PRUEBA DE PROCESO Nº 1 DE LENGUAJE Y COMUNICACIÓN.
Enviado por dorcka • 16 de Abril de 2017 • Examen • 3.436 Palabras (14 Páginas) • 260 Visitas
PRUEBA DE PROCESO Nº 1 DE LENGUAJE Y COMUNICACIÓN.
NOMBRE: __________________________________________ CURSO: 7º BÁSICO FECHA: ____/____/____ PTAJE IDEAL:30 PTAJE OBTENIDO: _______ |
Unidad: 1 Contenidos: Textos narrativos y sus características HABILIDADES: Leer y analizar textos narrativos identificando sus características y extrayendo información explícita. |
INSTRUCCIONES GENERALES
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Lee el siguiente texto y contesta las preguntas 1 a 6.
[pic 2]
[pic 3]
- ¿Quién es el narrador de esta historia?
- Un científico.
- El Dr. Watson.
- El Sr. Stamford.
- Sherlock Holmes.
- ¿Qué persona gramatical predomina en la narración de este fragmento?
- Primera testigo.
- Tercera relativo.
- Tercera omnisciente.
- Primera protagonista.
- ¿Qué importancia tenía el experimento de Holmes?
- Ser un descubrimiento nuevo.
- Poder descubrir las manchas de sangre.
- Precipitar un reactivo en la hemoglobina.
- Dilucidar entre manchas de sangre y de otro tipo.
- Según lo que revela la descripción de la sala de hospital, ¿cómo era el hombre que la habitaba?
- Científico metódico y ordenado.
- Hombre desordenado y cambiante.
- Investigador apasionado y complejo.
- Hombre de personalidad extrovertida.
- Según lo expresado por Sherlock y Watson, es posible predecir que se llevarán bien viviendo juntos porque:
- a los dos les molestan los ruidos estrepitosos.
- ambos tienen un interés singular por la ciencia.
- los dos están buscando un compañero de vivienda.
- explicaron de antemano sus características y mañas.
- ¿Qué importancia tiene la mención del viaje a Afganistán de Watson?
- Demuestra que este era un hombre de mundo.
- Introduce las habilidades deductivas de Holmes.
- Establece la relación única entre Holmes y Watson.
- Incita a pensar en las aventuras que pudo haber vivido.
Lee el siguiente texto y contesta las preguntas 7 a 13.
[pic 4]
- ¿Quién cuenta esta historia?
- Aristóteles.
- Una voz ficticia.
- Fray Bartolomé.
- Augusto Monterroso
.
- ¿En cuál de estas intervenciones desaparece el narrador en tercera persona?
- “—les dijo—”.
- “Quiso morir allí, sin ninguna esperanza”.
- “(brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado)”.
- “puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura”.
- ¿Cuál era la última esperanza de fray Bartolomé ante los indígenas?
- Salvarse de la muerte a través del miedo infringido.
- Convertirse en el chamán adivinador de la comunidad.
- Escapar de los nativos aprovechando la noche del eclipse.
- Enseñar su cultura europea a los que consideraba bárbaros.
- A partir del desenlace del cuento, la selva representa un lugar:
- salvaje, en el que nadie puede sobrevivir.
- inhóspito, en el que solo importa la fuerza.
- misterioso, en el que hay secretos para el extranjero.
- desconocido, en el que es preciso manejar el idioma.
- ¿Cuál fue el error que provocó la muerte de fray Bartolomé?
- Equivocar las fechas.
- Pensar soberbiamente.
- Actuar sin pensar antes.
- Creer que sabía el idioma.
- ¿Quién era Carlos Quinto?
- Alguien en la imaginación del Fray, por el calor.
- Otro de los sabios conocedores de los eclipses.
- Un amigo español muy cercano a fray Bartolomé.
- Alguien jerárquicamente superior a fray Bartolomé.
- ¿Qué función cumple la estructura subrayada del siguiente enunciado: “La selva poderosa de Guatemala lo había apresado”?
