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El principito, la historia de como olvidamos ser seres curiosos


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2021  •  Ensayo  •  1.776 Palabras (8 Páginas)  •  131 Visitas

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Desde niña tuve el hábito de la lectura. Recuerdo devorar los libros de español lecturas, revistas y libros condensados de Reader's Digest, enciclopedias que encontré en mi casa y en la casa del abuelo, incluso las revistas de ciclismo de mi hermano. Y así fue que mi comprensión lectora poco a poco fue mejorando.  

El primer libro que leí por propia iniciativa, hablaba de la historia de un niño que se vio en medio de una persecución por culpa de sus padres. Aunque si bien no es una historia para niños, la disfrute y me pareció interesante e intrigante desde el comienzo hasta el final.

Sin lugar a dudas, El Principito fue una de las primeras novelas que leí por cuestiones del plan lector de mi escuela, pero a diferencia de la novela de Daddy (la de la persecución) la historia me parecía, aunque bonita un tanto extraña de entender.  

Y debo admitir que, con mis ojos en ese entonces, observe atentamente el dibujo de la serpiente boa engullendo a un elefante que realizó el aviador siendo un niño, y lo que decía acerca de que los adultos no podían comprender que era eso y no un sombrero, me pareció que no tenía sentido, ya que yo no lograba ver a la serpiente y al elefante, entonces comencé a sospechar que a mis 8 años… ¡que ya era un adulto!

Hace poco volví a leer esa novela que en su momento me pareció tan extraña, y que leí hace años. En esta ocasión terminé notando algunos detalles que quizás pasé por alto en aquel entonces. Además de tratar de profundizar más en el mensaje que el autor Antoine de Saint-Exupéry nos deja.

Desde el principio de la novela, uno es capaz de identificarse con el personaje y regresar en el tiempo al recordar cuando nos preguntaban ¿Qué es lo que quieres ser cuando seas grande? Y respondíamos: “Quiero ser una escritora”, “Un chef”, “Fotógrafo”, o algo similar, y la respuesta que recibíamos a cambio era en muchas ocasiones algo como: “De eso no se puede vivir”, “son sueños de niños”.  

Reflexionando en esto, me resulta increíble cómo es que los comentarios de gente mayor resultan ser bastante influyentes en las y los niños pequeños. Y cuando el narrador nos cuenta que el siendo niño, mostró sus primeros dibujos a los adultos, y tras escuchar sus comentarios acerca de estos, este sintió desilusión y decidió enfocarse en cosas más maduras. En ese momento, fue imposible no notar que a muchos y muchas de nosotros nos sucedió exactamente lo mismo, el cómo es que esos comentarios nos hicieron creer que tal vez era mejor no intentar soñar, o en el caso del aviador siendo un niño, que le hicieron creer que era mejor que se dedicara a otra cosa.

Ahora ya siendo un adulto, veo con otros ojos esta historia y me pregunto: ¿Acaso un “puedes mejorar con la práctica” no habría bastado?, ¿Por qué hacer trizas los sueños de ese pequeño de ser dibujante?, ¿Por qué decirle que se dedicara a algo más?, Y fue donde entendí, que al igual que los adultos que nos muestra la novela, muchos de los adultos con los que crecimos tuvieron que enfrentarse a ese mismo tipo de comentarios y aptitudes ante las preguntas, la creatividad y las ocurrencias de las y los niños. Crecieron y aprendieron con la idea de que no se debe alentar a los niños y a las niñas a creer en sus sueños, sino que se debe ser realista, y buscar algo estable.

Conforme avanza nuestra historia me topé con más personajes interesantes y que fácilmente pude identificar con algunos adultos con los que conviví siendo niña, y los cuales se nos son descritos por el Principito; Un peculiar personaje que el aviador encuentra en medio del desierto del Sahara al quedarse varado a causa de una falla mecánica en su avión.  

El Principito nos cuenta sus aventuras, entre ellas la visita a seis planetas y la interacción con sus habitantes. Cada planeta era habitado por una persona. En el primero que visita el principito se encontró a un rey, en el segundo un vanidoso, el tercero lo habitaba un bebedor, el cuarto por un hombre de negocios, el quinto planeta lo habitaba un farolero, y el sexto un geógrafo. Todos ellos eran adultos.

El hombre de negocios se repite una y otra vez "¡Soy una persona seria!"; el geógrafo no podía estar sumamente en lo cierto de algún hallazgo a menos que un explorador le presente pruebas; el farolero, antes, se sentía a gusto con su labor, pero con el implicaba descansar menos; el bebedor se sentía avergonzado de sí mismo por beber en exceso, sin embargo, lo seguía haciendo; el rey, aunque no había ninguna otra persona en su planeta del cual gobernar, se creía gobernante de las estrellas y demás planetas, y como un rey absoluto, se empeñaba en dar órdenes razonables; mientras que el vanidoso simplemente quería ser halagado por el Principito.

Todo esto me hace pensar que si tanto en la historia, cómo en la vida real el estereotipo de ser un adulto es nada más que el de una persona seria, desconfiada, cuyo trabajo la mantiene ocupada la mayor parte del tiempo, y está consciente a veces que se siente absorbida, estresada o simplemente envuelta en una vida rutinaria, pero no hace nada al respecto. Y el poco tiempo de descanso lo aprovecha en sus vicios de los cuales tampoco parece salir nunca de ellos. Y que siempre van en busca de la utópica “felicidad” absoluta, que surge de la idea de qué si hacen tal cosa, o si tienen tal cosa o logran tal asenso, o ganar más, serán más felices. Y al final esa idea se convierte en una de las razones por la que sigue repitiendo el mismo ciclo, ese círculo vicioso donde busca la felicidad y se siente infeliz, en el que se queda con su empleo que le impide ser feliz porque se siente atrapado, pero que al mismo tiempo lo hace por satisfacer esa banal idea que le venden, que lo importante es tener dinero, lujos, viajes, dejando de lado todo y a todos los demás.

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