Quinta derrota
Enviado por María García Vergara • 21 de Noviembre de 2022 • Tarea • 2.934 Palabras (12 Páginas) • 64 Visitas
Como cada día me desperté a las 7 de la mañana, me lavé la cara, clavé la mirada en la foto de mis padres del espejo, salí de mi habitación y me dirigí al salón donde ya estaban Federico y Pedro tomando con ansia el desayuno que trae cada mañana Rosita la casera.
-Buenos días- Dije fríamente, mientras arrastraba una de las sillas para sentarme. Ellos se limitaron a asentir con la cabeza y la boca llena de pan.
Federico, Pedro y yo vivimos de alquiler junto a una plaza que se llena de comerciantes cada mañana, la plaza de la constitución , nombrada así por la constitución de Cádiz de 1912, es donde ellos trabajan para Manuel el marido de Rosita vendiendo sus verduras a cambio de un lugar donde dormir y unas tristes pesetillas. Manuel está enfermo, pero han sabido arreglárselas para no pasar hambre,sus dos hijos trabajan en su huerto con sus mujeres, el huerto de Manuel es conocido en toda nuestra ciudad y no solo por la calidad de sus verduras, tiene incluso unos preciosos naranjos que llenan de florecillas blancas el suelo de la entrada al recinto cada primavera haciendo que se llene de visitas de turísticas. Viven acomodados pero desde que Manuel enfermó gran parte de su economía se pierde entre medicinas y médicos.
Me despedí de mis compañeros y monté en mi bicicleta para entrar en Gibraltar. Yo soy pintor y trabajo en un garito donde junto a Dietrich, mi jefe. Él vino aquí en busca de su hermano, que nunca apareció. Finalmente acabó montando una pequeña empresa donde él y yo somos los únicos trabajadores. No me paga demasiado y es por eso que aún no he podido encontrar una casa desde que murió mi madre.
Mi madre murió el 13 de septiembre de 1964, el día de mis 18 cumpleaños. Aunque me dolió la muerte de la única familia que me quedaba, no me sorprendió. Desde que mi padre murió en aquella emboscada, todo fue cuesta abajo, apenas subsistíamos. Le echabamos muchísimos de menos. En realidad, no sé si murió allí o no. Solo sé que un día mientras andaba por la calle hubo un enfrentamiento, él se acercó a ayudar a los heridos que quedaron, cuando periodista fotografió la escena. Unos vecinos avisaron de aquello y aunque no tuviera nada que ver con lo sucedido, tuvo que huir sin mirar atrás pues lo acusaron de ser un “sucio republicano”. Nunca recibimos ni cartas, ni noticias de él.Mi madre siempre tuvo esperanza de que volviera, esta se fue desvaneciendo junto a su salud. A veces aún sueño con su vuelta. Él fue quien me enseñó a pintar.
El camino al trabajo se me hace eterno,subir estas cuestas hasta la catedral de la Santísima Trinidad, donde se encuentra mi almacén. Odio a la vez que amo mi trabajo, me encanta pintar trazar líneas en un lienzo me lleva a un mundo diferente, a mi mundo, pero Dietrich es muy exigente, me pide copias exactas de pinturas aburridas y sin alma, además cuando por fin vamos a incluir una nueva obra, me da órdenes de tamaño colores y tonos, me gustaba ese trabajo porque pensé que me desarrollaría como artista, Dietrich es un artista estupendo a pesar de su personalidad seca, arrogante y egoísta. A veces siento que encarcela mi alma de pintor, podría dar mucho más sino fuera así. Aunque un trabajo, es un trabajo y como decía mi madre; Hay que estar agradecido por lo que se tiene por mísero que sea.
Al fin ha acabado la primera jornada de trabajo del día, es el punto álgido de mi día, voy a almorzar con Jack, es mi mejor amigo… o algo así. Desde los dieciséis años, cuando empecé trabajar en Gibraltar como cartero le conocí mientras yo pintaba el mar desde lo alto de una roca, historia que se terminó convirtiendo en una novela ilícita de amor cortés, pero se acabó. Corríamos peligro. Mantener una relación homosexual es motivo de castigo. A pesar de ello siempre seguimos viéndonos, cada día a la hora de comer Jack me esperaba en una pequeña cuevecilla. Muchas de las veces venía escondidas de su familia y amigos, aunque siempre nos quedaron las ganas nunca hemos vuelto a quedar de esa manera, desde hace ya quince meses, tan solo hemos sido compañeros. Ahora camino a su casa. Su madre es Carmen Rodríguez y su padre John Jones así tal y como se llama su empresa. Nunca han sospechado nada de mi aventura con Jack, ni nunca dejaremos que lo sepan...por mucho que yo le siga queriendo.
La empresa de su padre va bastante bien, aunque gran parte de su éxito se debe a las matuteras, que trabajan en gibraltar y aprovechando su viaje trafican, generalmente con ropa. Justamente a lo que se dedica la empresa del señor John.
Cuando he llegado a la casa de Jack todo estaba más frío que de costumbre, saludo cordialmente a la hermana de Jack ,Sarah Jones y a Tomás Garrido, que es un la mano derecha de John con tan solo veintiún años. Doy pasos lentos hacia el patio de la casa. Jack está sentado sobre una pequeña fuente. Juega nerviosamente con los dedos sobre un pequeño trozo de papel y aprieta con fuerza la colilla de su cigarrillo casi consumido. Acercándome por detrás le puse una mano en el hombro.
-¿Qué ha pasado?-Pregunto intranquilo repasando cada uno de sus movimientos.
-La van cerrar- Dice rápido y sin mirarme aún a la cara.
-¿Qué?- Avanzo hasta ponerme de cuclillas justo delante de él,siempre necesita ayuda para expresarse así que espero unos segundos y le vuelvo a preguntar con más concreción.-¿Qué van a cerrar?
-La verja, Fernando.Van a cerrar la verja.-En ese momento lo entendí todo. Estamos acabados. España y Reino Unido llevan discutiendo desde mis dieciocho años sobre ello, y finalmente van a hacerlo. La empresa John Jones necesita los españoles, mucho de nosotros, vivimos gracias al trabajo que las empresas de Gibraltar nos proporcionan, y lo peor… mi familia es Jack y sus amigos los míos. No me queda nada en España. Con el cierre de la frontera se acaba mi vida, mi trabajo y las personas a las que amo.
Me dejo caer en el suelo y ahora es él quien me pone a mi la mano en el hombro,noto su mirada angustiada sobre mí.
-¿Cuánto nos queda?-Tras preguntarle esto, le miro fijamente a los ojos.
-Mi padre dice que no demasiado...Lo siento.
-Las cosas podrán cambiar para entonces.-Afirmo inseguro.
-Ya está decidido-Siento un golpe seco en mi pecho tras esas palabras que fulminan las últimas esperanzas que tengo.
Ha pasado un año y cuatro meses, parece que John tenía razón. España lleva movilizándose desde ese día, han reforzado la seguridad y ya ni siquiera veía aquellos camiones llenos de materiales de construcción de cada mañana. En pocas horas deslizarán las bisagras de esa reja verde que cualquiera podría saltar, pero esos metales son más que una verja.
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