Diferentes épocas, diferentes personas, mismas emociones
Enviado por Ana Paulina Varela L�pez • 29 de Marzo de 2022 • Ensayo • 1.353 Palabras (6 Páginas) • 79 Visitas
Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas[pic 1]
Facultad de Humanidades
Licenciatura en Lenguas Internacionales
Diferentes épocas, diferentes personas, mismas emociones.
Alumna: Ana Paulina Varela López
Grado y grupo: 3° B
Docente: José Gustavo Ruíz Pascacio.
Fecha: 18-03-2022.
Diferentes épocas, diferentes personas, mismas emociones.
Capaces de compartir y diferimos en un sinfín de elementos ¿Qué nos hace humanos? Un ser vivo evolucionado, un animal social, capaz de transmitir diversidad de emociones complejas. El poder expresarlas de diversas formas, eso nos hace realmente capaces de llegar a conectar con otras personas. A nivel psicológico, las emociones son un proceso que nos hace adaptarnos a nuestro entorno y generar una respuesta a este, como animales sociales esta característica fue fundamental para nuestra supervivencia. Hoy en día, los grandes artistas, usan este fenómeno para plasmar de sentimiento sus obras.
Personas que no comparten ningún tipo de relación, personas que no conocen nuestra existencia y contexto que nos forja como individuos, autores que, por alguna razón, llegamos a encontrar en su obra el sentimiento que nosotros y otras tantas personas no sabemos expresar, compartiendo las mismas emociones. Octavio Paz, José Emilio Pacheco y Stéphane Mallarmé, autores de increíbles poemas, escritos donde reflejan su sentir, aunque hayan sido escritos de diferentes épocas y perspectivas, tiempo y era, que se unen por la capacidad de compartir el sentimiento de miles de personas, expresando una misma emoción.
Un amor destructivo
Árbol adentro de Octavio Paz y La ciudad en estos años de José Emilio Pacheco, escritos en diferentes años, uno en 1897 y otro en 1966, aparte de compartir el siglo XX como época, también comparten una misma emoción, un amor destructivo, una pasión que carcome el alma, enciende el pensamiento insano. Empecemos por deshebrar el poema de Paz, revisar las diversas interpretaciones que encuentro en el texto, enfocándonos en una sola, encontrando el sentimiento central, que ambos poemas comparten, ver esta similitud del sentir de Pacheco, escrito en dos textos diferentes.
¿Qué es el árbol? Es cuerpo, es mente, es vida. Es la sombra que cubre al hombre iluminado, que se descubre como un todo, que ve en el árbol que le da sombra su carne y huesos, nervios sus ramas, raíces sus venas. En este estado de conciencia, se es capaz de observar los pensamientos como follajes caóticos, sin dejar que te consuman. Me ves, y el rubor de mi cara me delata, un incendio provocado por tu mirada, regresa el lenguaje, dejo de observar y siento. Quiero tenerte. Cuando los frutos y la lumbre que provocas me roban el sueño, cuando el árbol habla. Acércate, ¿lo oyes?
¿A quién le habla Octavio Paz? Tal vez le hable al árbol, se hable así mismo, le hable a un inolvidable amor. Me gusta pensar que Árbol adentro es este sentimiento de pasión rozando la ansiedad, esa sensación que acelera el ritmo que bombea la sangre, que hace arder la cabeza. La constante comparación entre el cuerpo y el árbol me recuerda a la conexión espiritual que hay con el todo en el budismo, porque talvez este sentimiento de pasión, lleve por destinatario, la conexión que encontró el autor con el todo, a través del lenguaje, siendo este un poema cargado de pasión y por gracioso que suene, lleno de paz.
¿No sería este un amor dañino? Me explico. El amor, como proceso químico del cerebro, endorfinas que se expanden a través de los nervios y venas. Aquellas naranjas de sangre, granadas de lumbre ¿no te duele? Quizá por eso crees que puedo oírlo, al árbol adentro, porque para el enamorado, los pensamientos subieron el volumen, hasta el punto en que duele. Con el tiempo, tal vez, poco a poco se va cayendo ese estado de embelesamiento, donde la pasión ha penetrado en todo tu ser, tornándose por completo en algo más, en algo corrupto, donde las acciones te comienzan a confundir, y el presente deja de ser importante.
Sabiendo el daño que causa, sigues aferrado, el recuerdo te engancha y la mirada te enciende, olvidando por completo las marcas en tu mente y cuerpo, dejando que el árbol se consuma en lumbre, pero eso no importa, ¿verdad? Por qué sigues amando ¿no? ¡Tu árbol está ardiendo! te sigue insistiendo que sigas atado, aún si te causa tanto daño, puedes soportarlo. Entre el querer y necesitar, solo te queda la nostalgia, un autor condenado por su propia intensidad y la distensión del tiempo. Para mí, así es el amor de Octavio Paz… Sofocante.
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