Un Vistazo A La Evolucion De La Racionalidad Cientifica

UN VISTAZO A LA EVOLUCIÓN DE LA RACIONALIDAD CIENTÍFICA

El avance del conocimiento científico expresado en la inquietud del hombre por darle explicación a los fenómenos o eventos que ocurren en el universo, lo ha llevado históricamente a la necesidad de replantear, reorganizar y/o modificar la manera de entender la realidad y el entorno. En este sentido, es importante tener claro el concepto de paradigma, como punto de partida para comprender mejor la forma como concebimos el mundo. Podemos definir paradigma como un modelo a seguir, un punto referencial a partir del cual la sociedad acepta sus acciones como lógicas y apropiadas. Desde la perspectiva científica, un paradigma supone una visión de materialidad, objetividad y veracidad que da como resultado la generación de conceptos, métodos y técnicas de trabajo e investigación, compartidos por toda la comunidad científica. Un paradigma científico determina en buena medida las metodologías de trabajo, qué han de seguirse en toda investigación científica.

Ahora bien, como se insinuó al principio, los paradigmas no son eternos, sucumben ante el surgimiento de nuevos esquemas de valores que se imponen en el contexto de toda realidad social. De allí que, el interés del hombre de interpretar el universo se remonta a la época prehistórica, y ha evolucionado pasando por la edad media hasta el siglo XII, periodo en el cual predominaba una visión dogmática y mística del mundo, en el cual la iglesia se adjudicó la potestad de decretar la validez de todo pensamiento. Con la revolución industrial surge lo que actualmente conocemos como el paradigma clásico, desplazando a la visión espiritual o religiosa de ver las cosas. Dentro de dicho paradigma han tenido especial relevancia los trabajos realizados por Rene Descartes basados fundamentalmente en el escepticismo y la duda sistemática. Sobre este particular, Capra (1992), señala lo siguiente:

La clave del método cartesiano se halla en la duda radical. Descartes pone en duda todo aquello de que sea posible dudar -toda la sabiduría tradicional, las impresiones de los sentidos y hasta el hecho de tener un cuerpo- hasta llegar a un punto sobre el cual no cabe albergar ninguna duda: su existencia como sujeto pensante. De ahí su famosa afirmación: “pienso, luego existo”. De este principio deduce que la existencia de la naturaleza humana se halla en el pensamiento y que todo aquello que sea percibido con gran claridad y distinción es absolutamente cierto (pp 61, 62).

Esta percepción, cargada de un acentuado racionalismo, aunada al razonamiento según el cual la totalidad de un sistema se puede dividir en pequeñas partes independientes para su estudio y comprensión, está enmarcada en la visión mecanicista del mundo, en la cual jugaron papel importante también Francis Bacon e Isaac Newton. El primero con su teoría del procedimiento inductivo, y el segundo con su teoría matemática del concepto mecanicista de la naturaleza y del mundo. Según Capra (1992), “la física Newtoniana se convirtió en la base del pensamiento científico hasta mediados del siglo XX” (p. 66)

Sucede pues que, ha sido tan marcada la influencia de los planteamientos de Bacon, Descartes y Newton, y muy a pesar de que crearon una visión del mundo fragmentada y reduccionista, aun así, hoy por hoy, siguen formando parte de la argumentación científica.

Posteriormente, a mediados del siglo XIX, surge Charles Darwin con su descubrimiento de la evolución biológica, dando un vuelco a la manera de concebir el mundo, y sustituyendo la

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