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Al Pie De La Orca


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2013  •  6.809 Palabras (28 Páginas)  •  468 Visitas

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Reportaje al pie

de la horca

Julius Fucik

Fucik

Reportaje al pie

de la horca

(De ediciones Akal, Madrid, 1985)

Texto de la contraportada

Julius Fucik nació el 23 de enero de

1903. Tras estudiar filosofía, en 1921

ingresó en el Partido Comunista e

inició su labor de crítico literario y

teatral. En los años de ocupación de

Checoslovaquia por Hitler, publicó

bajo seudónimo ensayos sobre las

figuras más representativas de la

cultura democrática checoslovaca,

siendo detenido en abril de 1942 por

la Gestapo, en el verano de 1943

trasladado a Berlín y aquí ejecutado,

el 8 de septiembre de 1943.

Su Reportaje al pie de la horca,

sacado hoja por hoja de la cárcel y

publicado en 1945, adquirió gran

resonancia mundial y fue traducido a

ochenta idiomas. En 1950, a título

póstumo, Fucik recibió el Premio

Internacional de la Paz.

INDICE

Introducción

I Veinticuatro horas

II La agonía

III Celda 267

IV La 400

V Figuras y figurillas (I)

VI Estado de sitio de 1942

VII Figuras y figurillas (II)

VIII Un trozo de historia

JULIUS FUCIK

REPORTAJE AL PIE

DE LA HORCA

TRADUCCIÓN DE:

LIBUSE PROKOPOVA

Introducción

En el campo de concentración de Ravensbrück supe —me lo dijeron mis compañeros

de prisión— que mi marido, Julius Fucík, redactor de Rudé Právo y de Tvorba, había

sido condenado a muerte el 25 de agosto de 1943 por un tribunal nazi en Berlín.

Mis intentos de averiguar algo más sobre su suerte posterior se estrellaron contra

los altos muros del campo.

Después de la derrota de la Alemania hitleriana, en mayo de 1945, los detenidos que

los fascistas no habían tenido tiempo de asesinar fueron liberados de cárceles y campos

de concentración. Yo tuve la fortuna de hallarme entre ellos.

Al volver a mi patria liberada, busqué y rebusqué las huellas de mi marido. Hice lo

que hicieron millares y millares de personas que también buscaron –y muchas aún

siguen buscando a sus maridos, a sus mujeres, a sus hijos, a sus padres y madres

deportados por los ocupantes alemanes y arrastrados a alguna de sus innumerables

cámaras de tortura.

Me enteré de que Julius Fucik había sido ejecutado en Berlín el día 8 de septiembre

de 1943, quince días después de su condena.

También supe que Julius Fucik había escrito algo mientras estuvo en la cárcel de

Pankrác. Fue el guardián A. Kolínský quien procuró los medios para hacerlo,

llevándole a la celda papel y lápiz y sacando clandestinamente de la cárcel las hojas

manuscritas.

He tenido una entrevista con el guardián. Y poco a poco he podido ir recogiendo el

material escrito por Julius Fucik en la cárcel de Pankrác. Reuní las hojas numeradas,

escondidas por varias personas en diferentes lugares, y se las presento al lector. Es la

última obra de Julius Fucik.

GUSTA FUCÍKOVÁ

Praga, septiembre de 1945.

Escrito en la cárcel de la Gestapo

en Pankrác; durante la primavera de 1943

Estar sentado en la posición de firme, con el cuerpo rígido, las manos pegadas a las

rodillas, los ojos clavados hasta enceguecer en la amarillenta pared de esta cárcel del

Palacio Petschek1 no es, en verdad, la postura más adecuada para reflexionar. Pero,

¿quién puede forzar al pensamiento a permanecer sentado en posición de firme?

Alguien, un día —quizá nunca sepamos quién ni cuándo llamó a este cuarto del Palacio

Petschek “sala de cine”. ¡Qué ideal tan genial! Una amplia sala, seis largos bancos, uno

tras otro, ocupados por los cuerpos rígidos de los detenidos, y ante ellos un muro liso,

como una pantalla cinematográfica. Todas las casas productoras del mundo no han

llegado a hacer la cantidad de películas que sobre esta pared han proyectado los ojos de

los detenidos en espera de un nuevo interrogatorio, de la tortura, de la muerte. Películas

de vidas enteras o de los más pequeños fragmentos de vida; películas de la madre, de la

esposa, de los hijos, del hogar destruido, del porvenir destrozado; películas de

camaradas valerosos y de la traición; películas del hombre a quien entregué aquella

octavilla, de la sangre que correrá otra vez, del fuerte apretón de manos, del

compromiso de honor; películas repletas de terror y de decisión, de odio y de amor, de

angustia y de esperanza. De espaldas a la vida, cada uno contempla aquí su propia

muerte. Y no todos resucitan. Cien veces he sido aquí espectador de mi propia película,

mil veces he seguido sus detalles. Ahora trataré de explicarla. Y si el nudo corredizo de

la horca aprieta mi cuello antes de terminar, quedarán todavía millones de hombres para

completarla con un “happy end”.

CAPITULO I

Veinticuatro horas

Dentro de cinco minutos el reloj marcará las diez. Es una hermosa y templada noche de

primavera, la noche del 24 de abril de 1942.

Me doy prisa. Tanto como me lo permite mi papel de hombre maduro que cojea. Me

doy prisa a fin de llegar al hogar de los Jelínek antes de que, a las diez, cierren el portal

de la casa. Allí me espera mi “ayudante” Mirek. Sé que esta vez no me comunicará nada

importante. Tampoco yo tengo nada que decirle. Pero faltar a la cita convenida podría

sembrar el pánico. Y, sobre todo, quisiera evitar preocupaciones infundadas a las dos

buenas almas que nos acogen. Me reciben con una taza de té. Mirek me está esperando.

Y, con él, el matrimonio Fried. Una imprudencia más. Me alegra veros, camaradas, pero

no así, todos juntos. Es el mejor camino para ir a la cárcel y a la muerte. O respetáis las

reglas de la conspiración o dejaréis de trabajar, porque así os exponéis y ponéis en

peligro a los demás. ¿Comprendido?

— Comprendido.

— ¿Qué habéis traído para mí?

— El número del Primero de Mayo de Rudé Pravo.2

— Muy bien. Y tú, Mirek, ¿cómo vas?

— Bien. Nada nuevo. El trabajo marcha bien...

— Bueno. Nos veremos después del Primero de Mayo. Os avisaré. Hasta la vista.

— ¿Otra taza de té, patrón?

— No, no, señora Jelínek. Aquí somos demasiados.

— Por lo menos

...

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