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5 Panes De Cebada


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2011  •  2.210 Palabras (9 Páginas)  •  1.188 Visitas

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.1. El Camino de la Iglesia en América Latina y El Caribe

El camino de la Iglesia en nuestro Continente, en los últimos 50 años, ha estado iluminado por el gran acontecimiento del Vaticano II, y por el fuerte impulso evangelizador de las cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano.

El Papa Benedicto XV, al inaugurar la V Conferencia, afirmó que se celebraba “en continuidad con las otras cuatro que la precedieron en Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo”[1]. Estos eventos estuvieron animados por “el mismo espíritu” e incidieron en la vida pastoral de las comunidades cristianas. El hilo que unifica todas las Conferencias Generales es la Evangelización. Sin embargo, se puede sintetizar muy esquemáticamente, diciendo que la principal preocupación de Río fueron los evangelizadores, de Medellín la persona humana y la sociedad latinoamericana; de Puebla la Iglesia y de Santo Domingo Jesucristo. En esa continuidad el Papa, en el Discurso Inaugural, trazó la finalidad de la V Conferencia:

Los Pastores quieren dar ahora un nuevo impulso a la evangelización, a fin de que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe, para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con la propiavida[2].

1.2. Las transformaciones sociales y culturales del Continente

Las transformaciones culturales que vive América Latina y El Caribe, son propias de un cambio de época. Aquí presentamos algunos rasgos que se inscriben en el ámbito socio-cultural, económico, político y ecológico, desde la perspectiva de nuestra condición de discípulos misioneros abiertos a los “signos de los tiempos” y a los desafíos de la misión de la Iglesia hoy.

Un cambio epocal

La humanidad entera ha entrado en una nueva época. Éste hecho interpela nuestra identidad de discípulos misioneros. La realidad muestra “sucesivas transformaciones sociales y culturales” agitando intensamente nuestro mundo y resquebrajando el referente de nuestros valores. Vivimos pues, en “una sociedad inestable y en transición, con sus luces y sombras”[3]. Nuestra Iglesia no es ajena al cambio epocal, es interpelada en la perspectiva de un profundo discernimiento de “los ‘signos de los tiempos’, a la luz del Espíritu Santo”; también se siente desafiada en su identidad y misión para ponerse “al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y ‘para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10)”. (DA 33).

Todos los ámbitos de la vida de nuestros pueblos son influenciados en esta era de globalización: “La cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y también, naturalmente, la religión”. El interés de la Iglesia es discernir la incidencia de este cambio epocal en la dimensión religiosa y ética de las personas que buscan a Dios, puesto que “sin una percepción clara del misterio de Dios, se vuelve opaco el designio amoroso y paternal de una vida digna para todos los seres humanos” (DA 35).

Frente a esa complejidad el interés de la Iglesia son las personas concretas, pues ellas “suelen sentirse frustradas, ansiosas, angustiadas”, ya que están inmersas en una realidad que las desborda, sintiéndose insignificantes “sin injerencia alguna en los acontecimientos” (DA 36).

El impacto de los medios de comunicación social

Los medios de comunicación social van configurando una nueva mentalidad y escala de valores con las que van presentando su visión de la realidad, sus intereses y sus valores orientados hacia la sociedad de consumo, el individualismo y logran instalar “culturas artificiales” y despreciar “las culturas locales” para dar cabida a “una cultura homogenizada en todos los sectores”.

La nueva colonización cultural se caracteriza por la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsable. Se prefiere vivir día a día, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Las relaciones humanas se consideran objetos de consumo, llevando a relaciones afectivas sin compromiso responsable y definitivo (DA 46).

Sobrevaloración de la subjetividad individual

El pluralismo cultural da origen a la subjetividad individual “en la que cada uno puede escoger, de la plural oferta de sentidos y prácticas sociales, lo que le parece mejor”. El gran “error” que plantea la sobrevaloración del subjetivismo individual es la exclusión de Dios. Lo señaló Benedicto XVI al afirmar;

Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas” Además, “el individualismo debilita los vínculos comunitarios”, obstaculiza la búsqueda del bien común y cobran fuerza “los deseos de los individuos (Ibid).

La Globalización

Más allá de los rasgos negativos y positivos que presenta la globalización (DA 60, 61 y 62), ella constituye para nosotros un desafío y una inédita oportunidad que abre caminos y perspectivas, “para una renovada conciencia de la catolicidad de la Iglesia”, para crecer en la “conciencia de los derechos humanos”, para participar “en las conquistas científicas”, para hacer efectiva la “solidaridad con los más pobres”, para luchar “por la justicia”, para construir la paz, para una mejor “valoración de las culturas locales”. De modo especial se genera la “convicción de que el presente y el futuro de la humanidad depende de todos. Surge así el deber de globalizar la caridad y la solidaridad”[4].

Políticas económicas

Las políticas económicas que los Estados están implementando muchas veces están diseñadas para responder a los intereses de “las instituciones financieras y las empresas transnacionales”, “las industrias extractivas internacionales y la agroindustria”; subordinan a las economías locales… la preservación de la naturaleza al desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, con el agotamiento de las reservas de agua y de otros recursos naturales, con la contaminación del aire y el cambio climático; debilitan a los Estados, “que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones” (DA 66). Las políticas económicas promueven los Tratados de Libre Comercio, los cuales, muchas veces se dan “entre países con economías asimétricas” (DA 67).

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