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Actividad de integradra de literatura etapa 4


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2016  •  Ensayo  •  3.125 Palabras (13 Páginas)  •  821 Visitas

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Universidad Autónoma de Nuevo León

Preparatoria No.5

[pic 1]

Alumno: Mario Enrique Guadiana Salazar

Literatura

Actividad integradora

Competencias genéricas:

4. Escucha, interpreta y emite mensajes pertinentes en distintos contextos mediante la utilización de medios, códigos y herramientas apropiadas.

6. Sustenta una postura personal sobre temas de interés y relevancia general, considerando otros puntos de vista de manera crítica y reflexiva.

8. Participa y colabora de manera efectiva en equipos diversos.

Elemento de competencia:

El estudiante reconoce los cuentos como obras literarias y aprecia en ellos su lenguaje, y sus elementos y la temática que expresan.

La belleza inútil

[Cuento - Texto completo.]

Guy de Maupassant

Primer acto

+Escenografía: En esta escena se comenzará en un sofá (al igual pueden utilizar sillas y encima poner una sábana), al fondo se tendrá que poner el paisaje, el que ustedes quieran pero que demuestre que es un palacio y en el medio de la habitación, una mesa de centro, si es posible con algún florero encima, para no dejar tan sencilla la escena.

*Se comienza con el telón cerrado*

Era a fines del mes de junio, a eso de las cinco y media de la tarde, y por entre el recuadro de tejados del patio principal se distinguía un cielo rebosante de claridad, luz y alegría.

- Aquí podrían poner algunos cantos de pájaros, obviamente en volumen bajo, sólo para el fondo hasta que el conde aparezca, aquí un link en dónde podrían encontrar: https://www.youtube.com/watch?v=Es0W8gYDC6Y 

*Se abre el telón*

La condesa de Mascaret apareció sentada sobre el sofá, leyendo un libro aparentemente viejo, en el momento mismo en que su marido, de regreso, entraba por la puerta de coches. Se detuvo unos segundos para contemplar a su mujer, y palideció ligeramente. Era muy hermosa, esbelta, y el óvalo alargado de su cara, su cutis de brillante marfil, sus rasgados ojos grises y negros cabellos le daban un aire de distinción. La condesa se levanta con la intención de marcharse de ahí dejando el libro en el centro de la mesa, queriendo fingir que no había notado la llegada del Conde, pero se para de golpe al escuchar la voz de su esposo.

Mario: -¿Sale usted a algún lugar?

Ella dejó escapar cuatro palabras por entre sus labios desdeñosos:

Alondra: -¿No le parece obvio?

Mario: -¿A dónde?

Alondra-¿Debo decírselo?

Mario: - Soy su esposo.

Alondra: - No mi padre.- afirmó ella.

Sin manifestar extrañeza por el tono en que ella le contestaba, el conde tomó asiento en el sofá ordenó a su mujer que se sentara a su lado:

Mario: -Siéntese aquí.

*La mujer, con una notable frustración, se giró sobre sus talones y caminó hasta estar frente a él, acto seguido se sentó en el sofá lo más lejos posible que la  extensión de este se lo permitiría. Los dos esposos permanecían uno al lado del otro, sin despegar los labios. El marido buscaba la manera de trabar conversación, pero era tal la dureza del semblante de su mujer, que no se arriesgaba a ello.*

*Deslizó disimuladamente su mano hacia la mano enguantada de la condesa, y tropezó con ella como por casualidad; pero su mujer retiró el brazo tan vivamente y con un gesto de tal repugnancia, que lo dejó desconcertado, a pesar de sus hábitos autoritarios y despóticos.*

Entonces dijo en voz baja:

Mario: -¡Gabriela!

Ella le preguntó, sin volver la cabeza:

Alondra: -¿Qué quiere usted?

Mario: -La encuentro a usted adorable.

Ella no contestó, y siguió arrellanada en el sofá con aire de reina irritada.

El conde Mascaret volvió a decir:

Mario: -¡Mi querida Gabriela!

Ella, entonces, sin poderse contener más, le replicó con voz exasperada:

Alondra: -Le ruego que me deje en paz.

Hizo él como que no la había oído, e insistió:

Mario: -Está usted hoy más hermosa que nunca.

La mujer, que había llegado al límite de su paciencia, le contestó, abandonándose a su cólera:

Alondra: -Hace usted mal en fijarse en mi hermosura, porque yo le juro que jamás volveré a ser de usted.

*Esta vez sí que el marido quedó estupefacto y desconcertado; pero, dejándose llevar por sus hábitos de violencia, lanzó un*:

Mario: ¿Cómo dice usted?

*Aunque sus servidores no podían oírlos, por el ruido ensordecedor de las afueras del palacio, ella repitió en voz baja*:

Alondra: -¡Ya está ahí el de siempre! ¿Cómo dice usted? ¿Cómo dice usted? Pues bien: ¿se empeña en que se lo diga?

Mario: -Sí.

Alondra: -¿En que yo se lo diga todo?

Mario: -Sí.

Alondra: -¿A pesar de que yo vengo siendo víctima de su egoísmo feroz?

*El marido se había puesto rojo de asombro y de irritación; y gruñó con los dientes cerrados*:

Mario: -Sí, hable usted.

*Por vez primera desde que se habían sentado en el sofá se volvió ella para mirarlo cara a cara*:

Alondra: -Sea, pues. Va usted a oír cosas muy desagradables; no temo a nada y a usted menos que a nadie.

*También él la miraba a los ojos, alterado ya por la ira, y resolló*:

Mario: -¡Está usted loca!

Alondra: -Lo que no estoy es dispuesta a seguir en la maternidad que me viene usted poniendo desde hace once años.

El marido volvió a palidecer súbitamente, y balbuceó:

Mario: -No entiendo lo que quiere decir.

Alondra: -Sí que me entiende usted. Hace tres meses desde que di a luz a mi último hijo y ya le parece a usted que debo tener otro, con la intención de mantenerme atada para que no pueda lucir mi forma y mi belleza.

Mario: -¡Usted desvaría!

Alondra: -No. Tengo siete hijos y treinta y dos años; hace sólo once años que nos casamos y usted piensa tener más hijos durante los diez que siguen.

*El marido la agarró del brazo y se lo oprimió*:

...

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