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CAVETSS Y EL VIAJERO DEL SUR


Enviado por   •  7 de Octubre de 2015  •  Apuntes  •  2.195 Palabras (9 Páginas)  •  144 Visitas

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CAVETSS Y EL VIAJERO DEL SUR

Original de Carlo Tegoma.

El viejo se sentó de manera plácida sobre el taburete, tenía esa expresión que dan los años de hartazgo, su sonrisa imperceptible apenas languidecía por momentos. El sol estaba por ocultarse y las cabañas eran bañadas por los pocos rayos de su fulgor, el mar bullía presumiendo leves olas color turquesa que adornaban la playa, las palmeras radiantes envolvían el paisaje como el sueño de los marinos que anhelan el mar. El viejo tomó su bastón, sorbió un poco de su bebida, camino tocando con sus piel la arena fina que se deslizaba por sus dedos, la tarde estaba por caer, se acercó a la silla de alguien que dormía.

- Despierta, es hora del atardecer, no quieres morirte sin volver a ver uno antes.- el viejo golpeó con su bastón la silla del durmiente, éste, viejo como el otro despertó de un sobresalto.

- Por Dios, ¿Quieres matarme de un infarto?- El otro empezó a reír mientras con sus manos asía un taburete contiguo.

- Que bello se ve el mar cuando atardece, viejo suizo, ¿que tal eran las puestas de sol cuando vivías en la ciudad?

- Ni me lo recuerdes, viejo hindú, este lugar es un asilo a final de cuentas pero es lo más maravilloso que he visto en mi vida. Oye viejo hindú, nunca hablas de tu familia, estamos viejos y la espera de este lugar es solamente aguardar la muerte, pero todos hemos tenido una vida y muchos ya la hemos compartido, tú nunca hablas de ellos, ¿No recuerdas cuando te volviste invisible y apareciste en este lugar?

- Claro que lo recuerdo, viejo suizo, y hoy es el tiempo, ves a aquellos viejos que están allá. – El viejo señaló a los viejos que tendidos en la arena cantaban con guitarras en las manos mientras algunas ancianas bailaban de manera seductora, las bebidas eran en recipientes de cocos y algunos llevaban guirnaldas hechas con flores.- Ellos, viejo suizo, se han olvidado que alguna vez fueron invisibles, esa etapa ya desapareció. Todos sabemos que a los sesenta años en nuestro mundo desapareces automáticamente, pero debes prepararte, según la tradición debes haber tenido el encuentro maestro, si nunca lo has tenido, entonces serás invisible el resto de tu vida, tus familiares no te podrán ver, se les olvidará poco a poco atenderte, los niños no se te acercarán, los jóvenes no te buscarán porque ya no te ven y tus hijos se olvidarán de ti hasta que mueras, para ese entonces tu cuerpo aparecerá automáticamente y entonces se darán cuenta que existías.

- El encuentro maestro ¿Quieres decir que yo lo tuve y por eso estoy aquí, que no desaparecí y me quedé con mi familia, sino que aparecí en este maravilloso lugar?

- Así es, viejo suizo. Muchas veces el encuentro maestro lo tienes y no te das cuenta hasta que llegas aquí. Se que pronto no estaré y quiero contarte el mío como fue.

- Claro que si viejo hindú, nada me gustaría más.

“… Tenía veinticuatro años, vivía en el sur del país, mi familia no vivía conmigo, vivía solo en una casa en un fraccionamiento privado, tenía pocas pertenencias pero con las que tenía eran suficientes, se acercaba la navidad y las fiestas de esas fechas no eran de mucha emoción para mi, las estaciones de autobuses estaban repletas y el hervidero de gente era perceptible. Mi ánimo era deprimente, el día posterior a la nochebuena fui a despedir a mi familia, debían estar en la capital del país al otro día por cuestiones laborales; los acompañé a la terminal, mi vida en fechas anteriores no había estado llena de ningún tipo de aventura, mis relaciones amorosas habían sido un desastre y de verdad que ahora no me preocupaba mucho por ello, mis amigos y yo constantemente salíamos a divertirnos por las noches, las mujeres no faltaban, pero en ese momento no eran indispensables; una mañana antes de la despedida en la terminal me fue revelado un misterio, el mismo que ahora empiezo a comprender, los encuentros se dan una sola vez en la vida, como aquellos de Salomón con la Reina de Saba, o los ojos de Cristo con la mujer samaritana. Lo cierto es que la luz de mi conciencia era despertada ahora por un nuevo sentimiento: la ilusión. Ese encuentro maestro estaba próximo.

Fue ese día precisamente cuando despedía a mi familia en la terminal, prometo viejo suizo, no alargarte mucho el cuento y no tienes porque poner cara de aburrido, si, ya sé que estás impaciente, quizá sea mi último relato, quizá mañana no despierte porque el Altísimo me llamó a su presencia, déjame que me regocije con la narración de mis propias palabras.

Llegué con ellos, bajamos, hicimos una larga fila para que su equipaje fuera documentado, me apresuré a formarme y ellos solo me siguieron, mis ojos veían un programa por la televisión de la sala de espera, de reojo pude ver que alguien se formó detrás de mi, mi familia se formó detrás de ese alguien, seguía viendo el programa y de pronto percibí la sensación que provenía de manera semejante a lo sentido por la mañana en la que me fue revelado el misterio. Volteé, mi encuentro llevaba un atuendo en color naranja y bolsa de viaje, no presté importancia, cuando llegó mi turno de documentar uno de los trabajadores era un conocido amigo mío, lo saludé efusivamente. Me olvidé por un segundo que la gente esperaba, mi encuentro me tocó en el hombro, al voltear pude verlo mejor, sostenía mis boletos en sus manos, cuando se volvió a dirigir a mi para entregarme el papel que indicaba la documentación sus dedos rozaron los míos y sentí esa misma electricidad que provenía del misterio revelado. Y entonces lo comprendí, era mi encuentro, debía estar seguro o no, pero si lo era no debía dejarlo pasar si quería que al desaparecer a los sesenta años me encontrara en el maravilloso lugar en el que tú viejo suizo te encuentras ahora. Seguí a mi encuentro sin perderlo de vista, mi familia me seguía adivinando que buscaba lugares para sentarme, así lo hice, pero cerca de mi encuentro. Cuando tuve oportunidad lo vi bien, debía ser un poco mayor que yo por dos o tres años, me equivoqué viejo suizo.”

- ¿No era tu encuentro, viejo hindú?

- No viejo suizo, si era mi encuentro, me equivoqué con la edad, prosigo mi relato: “Me levanté de repente y me dirigí al sanitario, mi encuentro puso su mirada en la mía, no sé si lo haya sabido o no, pero debíamos encontrarnos o seríamos invisibles para siempre.

Deposité las dos monedas de la entrada, una vez dentro el lugar es algo deprimente pues a pesar de presumir buen servicio no deja de ser rústico, la ropa color naranja que pude ver de reojo me indicó que ya estaba en el interior del sanitario, me dirigí al lavabo, estaba al lado mío. Debió entenderlo, pues mi encuentro inició el proemio.

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