- Función adjetiva.
- Función sustantiva.
- Complemento del verbo.
- Complemento del nombre.
Lee el siguiente texto y contesta las preguntas 14 a 18.
Viaje de Gulliver a Liliput
(Jonathan Swift)
No sería propio molestar al lector con los detalles de nuestras aventuras en aquellos mares. Baste con informarle de que, en nuestra travesía desde allí hasta las Indias Orientales, una fuerte tempestad nos llevó al noroeste de la Tierra de Van Diemen. Según nuestras observaciones, estábamos a los 30 grados y 2 minutos de latitud sur. Doce de nuestros tripulantes habían muerto a causa del trabajo excesivo y la mala alimentación, y los demás se hallaban muy débiles. El 5 de noviembre, que es el comienzo del verano en aquellas regiones, los marineros divisaron entre la espesa niebla una roca a medio cable de distancia del barco. El viento era tan fuerte, que lanzó directamente contra ella al navío y lo estrelló. Seis miembros de la tripulación, y yo entre ellos, arriamos un bote al agua y conseguimos apartarnos del barco que se hundía y de la roca. Remamos, según mis cálculos, unas tres leguas, hasta que nos fue imposible seguir adelante, pues estábamos ya agotados con el esfuerzo realizado en el barco. En consecuencia, nos entregamos a merced de las olas y al cabo de una media hora volcó al bote una súbita ráfaga del norte. No puedo decir qué fue de mis compañeros del bote, ni de los que se salvaron en la roca o se quedaron en el barco, pero supongo que perecieron todos. Por mi parte, nadé a la ventura, empujado por el viento y la marea. Con frecuencia hundía las piernas, sin poder tocar fondo; pero cuando estaba ya casi perdido e incapaz de seguir luchando, hice pie. Para entonces la tormenta había amainado mucho. El declive era tan pequeño que anduve más de mil metros para llegar a la playa, lo que hice, según mi cálculo, a eso de las ocho de la noche. Seguí avanzando tierra adentro, pero no pude descubrir señal alguna de casas ni habitantes; por lo menos estaba tan débil que no los veía. Me hallaba extremadamente cansado, y con eso y lo caluroso del tiempo y la taza de coñac que había bebido al dejar el barco, sentía mucho sueño. Me tendí en la hierba, que era muy corta y suave, y dormí tan profundamente como no recuerdo haberlo hecho nunca en mi vida. Creo que fueron unas nueve horas, pues cuando desperté amanecía. Traté de levantarme, pero no podía moverme. Estaba de espaldas y me encontré con los brazos y las piernas fuertemente sujetos por ambos lados al suelo, y con el cabello, que era largo y espeso, atado de la misma manera. Igualmente sentí delgadas ligaduras cruzarme el cuerpo, desde las axilas hasta los muslos. Solo podía mirar hacia arriba. El sol comenzaba a calentar y la luz me hacía daño en los ojos. Oía a mi alrededor un rumor confuso, pero en la postura en que estaba únicamente podía ver el cielo. Un momento después sentí que algo vivo se movía en mi pierna izquierda y que, avanzando suavemente hacia mi pecho, me llegaba casi hasta la barbilla; dirigiendo la mirada hacia abajo todo lo que pude, vi que se trataba de una criatura humana de menos de quince centímetros de altura, con un arco y una flecha en las manos y el carcaj a la espalda. Entretanto, sentí que por lo menos otros cuarenta de la misma especie (según mis suposiciones) seguían al primero. Yo estaba sumamente asombrado y di un grito tan fuerte que todos huyeron asustados. Algunos, como me dijeron más tarde, se hirieron al saltar de mis costados a la tierra. Sin embargo, regresaron pronto y uno de ellos, que se atrevió a acercarse hasta que pudo mirarme de lleno a la cara, levantando las manos y los ojos a manera de admiración, exclamó con voz chillona, pero clara: ¡Hekinah degul! Los otros repitieron las mismas palabras varias veces, pero entonces yo no sabía lo que significaba.
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