Sociologia
Enviado por GigiAvila2014 • 29 de Junio de 2014 • 1.758 Palabras (8 Páginas) • 195 Visitas
Los tres mundos del Estado de Bienestar
El Estado de Bienestar ha sido abordado innumerables veces por diferentes autores luego de su posterior crecimiento en los años 60 en el marco de las nuevas sociedades capitalistas.
Para nuestro autor, hablar de Estados de Bienestar implica hablar de una serie de regímenes que se diferencian por una particular relación del Estado con la economía y el mercado. Es decir, para definir un Estado de bienestar como tal se debe sobrevolar por sobre los programas sociales y el dinero que se invierte detenerse a pensar en tres grandes aspectos que serán los ejes que desarrollará en su libro: 1) La desmercantilización, 2) La estratificación social y 3) El empleo.
Para nosotros, estudiantes de la maestría en Diseño y Gestión de Programas sociales de FLACSO, el análisis que lleva a cabo el autor nos es de gran relevancia para comprender el impacto que la política social implementada por el Estado puede generar en la sociedad en cierto escenario y en consecuencia podremos desentrañar como ésta influye directamente en las condiciones de vida de la población frente a las contingencias de la vida.
Vale aclarar que el concepto de política social que puede llevar a cabo el Estado no conlleva intrínsecamente un efecto de protección social de la comunidad y por ende puede bien fomentar o achicar la brecha de desigualdad social.
Sobre los 3 regímenes del Estado de Bienestar
Los resultados dependerán, opina Esping Andersen, de tres variables que se pueden conjugar de diferente forma para conformar estos diferentes Estados de bienestar. Estas variables son: la familia, el Estado y el mercado.
Así postula un Estado Socialdemócrata que puja frente a los nuevos requerimientos productivos para que los trabajadores puedan alcanzar un nivel de vida aceptable por fuera del mercado laboral mercantilizante.
A su vez intentaba promover una movilización colectiva que se pueda sostener en el largo plazo, y encontraban la forma en la implementación de políticas sociales universales y solidarias que no reprodujeran las diferencias de clases y ocupacionales de la población. Su intención era palear el individualismo que promovía el mercado laboral y el laissez-faire para alcanzar una mayoría parlamentaria y unidad.
Un claro ejemplo es el régimen de pensiones vigentes en los estados socialdemócratas en donde el mayor porcentaje se concentra en pensiones de carácter público, universal y de altos ingresos, es decir de seguridad social que protege a los enfermos, ancianos, mujeres, etc de la necesidad de salir al mercado laboral.
Por último, en relación al empleo, en estos Estados vemos un compromiso real para alcanzar el pleno empleo a través de contrarestar los ciclos económicos negativos y el desempleo.
El segundo régimen de Estado de bienestar que plantea es el Estado liberal que como el nombre lo índica, se apoya en los postulados de la economía clásica como Adam Smith y Nassau Senior.
Si bien estos Estados no defendían que el Estado se mantenga al margen de brindar protección social (puesto que el autor plantea que de ser así el sistema mismo colapsaría), consideraban que el mercado a través de sus leyes regulatorias propias fomentaría el espíritu del trabajo y la confianza en sí mismo.
Sin embargo, si se produjeran interferencias indeseadas y se recurriera a medidas de protección social, el riesgo de promover el tiempo improductivo y de ocio sería alto.
Es de esta forma que la intervención social solo debe reducirse a aquellos casos en donde el individuo y el mercado no puedan dar solución y gestionarse a sí mismo los medios necesarios. Es por esto que el autor habla del Estado residual, puesto que solo presta servicios aquellos que puedan comprobar que no tienen medios de supervivencia.
Respecto a la estratificación social, los certificados de indigencia o la comprobación de medios de vida lo que hacen es reproducir la desigualdad social ya existente, en vez de promover el achicamiento de la brecha de pobreza.
En el mientras tanto, el Estado se ahorra de invertir en mayor gasto público, al igual que ocurre con las pensiones en donde el mayor porcentaje de la composición total es provista por el sector privado: seguros de vida individual y de tipo colectivo ocupacionales. Adicionalmente el Estado liberal se beneficiaba al mantener así a su favor los movimientos obreros y sindicales y a su vez, los dividía y estratificaba aún más, lo que facilitaba su desmembramiento pero agrandando una vez más la brecha social.
Finalmente, los Estados liberales contraatacan los altos índices de desempleo con programas que tienden a reducir la mano de obra. Algunos ejemplos que nos ofrece el autor son: la jubilación anticipada, el regreso de trabajadores extranjeros y reducir la inclusión femenina en el mercado laboral.
El tercer y último régimen que desarrolla Esping Andersen es el Estado conservador.
Para estos regímenes pensar en la mercantilización laboral de los individuos es algo moralmente degradante puesto que no han nacido para competir, sino para subordinarse frente a una autoridad reconocida. Frente a esto continúan con una lógica similar al orden feudal, apoyarán también los gremios o las mutuales en donde se debatan y se interese por los derechos de sus miembros miembros y el corporativismo en donde la Iglesia ve una manera de preservar el modelo familiar tradicional.
Este régimen se encuentra generalmente en las sociedades tradicionales de Europa con un fuerte valor
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