Crónica - Un nacimiento elegido

Una tarde del 4 de junio de 2004, En la ciudad de Medellín, Colombia; vagando en el mar de la incertidumbre, dudando de si estaba en un sueño o esa era la realidad, se encontraba hospitalizada Diana Carolina de la Torcoroma Villar Pérez, una joven de 19 años que aún no asimilaba por su juventud, o por la dificultad que de por sí implica entenderlo, que en las próximas horas su bebé Juan Esteban nacería. Quien la acompañaba era su esposo, Carlos Gregorio Sanguino Ortiz de 26 años, que por su lado, su expresión de felicidad, euforia e intriga, era sin duda, el gran y único motivo de su existencia en ese momento. Ambos conformaban una relación de pareja un poco turbulenta e inestable, incluso se podría comparar con la imagen de un funambulista caminando por esa tambaleante cuerda floja a una gran altura, corriendo el riesgo de caer, pero llenos más de fe y esperanza que otra cosa, se aferraban a su cuerda floja: su hijo.

5,3 millones de kilómetros hacia el norte, cada rincón de Los Ángeles, Estados Unidos de Norteamérica estaba en luto, las calles respiraban desolación y pena infinita, pues habían recibido la triste noticia de que Ronald Reagan, uno de los presidentes más influyentes de esa nación, el ídolo de muchos y la tormenta de otros, a los 93 años, se despedía de la vida después de padecer una fuerte neumonía.

Diana venía de un camino difícil, al principio llena de rechazo no quería saber nada de la criatura que estaba en su vientre. Después de haber pasado un largo período de bloqueo, empieza a impactarse con la idea de que justo eso, a lo que jugaba de pequeña con un bebé de juguete, ahora sería su realidad, ser mamá. Más que pensar en el cómo había llegado a esa situación, le agobiaba la ansiedad de saber la dificultad de su futuro.

Carlos, cual niño esperando sus regalos un 25 de diciembre en el arbolito de navidad, esperaba a su hijo. La pasión con la que vivía cada segundo del embarazo de su esposa era tan inmensa, que a las pocas semanas de recibir la noticia, ya insistía fuertemente con que el nombre de su hijo sería Juan Esteban, tanto así, que no hubo poder alguno para tornar esta decisión.

El destino entonces, decidiría que el nacimiento de Juan Esteban Sanguino Villar, sería el 5 de junio de 2004 a las 2:00 pm, misma tarde en la que en el otro lado de la moneda, la felicidad había sido robada de los habitantes estadounidenses.

El parto fue tranquilo y feliz, Diana, ya mas aterrizada a la realidad, se sentía completa, eso diminutos ojos que estaba observando, al instante le quitarían hasta la más mínima gota de intranquilidad. Carlos, muy ansioso en ese momento debido a que no lo dejaban ver a su hijo, corrió contra las leyes de lo correcto, y haciendo caso a su instinto más animal, entró a la fuerza en la sala de parto con la única intención de palpar esa suave piel del neonato Juan Esteban.

Todos los que habían gozado de la existencia de Ronald Reagan, sabían que el sólo los abandonaba carnalmente, pues no sólo era el hecho de que sus ideas serían eternas y vigentes, sino que también gracias a su carácter y su excepcionalidad, había logrado trascender en la vida de sus familiares, conocidos y por supuesto en su país.

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