¿Adónde para toda esa energía?
Enviado por deamlaird • 9 de Junio de 2015 • 903 Palabras (4 Páginas) • 180 Visitas
¿Adónde para toda esa energía? ¿En que se desintegra, o en que se realiza? Idénticamente a la energía material, que busca su expresión en esa continua movilidad del niño, en esa continua inquietud física, la energía espiritual o mental ha de plasmarse en concreciones. Dueño de la palabra oral, de los simples murmullos aún, de los gestos primarios, el niño ya se expresa creando. Cuando quiere explicar una cosa lo hace en su caudal pequeño de conocimientos. Compara siempre. A las cosas parecidas les da el mismo nombre. Designa a su antojo onomatopéyicamente las cosas que hacen ruido. A los movimientos, con gestos. Ya entonces existe en él el creador. Cuando no encuentra la palabra precisa o no la recuerda o no le gusta, él crea su palabra, crea su expresión. Siente con sus cinco vértices la vida exterior y él la transforma en su mundo propio, y como su mundo la expresa también. Todas las formas posibles, canto, voz, gesticulación, risa, llanto, son armas para su desenvolvimiento. La imagen poética y la expresión musical están continuamente en sus labios. Forzosamente, por su restringido vocabulario, el niño se ve obligado a construir imágenes para explicarse. Así, por ejemplo, la siguiente anécdota ilustrativa:
Jorge, de nueve años, sube conmigo la escalera que lleva a mi cuarto cuya continuación, entre dos paredes, desemboca en el cielo de la azotea. Queda como una hendidura azul en el último peldaño, destacándose una redonda luna llena. Su primera exclamación, espontánea, ingenua, casi despreocupada es la siguiente: “la luna está sentada arriba de la escalera”. Yo, inadvertido, no atino más que a sorprenderme.
Algo parecido, el relato de un alumno de Jesualdo, a quien citaré luego más prolijamente, que afirmaba que la luna estaba colgada del árbol. Con toda seguridad, antes de que el poeta dijera que las estrellas flotan en los charcos, algún niño, realizando ese mismo pensamiento, habrá extendido su manita en el agua para recogerlas. En forma idéntica procede mediante la música. La voz onomatopéyica suple con ventaja cualquier otro medio de expresión, por su exactitud y su facilidad. Así en la primera infancia, el niño llamará invariablemente a muchos objetos con una voz similar al ruido que produce, asignándole al auto con el sonido de su bocina, al pájaro, imitando su piar, al gato su maullido, al perro su ladrido, etc. Por otra parte, la música misma le es propicia como estímulo haciendo vibrar diferentemente su sensibilidad. Ya el conjunto armónico influye sobre su pensamiento, sobre su imaginación para crear en el toda una gama compleja o simple de sensaciones que la traduce en estados de ánimo, en movimientos, en gestos inequívocos que expresan su inquietud. Su sensibilidad va creando al mismo tiempo tonos recogidos de los ruidos que lo rodean, hilvana instintivamente cualquier expresión musical que responde a su juego, por ejemplo a su estado anímico.
Instintivamente
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