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CARTA A LA TRISTEZA.


Enviado por   •  3 de Marzo de 2016  •  Ensayo  •  1.087 Palabras (5 Páginas)  •  409 Visitas

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CARTA A LA TRISTEZA

Esta carta es para esa tristeza que está haciendo que mis domingos se estén volviendo más oscuros. Que no ha estado dejándome vivir en calma conmigo mismo últimamente. Esa tristeza que en este preciso momento no quiere dejarme pensar, porque sabe que le escribo a ella para desquitarme por todo este caos mental que está provocándome y que afecta mi entorno personal.

Creo que estoy tan triste que no sé si realmente lo estoy, siempre estoy negándote tristeza, aunque siempre estés haciéndote sentir. No entiendo porque debería sentirme así, se supone que soy afortunado por tener una familia (de la que me siento cada vez más distante y que me rechazan cada vez que les hablo acerca de una nueva idea que tengo, que no pueden siquiera comprenderme… aunque yo no soy nadie para juzgarlos cuando ni siquiera yo soy capaz de entenderme); por poder ir a un colegio donde pueda prepararme para afrontar la vida (aunque allí nunca enseñen acerca de eso, siempre están ocupados tratando de grabarnos casi que imposibles fórmulas matemáticas que me confunden aún más); afortunado por tener algunos amigos y “amores” pero que parece nunca estuvieran ahí cuando estoy rodeado de ellos, y no es porque sean falsos (o quizá lo sean) es más bien por mí, ¡soy yo! Que no puedo sentirlos y verlos realmente, soy yo y mi tristeza vacía, la que me ciega el alma y sólo me deja verlos con los ojos; por tener una casa dónde pueda llegar a descansar la monotonía del día de la que siempre trato de escapar, pero no estoy tan triste, mi gato y mi perro hacen la diferencia porque siempre me reciben de una manera que sólo ellos saben hacer y que de alguna manera me hacen sentir mejor, me atrevo a pensar que esa felicidad que ellos demuestran en sus brincos, ladridos, maullidos, ronroneos se debe en parte a mí y eso me eso me alegra un poco, al menos le importo realmente a alguien.

Es domingo, son casi las 5 de la tarde, ahorita debería estar jugando con mis amigos un partido de fútbol al que me invitaron, riendo y jugando como un adolescente feliz, agradeciendo por todo lo que tengo. No lo hice, y no porque no pueda hacerlo, de hecho siempre lo hago; salir, jugar, comer y reír a carcajadas por estupideces que sencillamente hacen que esto no sea tan triste. No lo hice porque preferí quedarme aquí a meditar sobre todo esto que estoy haciendo mal con mi vida.

“Hay hombres que se saben de memoria el nombre de cada estrella; yo, de nostalgias” decía Nazim Hikmet en su poema “Autobiografía”. Yo cada vez más me identifico con esa frase. Vivo constantemente con una nostalgia vacía acumulada, pero que paradójicamente pesa, que sabe acecharme a altas horas de la noche cuando ya estoy completamente ebrio de melancolía.

Tristeza no sé qué quieras de mí pero ya has logrado que tenga todo perfectamente descontrolado. Me gusta quedarme despierto hasta tarde observando a mí alrededor o  en algunas ocasiones leyendo un libro porque es allí donde me encuentro con mis iguales, la noche triste y a veces la luna que también se nos une, porque así sé que nos hacemos compañía. Sé que puedo parecer algo masoquista al desvelarme sabiendo que en la noche y más en la madrugada es donde la espesa nostalgia le gusta entrar en la gente, pero qué más da, ya me he acostumbrado a eso y creo que me gusta. Me dicen que eso no es saludable, que duerma pero no me interesa, yo dormiré cuando me muera… un momento, esa es la forma con la que puedo acabar contigo, amiga tristeza.

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