Lingüística II “Pasado y presente de las lenguas indígenas de México”. Reporte de lectura
Enviado por Thania Berinhard • 10 de Septiembre de 2017 • Ensayo • 1.512 Palabras (7 Páginas) • 396 Visitas
José Francisco Cerón Martínez
Lingüística II
“Pasado y presente de las lenguas indígenas de México”. Reporte de lectura
El objetivo de Leonardo Manrique en este artículo es ofrecer una visión panorámica sobre el pasado y el presente de las lenguas indígenas en México. Desde el principio reconoce que al tratarse de un asunto de gran amplitud, su trabajo tuvo que estar limitado a una síntesis que incluye los aspectos que, según su criterio, son los más importantes.
Para entrar propiamente en el asunto que lo ocupa, Manrique identifica los elementos que pueden utilizarse para conocer la historia de las lenguas indígenas. En primer lugar, están los documentos escritos en esas lenguas o los que hablan de ellas (gramáticas, diccionarios), así como los documentos coloniales que recogen la tradición prehispánica. En segundo lugar, están las lenguas que actualmente se hablan y que puede ser analizadas a través de las técnicas de lingüística comparada y de reconstrucción de las lenguas a fin de encontrar una serie de hechos que, además, pueden ser ubicados en el tiempo mediante la glotocronología (desarrollada por Mauricio Swadesh). Finalmente, estas historias de las lenguas se pueden asociar a distintas culturas y ubicarlas en el mapa. Sin embargo, Manrique destaca que a mayor retroceso temporal en el estudio, corresponde una mayor imprecisión en los resultados.
Para hablar propiamente de la historia de las lenguas indígenas en México, el autor se remonta al año 8, 000 a.n.e. pero, dada la gran distancia temporal, se limita a anotar que probablemente las protolenguas de las familias lingüísticas mexicanas de la actualidad se hallaban en lo que es hoy Canadá y EUA, mientras que muy pocas en el actual territorio mexicano. Ahí más bien se ubicaban las lenguas antecesoras de los idiomas hablados hoy en Sudamérica.
Ya con mayor seguridad, Manrique afirma que a partir de 2, 000 a.n.e. (inicio de las culturas mesoamericanas) hubo una mayor diversificación de las protolenguas existentes debido a la sedentarización. Si bien por esos años las familias lingüísticas se ubicaban mucho más al norte respecto de su ubicación final, cinco siglos después ya casi se encontraban en las regiones que ocupaban a la llegada de los españoles, tres milenios más tarde. El autor ahonda todavía más en la época prehispánica y señala los factores que más incidieron en los reacomodos de las familias lingüísticas en Mesoamérica: 1) el creciente comercio (300-700) que provocó el uso de las lenguas francas y la coexistencia de lenguas de gran impacto en ciertas regiones; 2) la crisis mesoamericana (700-1000) y finalmente, 3) el surgimiento de señoríos y la consecuente imposición de lenguas hegemónicas en el periodo Postclásico.
Cuando se refiere a la conquista, Manrique hace una aguda observación y aclara que fue mayor el impacto de las enfermedades traídas por los españoles que el de las armas y añade que no cree que debido a las grandes epidemias haya habido desaparición de lenguas pero sí de dialectos. También se destaca que los españoles escogieron el náhuatl para que fuera la lengua hegemónica, por ser el más conocido de entre las tres lenguas francas (maya y tarasco eran las otras dos), y aunque contribuyeron a la expansión de esta lengua, rápidamente comenzó a ser desplazada por el español. Posteriormente, durante la época colonial imperó la oposición constante entre misioneros que preferían el uso de las lenguas indígenas en las labores religiosas y la Corona, que privilegiaba el uso del español.
Para continuar con esta visión panorámica, habla Manrique de que la lucha de independencia provocó el abandono de la lengua materna por parte de muchos de los combatientes indígenas que se veían obligados a usar el español para comunicarse. Esta situación se prolongó por unos cincuenta años más debido a las constantes luchas en el país. El autor también menciona que si bien en esta etapa no se veía al indio o a su lengua con tanto desprecio, la situación fue cambiando debido a que su condición social se agravaba y ya para la segunda mitad del siglo XIX, el indio era considerado como un ser inferior cuya lengua era una forma imperfecta que, despectivamente, se llamó “dialecto”.
Más adelante, el autor identifica que durante la Revolución Mexicana el español se usó como lengua franca, igual que en 1810, a pesar de que muchos de los revolucionarios eran indígenas, el mismo Zapata hablaba náhuatl. Aun así, destaca el hecho de que esta lucha sirvió para que los gobiernos posteriores reconocieran los derechos indígenas y promovieran la creación de institutos especializados en su atención. Sin embargo, se menciona también que al principio estaba tan arraigada la idea de que los indígenas y sus lenguas frenaban el progreso del país, que se buscó “incorporarlos” a la nación y para lograrlo era necesario desterrar sus idiomas.
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