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ÉTICA AMBIENTAL Y CONSUMO


Enviado por   •  7 de Marzo de 2014  •  Tesis  •  762 Palabras (4 Páginas)  •  290 Visitas

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ÉTICA AMBIENTAL Y CONSUMO

Javier Reyes

1. EL CONSUMIDOR

El consumidor promedio es un alma sedada para mitigar la carga de su vacío;

vacío que rueda, como dice Lipovestky, sin tragedias ni Apocalipsis. Es un

dopado atleta del placer volátil, del encantamiento efímero, del fallido intento

por autoasfixiarse toda duda existencial.

Compra bajo la luz artificial más encendida y las cataratas del bullicio, pero el

deseo previo por consumir se le filtró entre las sombras y el silencio, hasta

convertirse en química del cuerpo. Por eso, muchas veces no hay codicia, sino

la triste necesidad de amueblarse el alma.

Unos compran, los demás desean. Doctores en adquisición los primeros,

maestros en vouyerismo los segundos; consumidores, los espíritus de ambos.

En palabras de Iván Ilich: la sociedad de consumo produce dos tipos de

esclavos: aquellos que están intoxicados y aquellos que ambicionan estarlo.

El consumidor busca, rodeado de la masa, los objetos que lo hagan diferente a

ésta. Por ello exige la existencia de más modelos de un mismo producto,

porque en la profusión lujuriosa conseguirá algo que lo distinga y lo haga

diferente. En su obsesión no comprende la paradoja de que es en la frívola

búsqueda de su individualidad, donde se uniforma con los otros y queda

atrapado en su condición de masa.

La sociedad actual, frente a la erosión de las identidades sociales y la dilución

de la fuerza de las ideologías, legitima al consumidor, lo viste de algarabía

aunque lo despoje de felicidad. El consumo es un intento de hacerse querer; la

caja registradora se presenta como el mejor distribuidor de espaldarazos

afectuosos. Comprar es el antídoto al rechazo, el nuevo antónimo de la

segregación. Sin embargo, y ahí reside la tragedia del consumidor moderno,

comprar no llena los territorios existenciales ni los vacíos de la subjetividad; ni

mucho menos, aligera el peso de la vida. El consumidor no sólo lo intuye, lo

sabe, pero siempre hará un nuevo intento.

Las profundas y complejas necesidades del espíritu humano no se satisfacen

comprimiendo al mundo a la calidad de dotador de objetos. Por eso, en la

soledad de su espejo, al consumidor se le reitera el fracasado intento de la

mejor alquimia: comprar fascinantes mercancías y convertirlas

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