Tierra, herencia comun

La tierra es una herencia en común.

Los seres humanos somos parte del ambiente, vivimos en comunión con él, existe una relación entre nuestra existencia y la de nuestra madre naturaleza pues en un principio estábamos juntos, prosperábamos juntos, vivíamos juntos, ahora el ambiente humano y el ambiente natural se degradan del mismo modo, juntos.

Es necesario visualizar que sucede en el mundo, para poder confrontarnos en el contexto actual, siendo de este modo entendible.

Es claro notar la continua aceleración de cambios de la humanidad y del mundo, a la cual se le une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, si bien el “cambio” es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy se contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica y sumando a esto casi siempre los objetivos de ese cambio no resultan orientados al bien común. El cambio es deseable, e innovador, pero preocupante cuando se traduce en deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la humanidad.

 El ambiente natural está lleno de heridas, producidas por nuestro comportamiento irresponsable. También el ambiente social tiene sus heridas. Pero todas ellas se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, poniendo en alto al hombre como guía indiscutible de esa verdad.

Necesitamos una conversión que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. Un cambio de mentalidad, que propicie acciones en camino a la solución de esta “crisis”.

El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Todos estos van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva.

En la gran medida que resulten nuestros esfuerzos en la resolución de estos daños, será la capacidad de vida, que pueda albergar nuestro planeta. El empeño por resolver e involucrar nuestras acciones en común, no sólo depende de tu aprobación y respuesta, también implica una herencia por tu parte, las futuras generaciones también tienen derecho a disfrutar la belleza, de la cual hoy formamos parte.  

¡Oye! Tú también eres parte, tal vez no del problema sino de una posible solución.

Bibliografía:

P.P Francisco (2015 junio 18) Laudato si´ Madrid, Biblioteca de autores C.

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