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Triptofanito El Viaje Continua


Enviado por   •  21 de Octubre de 2012  •  4.245 Palabras (17 Páginas)  •  746 Visitas

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EL VIAJE CONTINUA

en la célula:

/

Ilustraciones de Moisés Rodríguez

@PLaneta

PRÓLOGO

trata del maravilloso Reino del Cuerpo Humano. Como todos los reinos, éste tiene una forma de organizarse. Su vasto territorio está dividido en condados que cumplen diferentes misiones. En cada uno habitan infinidad de diminutos seres. Son las células, que sin cesar trabajan para conservar la armonía del reino. Uno de esos condados es el Cerebro. En él se realizan funciones de primera importancia. Por ejemplo: gracias al Cerebro, el cuerpo humano puede convivir con otros reinos semejantes a él y también con el resto de la naturaleza. En el condado del Cerebro tenían su casa Triptofanito y Lisina, dos pequeños aminoácidos. Habían llegado a vivir allí después de emprender un largo viaje por todo ' . e 1 cuerpo. * E n esa traveSla conOCIeron

Hay historias que ocurren en lugares fantásticos, como un bosque encantado. Hay otras que acontecen en sitios reales, como una ciudad llena de gente. Un tercer tipo de historias sucede en lugares que son reales y fantásticos a la vez. Nuestro cuento es así: tiene lugar en un reino asombroso, habitado por seres que nos llenan de admiración. Existen allí parajes donde ocurren las más fantásticas aventuras. Sin embargo, tan sorprendente sitio no sólo es fruto de la imaginación, sino que existe de verdad. Se

* Este viaje

se

narra en el libro Triptcjanito: Un viaje al cuerpo humano, escrito por Julio Frenk y publicado por esta misma editorial.

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.es misterios, pero ninguno les pareció tan sorprendente como los del Cerebro. Por eso decidieron quedarse allí y colaborar en la misión de tan importante órgano. Un día, mientras paseaban por la gran cordillera de la corteza cerebral, Lisina cayó en la cuenta de algo importante. -Hoy hace un mes que comenzó nuestro maravilloso viaje. Al escuchar las palabras de Lisina, Triptofanito se detuvo. Su cuerpo se llenó de emoción y en un instante cientos de imágenes acudieron a su memoria. Recordó el tiempo en que Lisina, él y otros aminoácidos vivían en el interior de un huevo de gallina, en una granja. Vio de pronto, como en una gran pantalla, el momento preciso en que todos juntos ingresaron al cuerpo por el condado de la boca. Revivió también los viajes a través de la sangre, la llegada a la piel y los peligros afrontados en diversos condados. Finalmente recordó la declaración de amor que le hizo a Lisina y el beso que ella le dio al aceptar vivir con él en el Cerebro. Absorto en sus pensamientos, Triptofanito quedó en silencio. Lisina percibió el ensimismamiento en que había caído su compañero y, tomándolo del brazo, le dijo: -Sí, querido. Hoy hace un mes que el gra~ero se comió el huevo en el que vivíamos. -¿ Un m~ solamente? -preguntó Triptofanito, volviendo en sí-o Podría apostar que ya han

pasado 20 años. Son tantas las cosas que nos han sucedido ... Lisina se sentó sobre el piso, justo alIado de un arroyo· de transparente líquido que

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corría por allí. Mientras mojaba su mano y miraba a lo lejos, la aminoácido preguntó: -¿ Cómo estarán Aspartito, Glutamito y todos los demás aminoácidos que entraron con nosotros al cuerpo? A veces lamento que se hayan quedado a vivir en otros condados. Triptofanito respondió: -Los aminoácidos debemos colaborar en la misión del cuerpo humano. Es nuestro destino y podemos alegrarnos de ello. Sin embargo, por más lejos que estemos unos de otros, nunca dejaremos de ser una gran familia. -¡La familia Proteína! -exclamó Lisina, reanimada. La hermosa aminoácido sacó del agua una molécula reluciente que pasaba por allí y, sosteniéndola entre sus dedos, dijo sonriendo: -¡Seguro que son tan dichosos como lo somos tú y yo en el cerebro! Triptofanito se sentó a un lado de Lisina y la tomó de la mano. -¿Sabes, Lis? -dijo-. Mientras vivíamos dentro del huevo, en familia, siempre estaba yo inquieto. Anhelaba

emprender un viaje por el cuerpo humano. Ahora que hemos podido realizado, estoy satisfecho. Sé que al fin conocemos los misterios de este maravilloso reino. Apenas dijo estas palabras, el suelo debajo de ellos se sacudió. Triptofanitoy Lisina estaban acostumbrados a que este tipo de cosas sucedieran. Así pues, decidieron esperar a que el piso dejara de temblar. Pero la sacudida

se hizo más fuerte. Al cabo de unos segundos, Triptofanito y Lisina comenzaron a preocuparse. El temblor no daba muestras de detenerse. Los aminoácidos creyeron conveniente alejarse de aquel lugar, pero apenas se habían puesto de pie, un estremecimiento· mayor abrió en el suelo una enorme grieta por la que cayeron rodando. N o descendieron mucho. Al detenerse advirtieron con gtisto que el temblor había pasado. Se hallaban en el fondo de una caverna. Triptofanito supuso que no había nada que temer. Simplemente tendrían que encontrar la forma de salir de allí. -El cuerpo humano es un ser vivo -le dijo a Lisina-. Uno no puede habitar aquí sin esperar que tales cosas ocurr~n. Es parte de lo maravilloso de este reino. Te insisto en que conozco bien sus misterios. Cuando terminó de hablar, el suelo volvió a estremecerse. Ahora la sacudida fue mucho más fuerte. Los aminoácidos se abrazaron. Las paredes de la caverna se les venían encima y amenazaban con aplastados. Antes de que eso ocurriera, el piso se abrió una vez más y Triptofanito y Lisina fueron a dar a una caverna todavía más profunda. Triptofanito comenzó a ponerse nervioso. No obstante, decidió disimular su inquietud. -No hay nada que temer, querida mía -dijo-o Simplemente estamos más abajo que antes. Pero quiero repetirte que conozco el cuerpo humano como la palma de mi

man~; este extraordinario reino no guarda para mí ningún misterio .. Triptofanito no pudo terminar

de hablar. Un nuevo temblor abrió una tercera grieta y por ella se fueron rodando él y su compañera. Un tramo más abajo volvieron a detenerse. Triptofanito iba a comentar algo, pero Lisina

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puso un dedo sobre los labios de su amigo, y le dijo: -N o digas nada, querido Trip. N o sé por qué pero, cada vez que hablas, el piso se sacude a nuestros pies. Creo que alguien no está de acuerdo con tus palabras. -Sólo dije que conozco los miste ... La caverna en que habían caído comenzó a estremecerse. Pero Triptofanito guardó silencio y el temblor pasó. -¿Lo ves? Es mejor que no hables más hasta que sepamos de qué se trata. La cueva era oscura. Un pesado silencio rodeaba a los aminoácidos. En eso, un rincón del negro espacio se iluminó. Alguien había encendidc una luz. La diminuta y móvil llama creció hasta convertirse en una centelleante red de chispas que

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