Cuento corto

Revelación.

Tiene más de cuatro años dejé a mi gran amor, un yonki flaco con nariz chueca, hace un par de días embriagada por cerveza y whisky conseguí su teléfono, lo llamé, quedó en hablarme y no lo pude resistir, fui a buscarlo.

En el camino pensaba que tal vez no lo encontraría, me cuestionaba sobre lo que estaba haciendo, me imaginaba cómo sería encontrarlo, imaginé la escena: él estaría saliendo de su casa (probablemente en busca de cerveza) me miraría inhóspito, sonreiría y correría a abrazarme incrédulo.
Al fin llegue con labios rojos y vestido negro, los nervios me invadían, todo podía pasar… di la vuelta en calle de su casa y  lo encontré, perfecto,saliendo por una cerveza, me sonrío, me abrazó, inhalaba mi cuello y yo no podía soltarlo.
Bebimos y platicamos toda la noche, hasta que los putos moscos comenzaron a succionarme, entramos sigilosamente a su casa y me besó, nos besamos, me pregunto si quería que me cogiera o que me hiciera el amor, la respuesta fue más que obvia. Lo hicimos cuatro o cinco veces hasta el sueño nos venció, él me repetía una y otra vez lo hermosa que soy, no dejaba de besarme, enmarcaba  sus palabras con mi cuello largo, mis piernas y mi perfección ante sus ojos.
Al amanecer estaba muy cruda, me dio refresco con hielos, me besó una y otra y otra vez hasta que terminó dentro de mi.
Tuve que marcharme, no podía soportar saber que no volveríamos a vernos, regrese a casa con sonrisa inminente, y comencé a beber durante días, me drogue para olvidarlo, terminé con otro hombre entre las piernas y pensé: ¡esta soy! la puta/alcohólica/drogadicta que ama al hombre que jamás podrá tener.

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