Lenguaje, razonamiento y comprensión
Enviado por alcardepa • 14 de Septiembre de 2015 • Ensayo • 15.862 Palabras (64 Páginas) • 228 Visitas
Lenguaje, razonamiento y comprensión[1]
Alfonso Cárdenas Páez[2]
Introducción
Sin duda, el lenguaje constituye un fenómeno que ha contribuido grandemente a moldear la manera como el hombre concibe el mundo y su papel organizador de la cultura como el modo de vivir humano. No en vano podría afirmarse que es uno de los cuatro factores que define la modernidad y la manera como esta abocó el conocimiento del mundo. Lo cierto es que el lenguaje concitó el interés de muchos pensadores y fue, a lo largo del Siglo XX, el centro de las miradas de todos aquellos que se interesaron en el problema de cómo darle sentido a la vida desde los intereses intelectuales.
Además de que, a partir de las consideraciones lingüísticas de Saussure (1974), dio lugar a la ruptura con las pretensiones universales del conocimiento y apuntaló la relativización histórica, social y cultural de los modos de mirar el mundo, el lenguaje ha generado una cadena de pensamiento que ha afectado las maneras del pensamiento humano. No en vano ha surgido esa manera consistente de pensamiento que se ha denominado giro lingüístico (Rojas, 2006), sino que el pensamiento se ha abierto hacia formas de razonamiento que permanecieron largo tiempo invisibles, ha contribuido a bajar de su pedestal a la verdad, ha mostrado su preocupación por las formas de la argumentación, ha dado pábulo al pensamiento narrativo y ha constituido a la hermenéutica como verdadera koiné de nuestra época (Vattimo, 1991), con lo cual ha contribuido a la detrascendentalización del hombre.
- Naturaleza del lenguaje
A lo largo de la historia, han predominado dos concepciones acerca del lenguaje; una apunta a su papel en el conocimiento y la otra a su función comunicativa. Esta disputa nunca ha sido zanjada a pesar de los intentos realizados por algunas líneas de lo que se ha dado en llamar giro lingüístico. Según Chomsky (1971), la primera concepción es la que ha prevalecido a lo largo de la historia de Occidente en contra de la corriente que exalta el papel del lenguaje en la comunicación.
Sea cual fuere la línea de pensamiento que se ha impuesto, lo cierto es que el lenguaje más que un medio es una mediación y que dicha mediación apunta al sentido en cuanto está fundamentada en las maneras propias del ser del lenguaje: la semiosis y el discurso. El conocimiento y la comunicación serían, entonces, resultado del uso que se hace del lenguaje, de manera que, para nuestros propósitos educativos, el lenguaje tiene una doble naturaleza: semiótica y discursiva y una doble función: social y cognitiva.
- Semiosis y discurso
Si la semiosis define el lenguaje por su naturaleza de signo, más allá del problema de la representación, es necesario establecer que los dos constituyentes que lo integran no configuran una relación simple. La relación entre el significante y el significado es una relación compleja de índole psíquica, sígnica y pragmática, es decir, el signo desde su misma constitución ya configura una compleja red de sentido que apunta a la relación que contrae con el yo, con el mundo y con el otro; esta dimensión que podemos llamar subjetiva, objetiva e intersubjetiva y que responde, en ciernes, a diversas formas de la enunciación se enriquece en cuanto apunta al sentido como expresión, significación y comunicación y, desde allí, puede dar lugar al enriquecimiento de la representación en los órdenes estético, cognitivo y ético.
Esta diversidad de asuntos no se debe pasar por alto porque nos sirve de orientación en el propósito de captar la naturaleza misma del acto de enunciación.
En este orden de ideas, el problema del signo con respecto a la representación no es el de una relación simple (verdad) sino compleja (de la verdad a la posibilidad), lo que nos hace pensar que la naturaleza binaria de la misma no puede apuntar a lo verdadero y a lo falso como nos lo enseña la lógica sino a una red arquitectónica de sentido que, muy en la dirección de Bajtín (1994), nos diría que el signo refleja, refracta y acentúa los modos de referencia[3] al mundo-yo-otro y que, en términos semióticos, la mirada sobre el lenguaje no puede excluir ninguno de los componentes a través de los cuales damos sentido a ese mundo, sentido que siempre será divergente.
Una segunda idea relativa a la semiosis apunta a considerar que el lenguaje es un fenómeno de acción y de pasión a la vez. Como fenómeno de acción, el lenguaje no solo se orienta al pensar lógico sino también a formas del pensamiento crítico y creativo pero, por igual, a la interacción y a la expresión. Mediante la interacción, los seres humanos hablamos, escuchamos, conversamos pero también ejercemos el poder, manipulamos y alienamos, enseñamos y, en general, ejercemos el control simbólico. El lenguaje, como acción (Echeverría, 2002), siempre nos pone en situación al permitirnos entrar en relación con el mundo en calidad de realidad conocida y valorada; con el otro, frente al cual tomamos posición (puntos de vista y perspectiva); y frente a mí mismo, como sujeto de acciones, actitudes e intereses.
Mirado así, el lenguaje es un fenómeno cultural de sentido que nos obliga a todos y nos sitúa, a la vez, en cuatro lugares, que nos circundan culturalmente y desde los cuales se genera referencia. En cuanto nos obliga, ejerce varios poderes (técnico, científico, social, ideológico, ético y estético); al situarnos, nos pone en contexto en el mundo, las acciones y eventos que en él suceden, los sujetos que agencian las acciones e interactúan en ese mundo y frente al lenguaje mismo. A estos lugares de generación de referencia los podemos llamar aparatos discursivos (Charaudeau, 1984); de acuerdo con ellos, argumentamos sobre el mundo; narramos las acciones y sucesos que en él ocurren; hablamos de nosotros mismos como sujetos discursivos y nos referimos al lenguaje que hablamos.
En suma, nuestros discursos no se refieren a la realidad a secas; la realidad es una construcción (Goodman, 1990) que obedece a un proceso mediante el cual los seres humanos nos damos mundo. Así, el lenguaje nos ofrece múltiples opciones de producción de referencia que nos inducen a reconocer que cuando se hace discurso el lenguaje se refiere al mundo, a los acontecimientos y acciones, a los hablantes y a su propia manifestación semiodiscursiva; quede, pues, en evidencia que el lenguaje no solo representa.
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