Discurso ala madre
Enviado por bridney270815 • 17 de Septiembre de 2015 • Trabajo • 704 Palabras (3 Páginas) • 217 Visitas
En El amor maternal: descanso para la aflicción de espíritu
Buenos días, profesora y compañeros que tienen a bien escuchar las burdas palabras que emanan de mi boca y expresan, torpemente, los sentimientos que emanan de las profundidades insondables de mi alma. Los últimos días he escuchado a mis condiscípulos hablar, la mayoría con inteligencia, otras veces haciendo gala de recursos retóricos insospechados, pero siempre con una elocuencia que la espontaneidad rodea de un aura de elegancia, sobre episodios significativos que han marcado su trayectoria vital
medio de ese maremágnum de frases y párrafos grandilocuentes, se puede discernir un sentimiento en común: el amor, ya sea el amor a un padre tierno y cariñoso, a una persona que con su ejemplo dejó una huella imborrable en ellos o a un ser querido que con una simple mirada iluminó su corazón en su hora más oscura. No es mi intención rivalizar con ellos, cada cual en su estilo, ha expresado su sentir con una intensidad inigualable. Pero si creo necesario rendir homenaje a aquellas mujeres que siempre están presentes cuando más las necesitamos: nuestras madres.
Y di mi corazón a inquirir a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo….mire todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. Y dedique mi corazón a conocer la sabiduría, también a entender las locuras los desvaríos; conocí que aun eso era aflicción de espíritu. Con esas palabras comienza el libro del Eclesiastés, lamentando la inutilidad de la existencia humana. A lo largo de mis escasos 15 años de vida, me he dado cuenta que los adolescentes somos como el Predicador: nos afanamos por alcanzar la sabiduría. Pero esa falsa imagen de la sabiduría no es más que una sombra engañosa que nos envuelve. Se trata simplemente de una visión epicúrea de nuestro devenir. Confundimos el conocimiento con el placer de vivir la vida con una intensidad que raya en la insensatez. Al final, cuando la soledad nos invade, cuando la compañía hasta del más querido de los amigos se hace insoportable, cuando el amor de nuestra pareja no deja más que un regusto amargo en el paladar, solo queda alguien a quien acudir: el amor de aquella que nos trajo al mundo.
Aristóteles decía que existen tres tipos de amor y amistad: por interés, por atracción física y por afinidad espiritual. Los amigos y la pareja pueden ofrecernos el segundo, en muy raras ocasiones el último, que solo somos capaces de obtener de nuestra progenitora. Con ella establecemos un vínculo que traspasa el tiempo, que va más allá incluso que la distancia, para aquellos que creemos en una vida ultraterrena, que la muerte. Por último, dada la torpeza las limitaciones de mi léxico, solo queda honrar a esas heroicas mujeres que sufrieron
...