PRACTICAS INHUMANAS

PRACTICAS INHUMANAS PAG 28 A 41

El autor supone la idea de un hombre que espera, mediante el desarrollo de los instrumentos y técnicas, el empleo de sus propias fuerzas y de su propia razón y entendimiento, el advenimiento de una tierra feliz donde ya no existirán ni el sufrimiento, ni la explotación del hombre por el hombre ni la miseria. La variedad de las ideas acerca del hombre, existentes en la cultura a lo largo de las diferentes épocas, resulta en realidad abundante y variopinta. Ellas han sido, por supuesto, fruto de la elaboración llevada a cabo por el hombre acerca de sí mismo, y por lo tanto han resultado influidas por el deseo y los temores, por los imaginarios de época y por los meta relatos dominantes en la cultura en determinados momentos. Ha sido muy difícil que el hombre acepte, finalmente, aquello que las ciencias y no el deseo le dicen que él es en realidad.

Jamás la idea de hombre consiguió ser siempre la misma a lo largo de la historia. «Una de ellas, entre tantas, la más reciente quizás al menos en la cultura de Occidente, es la que podríamos denominar idea moderna» de hombre. Ciertamente, la modernidad, a diferencia de la cultura precedente en la edad media y en la esclavitud, definió al hombre en términos de libertad, igualdad y fraternidad como valores universales, uso de razón, mayoría de edad Kantiana, conciencia, juicio propio y libre albedrío, progreso y civilización, ilustración y elevación personal hacia el conocimiento, la verdad y la ciencia, en fin. Sin embargo, todo lo anterior ya no es tan transparente, como a primera vista pudiera parecer, pues la dimensión trágica del hombre a que nos hemos ya referido, cuya desgarradora verdad suele ocultarse con demasiada frecuencia, lo viene a perturbar todo.

La esperanza de que por esta vía laica de la tecnociencia y del progreso instrumental, al final de los tiempos habrá de producirse un acontecimiento liberador y emancipador , capaz de ofrecer al hombre una especie de salida, de solución final, de salvación en la tierra, gracias a la cual desaparecerá toda injusticia y dominación, toda alienación en el trabajo, toda miseria, y los hombres y mujeres podrán entonces por fin de verdad comenzar a ser hermanos.

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Efectivamente, ninguna de las características positivas del hombre es falsas, no sólo en un sentido real sino incluso en el reino de los deseos e ideales del hombre moderno, en el dominio de la esperanza que sueña con el advenimiento de un mundo mejor, puesto que ese y no otro fue el contenido filosófico y político de la utopía moderna, incluida la del marxismo. Hay que reconocer que es relativamente fácil convocar a la humanidad, a una raza o a un pueblo o clase social, alrededor de la idea de empezar a caminar rumbo a la salvación, hacia la solución final entendida como una superación de las miserias sufridas por culpa de alguien, bajo la esperanza de encontrar una salida, y que, por el contrario, es absolutamente difícil convocar a alguien alrededor de la idea de la dimensión trágica del hombre, donde dicha salida final o solución no existe. Pero la historia de la humanidad indica que no existen demasiadas razones para ser optimista en cuanto al advenimiento de un paraíso ya sea en la tierra, ya sea en el cielo, o respecto de la promesa que anuncia la llegada no se sabe de dónde, de un hombre nuevo, éticamente superior, que algún día poblará la tierra.

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