Un público difícil

Un público difícil

Los adolescentes llegan al liceo en un estado signado por pérdidas y crisis.

FABIÁN MURO

Revoltosos. Transgresores. Díscolos. Hasta peligrosos. Esos rótulos no son inusuales para referirse a los adolescentes que entran al liceo y ven que el relativamente homogéneo mundo escolar es sustituido por un sistema educativo que se dispersa en nuevas materias y profesores.

A los cambios físicos, psicológicos y sociales que representa abandonar la túnica se le agrega el ingreso a un sistema que trata de integrarlos y, en cifras que preocupan, no logra retenerlos.

Semejante cantidad de transformaciones incide sobre aspectos fundamentales de la subjetividad del liceal. La sensación de autonomía es mayor, y también se dan los primeros pasos en un proceso de socialización en el cual el marco familiar deja de tener la preponderancia que tenía hasta entonces.

"La adolescencia es una etapa de profundos cambios, crisis y fragilidad, porque hay un rol infantil que se pierde", dice el psicólogo social Juan Fernández, con años de experiencia en el tratamiento de adolescentes y hoy catedrático de la Facultad de Psicología de la Udelar.

A medida que la infancia se va alejando, se pretende que el adolescente asuma una serie de responsabilidades y que eso se traduzca en un comportamiento acorde. En ese proceso de transición aparecen nuevos desafíos, entre ellos el educativo.

En el estudio Uruguay: jóvenes y adolescentes dicen, presentado en diciembre y realizado por el Instituto de la Juventud y el Ministerio de Desarrollo Social, aparecen algunos datos que expresan las tensiones entre adaptarse a la nueva realidad y empezar a vivir la autonomía.

Casi la totalidad de los encuestados entre 12 y 19 años -aproximadamente 95%- afirmó estar de acuerdo con que "hay que aprovechar la juventud para capacitarse en algo que sirva en la vida". El dato contradice la imagen de "transgresores por naturaleza" que a menudo se repite en el mundo adulto.

Por otra parte, el mismo estudio da cuenta de un alto porcentaje -más o menos 90%- de estudiantes liceales que piensan que "la juventud es un momento muy breve de la vida y hay que gozarla".

La contradicción entre el impulso hedonista y la conciencia del valor de prepararse académicamente, es una de las varias con las que el liceal debe convivir. En el medio de esos polos está el docente, que a veces se debate entre adoptar una actitud más "canchera" para caer más simpático, y otras emblematizar la autoridad y la experiencia.

Esa autoridad y experiencia, si se contempla por parte del alumno, podría ayudar a concretar el deseo de capacitación que expresan muchos liceales. Eso no ocurre habitualmente. El estudiante de secundaria cuenta con pocas herramientas

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