Cuento para literatura EL EXAMEN

EL EXAMEN

Augusto se despertaba a las 5 de la mañana para prepararse e irse a la escuela, él se sentía preparado para el examen que iba a presentar en unas cuantas horas más tarde.

Estudio todo el día de ayer y durmió a las 9 de la noche, tal como decía su horario organizado un mes antes. “Ese examen cambiará mi vida”, era lo que se decía cada vez que sus amigos lo invitaban a salir.

Después de ducharse y sin razón aparente, Augusto se miró en el espejo, vio sus ojos tratando de verse en el reflejo de aquellos, ni siquiera el mismo sabía porque estaba haciendo eso, quizá, su vida tendría un antes y un después de ese examen.

Llegando a su salón de clase, siendo el primero como de costumbre, entre todos los asientos vacíos decidió sentarse en el último banco de la última fila, de la última hilera; la madre de Augusto era muy religiosa, teniendo como filosofía de vida “los últimos serán los primeros”.

Al pasar las clases, Augusto no dejaba de pensar en el examen, no presto atención a ninguno de sus profesores anteriores, ni siquiera había abierto su mochila en todo el tiempo transcurrido en la escuela. Hasta que, finalmente llegó la hora, Él no podía entender como sus compañeros se veían tan relajados ante esa prueba, su corazón palpitaba como jamás había pasado.

Al entregarle la hoja de respuestas, abrió su mochila, donde saco un borrador y un sacapuntas, pero, el lápiz, no lo encontró. Augusto se puso nervioso, el jamás había pedido algún material en su salón, el piensa que lo hace por ser orgulloso, pero en realidad era porque jamás hablo con nadie de su salón de clase.

Su desesperación era más que evidente, pero para sus compañeros, al mismo tiempo sentían una pena ajena, ya que no entendían porque estaba así aquel joven que ni siquiera saben cuál es su nombre.

Su profesor también se percató, pero el al ser el más amargado de toda la institución, podría hasta decirse que eso le alegro el día, sentándose en su escritorio para tener más placer con su “espectáculo” personal.

Augusto con tanta desesperación, con la cara roja y casi un nudo en la garganta, trago su saliva y le pidió el lápiz a la compañera que estaba frente a él, y susurrando dijo: ¿ Disculpa, de casualidad tienes algún lápiz que me prestes?.

A lo cual la chica sorprendida por escuchar su voz después de tanto tiempo, accedió y le presto un pequeño lápiz verde. Augusto se percató del color que no era natural para él, el solo compraba lápices amarillos, al observar el lápiz vio que era un lápiz del número 3.

Augusto sintió la ansiedad en todo su cuerpo, pensó: ¿numero 3? ¡Estoy perdido!

El perfeccionismo de Augusto lo llevo a un ataque de ansiedad, el cual causo que perdiera por un pequeño lapso la cordura, y rompiera su hoja de respuestas pasados los 10 minutos del examen, Todos voltearon a verlo al mismo tiempo que su profesor soltó una pequeña pero nada sutil carcajada.

Augusto no supo que hacer y salió del salón. Se fue de la escuela con una lagrima en su mejilla y llego a su casa mientras sus padres trabajaban, se encerro en su habitación y durmió hasta la mañana siguiente.

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