Trastornos alimenticos en pandemia

Pandemia alimenticia

Tema: la alimentación.

Tópico: trastornos alimenticios.

Tesis: la pandemia Covid 19 ha generado y acentuado los trastornos alimenticios en los jóvenes.

La pandemia nos ha “coronado” de todas las maneras que ha podido hacerlo. Problema tras problema hemos intentado arreglar, tapando alguno que otro bache con el asfalto de la tecnología, si hablamos con respecto a nuestro exterior. Pero, ¿qué hay de nuestra intimidad?, ¿qué está pasando con las dinámicas empleadas entre nuestras cuatro paredes?. Estas son preguntas que, gracias al  “santísimo Chuito” y al tiempo libre que la mayoría hemos tenido para pensar y reflexionar, han tomado relevancia. Convivencia familiar; lidiar con nuestro tiempo de ocio, el cual no siempre es de disfrute; tratar de no caer en las muy famosas “crisis existenciales”; y tratar de comer a tiempo, son algunos de los problemas de nuestro interior, que ha destapado el Covid-19. Y a este último, considero prudente dedicarle mis palabras.

“Un estudio de la universidad de Florencia en Italia evidenció que los pacientes con trastornos alimenticios empeoraron durante la pandemia”; “Los trastornos alimentarios aumentaron entre los adolescentes en la pandemia”; “Journal of Adolescent Health mostró que las tasas de hospitalización de pacientes con trastornos alimentarios en el Boston Children’s aumentaron más del triple durante la pandemia”, todos estos títulos, estadísticas y estudios son de países, la mayoría del “primer mundo”, en los cuales sí se le ha dado seguimiento a este problema. Lamentablemente, no encontré un estudio que esté sujeto a la sociedad venezolana, aunque no es difícil imaginar los datos que hubiese arrojado. Sin embargo, con todo y eso, no me resulta necesaria investigación alguna para saber que es un problema del que somos parte, del que mis amigos y amigos de mis amigos son parte, del que soy parte de manera muy activa.

La comida y yo siempre hemos tenido altas y bajas, nunca hemos sido las mejores amigas, pero tratamos de llevarnos bien. Cuando tenía mi rutina establecida le empecé a caer mejor y me mostró su mejor cara, logré superar un peso en el que había estado estancada por años, y la gente lo reconocía con gozo en mis cachetes. La pandemia hizo de esa linda realidad, un sueño ahora muy lejano (me gusta echarle por completo la culpa). Desayuno en hora de almuerzo, almuerzo en hora de cena y cena en horas de sueño, aunque muchas veces una de las tres comidas sobra, y con ese mismo desgane, las dejamos pasar. Muchos de nosotros ni siquiera estamos diagnosticados formalmente, pero nos dimos cuenta de que teníamos un problema alimenticio durante la pandemia cuando, después de destruir nuestros hábitos alimenticios con comidas a deshoras, con porciones insuficientes o por el contrario absurdas, es decir,  empezar a comer de manera desordenada, al comer de manera normal o tratar (tres comidas, a horarios estándares) nos empezamos a sentir mal, física y emocionalmente. 4 de mis 7 amigos estamos en este eterno loop vicioso con la comida, todos universitarios, todos entre los 18 y 23 años. Esta es la población más afectada. Esta es una realidad latente que intento visibilizar, porque todos sabemos que está allí, pero nos hacemos de “la vista gorda”. La respuesta de mi papá siempre es “cómete un buen plato de caraotas, pa´ que veas cómo se te pasa”,  y como esta, muchas más “soluciones inútiles” no paro de encontrar. El pasar de solo comer arepa frita a querer “tragamos el mundo” simplemente es una consecuencia, detrás, muy seguramente detrás, un repertorio extenso e intenso de otros problemas.

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