El Secreto de Agueybana.

                                                      El secreto de Agueybana

        Agueybana era un cacique taino muy conocido y muy querido por todos. Era admirado por su inteligencia, liderazgo y habilidad para predecir lo que sucedería en la isla de Puerto Rico. Muchos se preguntaban de donde había obtenido ese don para saber lo que sucedería, pero nadie sabía en verdad como lo hacía. Desde niño, él siempre quiso ayudar a los demás y a su familia. Era hijo del cacique Hayuya y sentía una gran admiración por su padre. Siempre lo veía ayudando a los demás y no tenía titubeo a la hora de hacer las labores de un taino cualquiera. Agueybana pedía siempre a los dioses que le dieran la sabiduría necesaria para saber llevar a cabo sus funciones como cacique cuando llegase la hora de tomar el mando de su aldea.

        Un día, cuando aún era un adolescente, estaba jugando con sus amigos al escondite, cuando de pronto vio algo brillar entre los matojos. Cuando se acercó, vio en el suelo una máscara muy peculiar, con brillantes colores y piedras preciosas. De inmediato la levantó del suelo y buscó para ver si alguien vivía cerca o si la andaban buscando. Pero esa región era solitaria y no parecía haber nadie por ninguna parte. Agueybana decidió ponerse la máscara para ver cómo le quedaba. Cuando lo hizo, sintió algo extraño a su alrededor. Abrió los ojos y no podía creer lo que veía, los grandes dioses a los que tanto clamaba estaban justo frente a sus ojos. Sorprendido escuchó cuando le dijeron: “Tus peticiones han sido escuchadas y tu corazón noble merece una respuesta. Con esta mascara podrás comunicarte con nosotros cuando desees y así podremos ayudarte a dirigir correctamente a tu gente. Además, te ayudaremos a protegerlos de los peligros que puedan surgir”. Él no podía creer lo que estaba sucediendo, al fin sus suplicas fueron atendidas y de una manera en la que no le ocurre a cualquiera. Gracias a la ayuda de los dioses y a su espíritu luchador, Agueybana pudo dirigir a su aldea y hacerla un lugar mejor cada día. Nadie supo nunca de aquella mascara ni de su poder, aunque muchos pensaban que algo debía ocurrir para que fuese tan bueno. Cuando su único hijo cumplió la edad suficiente, Agueybana, junto con los dioses, decidieron entregarle la máscara para que el legado y la prosperidad continuaran. Así, Otoao continuó lo que su padre y su abuelo habían comenzado, una aldea próspera, alegre e inquebrantable.

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