Actividad 5, Etimologías
Enviado por sdpedraza • 23 de Febrero de 2015 • 478 Palabras (2 Páginas) • 186 Visitas
Días como estos me arrepiento de las decisiones que eh tomado. Recuerdo el golpe que provocaba en mi cara el agua de la alberca cuando me sumergía en ella. El fresco que siempre mantenía mi alcoba, el color almendra de mis muebles o el blanco de mis sábanas. Recuerdo el carro de mi mamá que había recuperado después de una tregua con mi papá. Como olvidar el gran arroyo que se veía a lo lejos desde mi ventana. El atole que preparaba el Padre Rodrigo y que siempre repartía por medio de un paje llamado Alfonso. Incluso la fachada de la viuda Martínez que siempre mantenía una guacamaya parloteando cosas sin sentido. El jardín de aquel joven que jamás salía de su garaje sin una chaqueta. Tantas cosas recuerdo desde que me fui. Aún maldigo el comité y el alcalde que decidieron echarnos, y bendigo la hostelería de aquel albañil. Extraño danzar y guisar junto con mil y una cosas más.
-Ramiro, ¿recuerdas lo que se sentía dormir con una almohada bajo tu cabeza?
-¿Y tú recuerdas la sensación del tequila en tu garganta? ¿O el sabor de un chicle? ¡Incluso el olor de un nopal con aguacate y tomate me parece exquisito en estos momentos!
Sin duda alguna ambos extrañábamos nuestra antigua vida, y yo extrañaba aún más mi infancia; como volaba mi papalote que, por alguna razón, siempre olía a cacao. La mezcla del maíz con un totopo que nuestra nana siempre nos servía y por raro que sonara, era delicioso. El arpa que estaba junto a la cama de Ramiro y la pizarra que el Maestro Gordo, que de gordo no tenía nada, utilizaba para explicarnos elementos químicos. Recuerdo un día soleado; el Maestro llegó y Ramiro corrió cual coyote cerrando su cuarto con llave, decía estar harto de tener que aprender la masa molecular de un elemento que jamás utilizará. El Maestro Gordo hizo un reproche y tomó del buró, que estaba a su izquierda, una llave. En ese momento pensé: “¡Pero que batallón tendrá que enfrentar Ramiro!” Por lo regular ese maestro no era de mano ligera, solía gritonearnos por la casa: “¡Escuincle insolente, chamaco este!” o “¡Deja el mitote, chilpayate!” Pero esta vez, cuando abrió la puerta del cuarto de Ramiro solo lo miró a los ojos y dijo: “Me di cuenta que jamás voy a ganar. Así que te propongo una tregua, dejemos la guerra por lo menos por el día de hoy”. Fue un momento épico.
-Quisiera poder volver.
Dijo Ramiro con un tono triste después de unos minutos de silencio. “Y yo extraño el jamón” pensé, pero no dije nada. Sabía que el día que pudiéramos regresar, volveríamos a debutar. Sería como una premier para todo el pueblo. Iríamos a un bufete y comeríamos espagueti, sería como abrir cofres llenos de manjares. Todo sería como antes, y podríamos volver con orgullo.
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