Libreto de Cayetano Coll y Toste
Enviado por Hilario9098 • 15 de Febrero de 2019 • Documentos de Investigación • 1.215 Palabras (5 Páginas) • 362 Visitas
Ángel Guanill Medina
Libreto de Cayetano Coll y Toste
Acto 1
Narrador: Ardía la Aguada en fiesta. Frente a la hermosa bahía estaban anclados los galeones que conducían al Virrey de Nueva España, D. Diego, y al Obispo de Tiasteca a Veracruz. Los nobles hidalgos desembarcaron en lo que la armada se aprovisionaba de agua y bastimentos para seguir su viaje.
D. Diego: Hemos llegado por primera vez a esta isla, me gustaría dejar una huella. Teniente le quiero pedir algo.
Teniente: Dígame mi señor.
D. Diego: Anhelo un niño para apadrinarlo y protegerlo.
Teniente: Como usted diga mi señor.
Narrador: El Teniente a Guerra trató de cumplir su orden. Se buscó al infante y el obispo Juan Palafox le echó las aguas bautismales.
Obispo: Este infante será llamado Diego de Pacheco, en honor a su padrino.
*Le echa agua al infante*
Narrador: Todo esto ocurría allá por el año 1640.
Acto 2
Narrador: En el banquete de la casa del Virrey D. Diego este estaba por decir algo en honor de los representantes de Su Majestad.
*Toca una copa con una cuchara para llamar la atención*
D. Diego: Señores, lo que más ha llamado mi atención en este largo viaje ha sido, que dos días antes de arribar a estas playas, hemos pescado un pez horrendo, que llaman tiburón. Tenía cuatro varas de largo y la tremenda boca guarnecida de unas hileras de dientes movibles. Muerto y echado sobre la cubierta del barco infundía pavor tan feroz animal.
Teniente: Pues señor Virrey, aquí en la Aguada hay quien lucha con un tiburón y lo vence.
D. Diego: ¿Qué dice usted, amigo mío?, ¿Puede ser eso verdad? Gustaríame presenciar tan sorprendente combate.
Teniente: Tenemos un pescador ribereño, que suele batirlos cuerpo a cuerpo y siempre con feliz éxito.
D. Diego: Pues llámelo usted que deseo conocerlo.
Acto 3
Narrador: Rufino, el indio, era un matador de tiburones. Moraba en la aldehuela Aguadilla, frente al surgidero de las naos, y vivía de la pesca. Mocetón de más de veinte años. A simple vista, se descubría en él el cruce de las razas pobladoras de esta isla. Ojos grandes, labios gruesos y pelo negro. Simpático, humilde y complaciente.
Teniente: Muchacho, nuestros nobles huéspedes desean verte peleando con un tiburón. ¿Estás dispuesto a ello?
Rufino: No, señor.
Teniente con extrañeza: ¿Por qué?
Rufino: Porque no tengo mis escapularios de la virgen del Carmen.
Teniente: ¿Y dónde están?
Rufino: Estaban muy deteriorados y los envié al Convento de Monjas Carmelitas de la capital para que me los compusieran.
Teniente: Te daré cuatro pesos fuertes, si peleas mañana con un tiburón en presencia del Virrey y del Obispo que van para México.
Rufino: No puedo, mi teniente; necesito mis escapularios de la virgen del Carmen.
Teniente: Te daré ocho pesos.
Rufino: No puede ser, ¡Señor!
Teniente: Te llevare con el Virrey estoy seguro de que te convencerá.
Narrador: Presentado Rufino al Virrey, enterado esté de la negativa rotunda del pescador, lo trató con sumo afecto.
D. Diego sugestivamente: Mañana pelearas con un tiburón y además de los ocho pesos fuertes que te dará el Teniente, yo te regalaré una onza de oro española.
Acto 4
Narrador: El matador de tiburones se pasó toda la noche pensando en su aciaga suerte.
Rufino: Se me está presentando la oportunidad de ganar un puñado de dinero, que me sacaria de tantos apuros, pero ¡No tengo mis escapularios de la Virgen del Carmen! Jamás he salido sin ellos ni a pescar.
Narrador: Descansó poco. Se levantó temprano y buscó su daguilla de combate, al cual llamaba “mi alfiler”. Este era un largo puñal, hecho de una escofina y con un fuerte cabo de hueso. Lo aceitó y guardó en su vaina de cuero.
*Rufino agarrando un cuchillo*
Narrador: Salió y fue a la plaza. Los galeones reales en el mar lucían sus vistosas banderolas y los barcos pescadores regresaban al puerto con su pesca. Entró en un bodegón a desayunar.
Acto 5
Narrador: Como a las diez de la mañana hubo algazara en la playa.
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