- y contiene más neuronas que las estrellas existentes en la galaxia”.
A partir de este antecedente, se justifica su estudio desde las neurociencias, al preocuparse en cómo los diferentes componentes del cerebro interactúan y dan origen al comportamiento; siendo para Danilo (2009) disciplinas científicas que “intentan explicar cómo es que actúan millones de células nerviosas individuales en el encéfalo para producir la conducta, y cómo, a su vez, estas células están influidas por el medioambiente, incluyendo la conducta de otros individuos”.
Como las neurociencias estudian de forma compleja e integral el funcionamiento cerebral, han tenido que especializarse en áreas, esto es, “proyectarse en múltiples áreas de relevancia social y en dominios tan disímiles” (Manes, 2014). Una de ellas es la neuropsicología, disciplina que -de acuerdo a Danilo (2009)-, “se interesa por las bases neuroanatómicas de los comportamientos superiores llamados funciones corticales superiores y las patologías que de ellas se derivan”.
Estas funciones aportan con información de valor incalculable y revelan importantes caminos en el conocimiento del complejo sistema de procesamiento cerebral. Siguiendo a Danilo (2009), comprenden “las que cualitativamente tienen un desarrollo mayor en los seres humanos: el lenguaje, la memoria, la orientación espaciotemporal, el esquema corporal, la psicomotricidad, las gnoxias, las praxias y las asimetrías cerebrales” (p. 4).
Otra área -que surge de los avances en neurociencia y educación- es la neurodidáctica. Ésta, según Valdés (2010) “favorece que aprendamos con todo nuestro potencial cerebral”; por tanto, se ocupa de la manera de hacer las clases para que estás favorezcan el aprendizaje de los alumnos, y para ello, se sustenta en el conocimiento del funcionamiento cerebral, particularmente, de aquellas estructuras cerebrales que son las responsables del aprendizaje.
Entonces, la neurodidáctica recomienda modificar los modelos de enseñanza habituales que no consideran las bases neurales que subyacen al aprendizaje, pues, tal como lo indicaron Lázaro y Mateos (2018) “el cerebro aprende a través de la experiencia, lo que es fundamental para poder mejorar los aprendizajes de nuestros alumnos, potenciando sus capacidades y aprovechando al máximo sus posibilidades, ya que pueden mejorar mucho si se lo proponen, lo que es fundamental para la motivación.
De esta manera, resulta pertinente conocer ciertos principios-claves que es importante considerar al momento de enfrentarse a una sala de clases. Éstos, siguiendo a Mora (2019), en términos genéricos indican que “muy poco se puede enseñar y aprender bien sino esta mediado por la emoción”, lo que quiere decir que no se puede aprender sin emoción; por tanto, cerebro emocional y cognitivo son inseparables e imprescindibles para un adecuado aprendizaje.
Uno de estos principios señala que los cerebros son únicos. Esto significa que, pese a que anatómicamente es similar -aunque Pulido (2018) señaló que investigaciones recientes han revelado “que la anatomía cerebral, y en concreto el grosor, la superficie o el volumen de la corteza cerebral, varían de una persona a otra”-, organizativamente es único y por ende, no existen cerebros que sean idénticos, debido a que cada persona tiene experiencias propias y distintas a la de otra.
Otro principio señala que el cerebro es altamente plástico. Esto significa que tiene un nivel muy alto de plasticidad, o sea, tiene capacidad de modificarse, de formar nuevas redes de neuronas. En este sentido, Zin (2017) lo ejemplificó en un artículo señalando que “hasta los cerebros de individuos entre los 65 y 80 años guardan todavía esta plasticidad, sobre todo en aquellos más calificados, más entrenados intelectualmente, los que más estudian o leen o crean”.
Un último principio, muy relacionado con el anterior, señala que el cerebro cambia con la experiencia. Donoso y Mora (2017) dijeron que “puede cambiar su estructura y su función dependiendo de lo que haga, dependiendo de cómo reaccionamos a lo que estamos sintiendo o percibiendo, dependiendo de nuestros actos y dependiendo de lo que pensamos o imaginamos”; es decir, cambia su estructura y funcionamiento a lo largo de su vida, como reacción a la diversidad del entorno.
Considerando lo anterior, es posible advertir que contexto y experiencias influyen en el aprendizaje. Desde el contexto, la neurodidáctica ha demostrado que el cerebro necesita emocionarse para aprender, pues, las emociones mantienen la curiosidad, sirven para comunicarse y son necesarias para procesos de razonamiento y toma de decisiones. Desde las experiencias, la neurodidáctica es categórica al señalar que “no aprendemos al memorizar, sino al experimentar, al involucrarnos y al practicar” (García, 2017).
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