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Cuentos De Amor Locura Y De Muerte Horacio Quiroga


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  1.841 Palabras (8 Páginas)  •  460 Visitas

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II. Para los Cuentos de amor, locura y muerte de Horacio Quiroga:

4. Elija tres relatos del texto, y explique cómo se manifiestan los temas de amor, locura y muerte, respectivamente, para cada uno de ellos: ¿qué tipo de amor, locura y muerte aparece en los relatos?, ¿qué idea del amor, la locura y la muerte manifiesta el narrador?, ¿de qué modo se representa el amor, la locura y la muerte en el texto? Argumente utilizando ejemplos textuales.

En la mayoría de los textos del libro es posible distinguir más de un tema de los que propone el título. Por ejemplo, en la trama del cuento “La meningitis y su sombra” se desarrollan los temas de la locura y el amor, y como estos dos se ligan íntimamente. En este caso particular la idea que destaca es la del amor romántico, y a lo largo del relato se representa de diversas formas. El protagonista y narrador de la historia es Carlos Durán, un ingeniero que es citado con urgencia por un viejo amigo para que vea a su hermana enferma, una joven de 19 años a quien ha visto solo una vez en su vida, pero que sin embargo lo llama a él en sus delirios. Carlos reacciona extrañado a este suceso, al punto de llegar a sentirse inocente y sorprendido como un muchacho, a pesar de su edad, como se puede apreciar en el siguiente fragmento:

“-Ni una palabra...-murmuré aturdido, tan aturdido, como puede estarlo un adolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde la penumbra del coche mantiene abierta hacia él la portezuela... Pero yo tenía ya casi treinta años, y pregunté al médico qué explicación razonable se podía dar de eso.”

A pesar de buscar una explicación científica a este hecho, Carlos se enfrenta a una situación repentina totalmente ilógica que lo deja perplejo, y se involucra crecientemente en ella en sus visitas a Elvira. El amor a esta altura del relato se presenta casi como una casualidad, como le expone el médico a Carlos:

“en una tierra hay un millón, dos millones de semillas distintas, como en cualquier parte. Viene un terremoto, remueve como un demonio eso, tritura el resto, y brota una semilla, una cualquiera, de arriba o del fondo, lo mismo da. Una planta magnífica... ¿Le basta eso? No podría decirle una palabra más. ¿Por qué Ud., (Carlos) precisamente, que apenas la conoce, y a quien la enferma no conoce tampoco más, ha sido en su cerebro delirante la semilla privilegiada?”.

En la joven enferma Carlos encuentra una devoción hacia él hasta ahora desconocida, y que comienza a cautivarlo, a pesar de que lo siente equivocado.

“Pero la luz de aquellos ojos, la felicidad en que se iban anegando mientras me acercaba, el mareado relampagueo de dicha, hasta el estrabismo, cuando me incliné sobre ellos, jamás en un amor normal a 37° los volveré a hallar. (…) Creo que me sonreí como un estúpido (¡qué iba a hacer, quiero que me digan!)”

Sin embargo, Durán desiste de seguir visitando a Elvira ya que la extraña situación lo hacía sentirse como un “idiota”, pero luego de ser citado nuevamente por su amigo, continúa sus visitas ahora periódicamente, y Carlos cae poco a poco en la ilusión del amor delirante de Elvira, enamorándose e idealizándola en su enfermedad.

“¿Qué hacer? Bien sé que todo esto es transitorio, que de día ella no sabe quién soy, y que yo mismo acaso no la ame cuando la vea de pie. Pero los sueños de amor, aunque sean de dos horas y a 40°, se pagan en el día, y mucho me temo que si hay una persona en el mundo a la cual esté expuesto a amar a plena luz, ella no sea mi vano amor nocturno... Amo, pues, una sombra, y pienso con angustia en el día en que Ayestarain considere a su enferma fuera de peligro, y no precise más de mí.”

Tanto el doctor como Carlos tratan de mantener siempre claro el hecho de que es todo momentáneo y alejar la ilusión de este último Un amor contenido. Dentro del delirio de fiebre de Elvira existe tal vez un eco de cordura que despierta toda la esperanza de Durán, cuando ella le pregunta si después del delirio este la seguirá queriendo. A pesar de lo confuso de la situación, Carlos se aferra a esta esperanza dada por Elvira, como un acto claro de enamoramiento hacia ella. Cuando al pasar del tiempo la joven se sana, Carlos se resigna y trata de olvidar todo el asunto. Cuando vuelve a ver a María Elvira ella se muestra sana y sin recuerdo de lo ocurrido, el amor de Carlos se torna en este punto en un amor no correspondido, lejos del ideal que el alguna vez proyectó en la muchacha. A pesar de todo, Carlos se aferra a su absurda esperanza de que Elvira recuerde de lo dicho en su última noche de delirio. El amor se presenta ante él lejano e ideal, como un sueño del cual despertó.

“En cuanto a mí, me paso la vida llevando cigarros a la boca como quien quema margaritas: ¿me quiere? ¿No me quiere?”.

El narrador también nos muestra un amor que se manifiesta en los celos hacia el Doctor, ósea, un amor posesivo.

“¿A qué quedarme? ¿A recomenzar la historia de siempre, quemándome solo, como un payaso, o a desencontrarnos cada vez que nos sentimos juntos? ¡Ah, no! Concluyamos con esto.”

Hacia el final del relato, el amor no correspondido de Carlos lo vuelve en un estado de desesperanza, por lo cual encuentra en la huida lejos su única escapatoria. Finalmente al ir a despedirse de Elvira se encuentra con que ella también

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