Dos Centímetros De Mar
Enviado por profesorcharriez • 27 de Octubre de 2013 • 2.006 Palabras (9 Páginas) • 387 Visitas
Dos centímetros de mar o la metáfora de la carencia
Reseña crítica de Dos centímetros de mar de Carlos Vázquez Cruz, Editorial Tiempo Nuevo, 2008.
Max Chárriez
Puerto Rico es una isla, sería una redundancia decir “que rodeada de mar”, pero así lo decimos. Es como si necesitáramos recordarlo. Como si el mar fuera ajeno, extraño. Nuestra mentalidad insular nos hace mirar hacia adentro, hacia la montaña y nos imaginamos que somos un continente, pequeño. Hasta los de San Juan decimos que vamos “para la isla”. Tal vez por eso la perpetua necesidad colonial de poner el nombre de Puerto Rico en “alto”, en “grande”.
Pero es el mar y su inmensidad lo que nos define geográfica, política, etnográfica, económica y hasta culinariamente. Pero le damos la espalda al mar. Le hemos ido perdiendo el acceso, lo hemos cedido a los grandes intereses. Nos conformamos con poder mirar entre edificios, desde las avenidas y expresos, centímetros de mar, como un lujo, un privilegio de los muchos pocos que pueden pagar apartamentos y casa con ocean view.
Esa es la gran metáfora de la novelle Dos centímetros de mar de Carlos Vázquez Cruz. El conformarse con lo poco, con lo que se permiten ver, tener o pensar. La metáfora de la carencia. Si me acerco muy al filo derecho de la ventana de mi cuarto, a lo lejos asoman dos centímetros de mar… el cantito oceánico que Dios, en su infinita misericordia, separó para mí… no llega a una pulgada, pero me conformo (24).
Ya lo adelanta el autor en las citas a modo de epígrafe colectivo (aunque nos quiere hacer pensar que dichas citas “se han incluido sólo por envidia”): el protagonista, Carlos, hombre gay, con apartamiento en Miramar, en la calle Olimpo (“domicilio de los dioses”), profesor de literatura y escritor, con carro y amigos muy influyentes, sin embargo, vive una vida de carencias. Como el hijo de Trinidad (Luis Rafael Sánchez, ¡Jum!) se oculta; como la protagonista de No quiero quedarme sola y vacía de Ángel Lozada, es incapaz de establecer relaciones saludables, por eso no logra tener una Puerto Rican love story; trata infructuosamente de escapar de sí mismo (Moisés Agosto en Nocturno y otros desamparos); y cuando realmente comprende la verdad, cuando la logra tener en sus manos (objeto del deseo), ya es demasiado tarde (Convento de clausura de Juan Antonio Rodríguez).
Juré tirarme a muchos, no conocer a nadie y morir en paz, convenio interno que continúa intacto, aderezado por los adelantos tecnológicos. Opté por quedarme en casa; no arriesgar la vida. Me acoplé a la rutina nocturna de acceder a la Internet: conversaciones, pajas, baño y ¡a dormir! … (17)
De estas citas la más interesante es la de ¡Jum! (Sánchez, En cuerpo de camisa, 1966). Es como si el hijo de Trinidad pudo escapar del barrio, haber evitado su muerte en el río acosado por la jauría y pudo llegar a refugiarse a San Juan, al anonimato de la gran ciudad. Cuarenta y dos años después el hijo de Trinidad sigue encerrado en la casucha, ahora apartamiento urbano, “viviendo a medias”. Ahora no huye de los perros ni del acoso de los negros del barrio. Ahora la mordida del perro es el Sida y el acoso es el mordaz conservadurismo pitiyanqui del Bible belt sureño puertorican style.
Por ser una obra corta, relampagueante, hay muchos detalles de los personajes que no son narrados. Sin embargo, en esta novelle lo que no se dice es tan importante o más, que lo que se dice. Lo que ha quedado fuera de la narración y que el autor hábilmente “demuestra”, es la clave de la metáfora. La carencia del personaje se demuestra en la ausencia de un marco referencial sobre su vida. ¿Qué sabemos del protagonista al final de la obra? Muy poco. Realmente, de lo que carece. Está ausente la familia: …hasta mi hermana menor había adquirido asombrosa fluidez en el discurso insultante… (17). Ausencia de amistades: Peor que los golpes de un amante, es la falta de socorro de un amigo (99). Ausencia de relaciones saludables y estables: Repasé los hombres que han hecho escala en mi vida: tantos. Permanecido: dos. Recibido mi amor: uno. Y aquellos que me habían hecho sentir amado: ninguno (91).
Antes tanta carencia hay que recompensar. Presente está la necesidad de aparentar lo que no se es: Nutrirme en el anonimato del hogar significaría correr el riesgo de que la gente especule sobre una supuesta carestía económica (27). Presente la insensibilidad, la bichería: “¡Qué se joda!”, pensé, “no es asunto mío”. Cerré la escotilla de sensibilidad y me sumergí en el show (48). Presente el cinismo y el sarcasmo desgarrante: … y pudo más el sarcasmo que el amor que le tenía (20). Presente está la negación, la desasociación de la realidad: En mi esternón surgió un hoyo en que anidó el pájaro de sombras de la pena. Un sentimiento de culpa, como un cuervo o un murciélago, me ensombreció el corazón… Sin embargo,… el procesamiento de datos se efectuó de modo diametralmente opuesto en el plano psicológico (79, 80). Presente está el miedo: Entonces decidí quedarme en casa para que ese perro [el Sida] no me mordiera (46). También el determinismo (tono que permea todo el texto): … la rueda de la fortuna ya había aplastado, en su implacable girar, mis posibilidades (103).
De esta forma Carlos Vázquez nos presenta una fotografía de un hombre gay puertorriqueño, el hijo cualquiera de Trinidad, viviendo el mismo paradigma en diferentes circunstancias. Interesante señalar que aquí no se muestra mucha homofobia social de la clase dominante. Es la homofobia interna la protagonista. Aquí los que se golpean, los que se acosan, los que se hieren, destruyen y autodestruyen son los mismos personajes homosexuales. Llama la atención que el único hombre con quien el protagonista tiene una relación sexual que no le infunde temor y que le muestra un poco de simpatía es el policía Salgado, aún así Carlos es incapaz de aceptarla. Salgado contuvo su viaje a la salida; retrocedió. Me sostuvo contra su pecho, en donde destapó
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