Cuento color otoño

Color otoño
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Era una noche triste. Fridette II se despedía de Jerrodette I por llamada holográfica. Su vínculo no funcionaría sin verse.

La tierra estaba superpoblada y ya muchas familias estaban emprendiendo vuelo.
―Va a ser difícil encontrarnos en X-23 ―le dijo Fridette II a su amor entre lágrimas― Es un planeta mucho más grande que La Tierra.
―En una semana yo también estaré allí con mi familia ―contestó Jerrodette I.

Prometió que iban a volver a verse porque su amor sería para siempre. A Jerrodette I le gustaba asumir responsabilidades y prometer cosas que no sabía si iba a poder cumplir.
Jerrodette I sintió extrañeza cuando vinieron a su mente como ráfaga los primeros recuerdos de ella dibujando en su cuaderno, el analógico, ese que le regaló su abuela Silvia. Tocar la textura de sus páginas hacía el mismo ruido que el suelo lleno de hojas de la calle de Fridette II. Todos los días después de las clases del instituto Jerrodette I caminaba hasta su casa.
Podía elegir tomar los autobuses que levitaban a toda velocidad, altos y transparentes, y así llegar en dos minutos, pero prefería caminar y observar algo nuevo en cada paso. Era como un juego para ella, el único que no implicaba una computadora.

A Fridette II también le gustaba jugar a que la tecnología no era la única realidad posible. Entre las dos habían pasado muchas tardes y noches llenando de color las páginas de su cuaderno. Tenía olor al mundo de antes, les gustaba imaginarlo color naranja, con un sol más brillante y zonas libres de edificios, más animales y menos robots.
Esta actividad las unía como dos imanes, dibujar se había vuelto un método extraordinario para crear posibles realidades que juntas se potenciaban.

Jerrodette I detuvo esos pensamientos, interrumpió la llamada holográfica y preguntó a Microvac dónde almacenó su viejo cuaderno. Sin detenerse, entusiasmada y con esperanza, tomó los crayones pegoteados y trazó una sencilla imagen cargada de deseo:

Fridette II y ella.
Un planeta color hojas de otoño.
Un sol brillante.
Animales.
Crayones
y un cuaderno.





Francisca Zabala.

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