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Anna Casanovas


Enviado por   •  21 de Mayo de 2013  •  27.445 Palabras (110 Páginas)  •  297 Visitas

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Anna Casanovas

N ADI E C O M O T Ú

Para mis padres, porque ellos me enseñaron a soñar. Y para Marc, porque él ha convertido todos sus sueños en realidad.

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ÍNDICE

Agradecimientos ............................................................................. 4 Prólogo ........................................................................................ 5 Capítulo 1 .................................................................................... 8 Capítulo 2 .................................................................................. 14 Capítulo 3 .................................................................................. 21 Capítulo 4 .................................................................................. 32 Capítulo 5 .................................................................................. 36 Capítulo 6 .................................................................................. 42 Capítulo 7 .................................................................................. 47 Capítulo 8 .................................................................................. 56 Capítulo 9 .................................................................................. 63 Capítulo 10 ................................................................................ 72 Capítulo 11 ................................................................................ 78 Capítulo 12 ................................................................................ 85 Capítulo 13 .............................................................................. 100 Capítulo 14 .............................................................................. 110 Capítulo 15 .............................................................................. 124 Capítulo 16 .............................................................................. 133 Capítulo 17 .............................................................................. 140 Capítulo 18 .............................................................................. 146 Capítulo 19 .............................................................................. 152 Capítulo 20 .............................................................................. 156 Capítulo 21 .............................................................................. 161 Capítulo 22 .............................................................................. 167 Capítulo 23 .............................................................................. 172 Capítulo 24 .............................................................................. 178 Epílogo .................................................................................... 186 RESEÑA BIBLIOGRÁFICA ....................................................... 188

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ANNA CASANOVAS

NADIE COMO TÚ

Agradecimientos

Ni mi libro ni yo seríamos los mismos sin Esther. El té con limón a media tarde, las risas que hemos compartido y sus consejos me han ayudado mucho más de lo que ella sabrá jamás. Además, ahora sé algo de Fórmula 1. También quisiera agradecer a la editorial, y en especial a Laura Falcó, que haya confiado en una historia de amor como la de Nadie como tú. Y a Dolors y a Carme, que con su paciencia, sus sugerencias y su cariño han logrado que todas las piezas encajaran mucho mejor en su sitio. Y antes de despedirme, me gustaría dar las gracias a mis hermanas, Marina y María, por ser las primeras y únicas lectoras que he tenido durante mucho tiempo. Sus consejos, junto con los de Gabriela, han sido vitales para la historia de Ágata y Gabriel.

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ANNA CASANOVAS

NADIE COMO TÚ

Prólogo

Ágata, no podía dejar de llorar. No era un llanto exagerado ni desgarrador, simplemente no podía dejar de llorar. Las lágrimas le resbalaban por las mejillas en silencio y ella iba secándoselas de vez en cuando con el pañuelo de papel que tan amablemente le había dado la azafata. En el último año de su vida se había subido a dos aviones; el primero, casi seis meses atrás, la llevó a Londres, donde perdió su corazón y recuperó su carrera profesional; el segundo la devolvía ahora a Barcelona, con un pedazo menos de alma, el corazón hecho añicos y enfadada como nunca antes lo había estado. Bueno, ella ya era mayorcita, y sabía a lo que se arriesgaba enamorándose de un hombre tan complicado como Gabriel. —Tome otro pañuelo —le ofreció la azafata con una sonrisa—. Dentro de media hora llegaremos a Barcelona. La azafata se fue y Ágata, tras secarse las lágrimas, intentó serenarse. Al menos no tenía a nadie sentado a su lado y podía regodearse en lo estúpida que había sido e intentar encontrar el modo de salir adelante. De eso sí estaba segura, en los últimos seis meses, a pesar del daño que le hubiera hecho Gabriel, había visto que su carrera valía la pena y que era buena en su trabajo, e iba a luchar por establecerse en Barcelona. Antes de irse a Londres, había entrado en una dinámica absurda de trabajos sin sentido y casi se había rendido. Pero ahora ya no, ahora sabía que era una buena profesional y no iba a permitir que ningún mequetrefe, con apellido ilustre o sin él, le dijera lo contrario. Hubo un momento en el aeropuerto, antes de embarcar, en que creyó ver a Gabriel corriendo por uno de los pasillos. Permaneció sentada para ser de las últimas en embarcar, con la esperanza de que, como en las series de la tele, él apareciera y le dijera que la quería y que no cogiera aquel avión. Pero no. No apareció, y Ágata pudo partir sin ningún tipo de problema. Una vez sentada, no podía dejar de recordar la última «conversación» que habían tenido. La tenía grabada en su mente. Y tampoco podía quitarse de la cabeza que ella le había confesado sus sentimientos, mientras que, si era sincera, tenía que reconocer que él nunca había dicho nada. Se había convencido de que Gabriel se lo decía con sus ojos, con sus caricias, pero en realidad nunca había dicho que sintiera nada por ella, y ahora eso resultaba más que evidente. Los altavoces del avión anunciaron que iban a aterrizar y Ágata incorporó el respaldo del asiento. Con la mano escayolada le costaba un poco moverse, pero estaba tan cansada y tan enfadada que apenas se acordaba del yeso que cubría su muñeca izquierda. A esas alturas, que una moto la hubiese atropellado unos días atrás parecía una tontería. No había llamado a nadie, no sabía qué decirles, así que

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NADIE COMO TÚ

cuando saliera del avión y recogiera su maleta, tendría que tomar un taxi. Tal vez lo mejor sería llamar a Guillermo; si

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