Dos Palabras
Enviado por yonijoa12 • 12 de Septiembre de 2013 • 623 Palabras (3 Páginas) • 384 Visitas
MARÍA DOLORES ALBALADEJO GARCÍA
marcoELE REVISTA DE DIDÁCTICA ELE. ISSN 1885-2211, núm. 13 / www.marcoele.com
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DOS PALABRAS
Isabel Allende
enía el nombre de Belisa Crepusculario, pero no por fe de bautismo o
acierto de su madre, sino porque ella misma lo buscó hasta encontrarlo y
se vistió con él. Su oficio era vender
palabras. Recorría el país, desde las
regiones más altas y frías hasta las costas ca
lientes, instalándose
en las ferias y en
los mercados, donde montaba cuatro palos con un toldo de lienzo, bajo el cual se
protegía del sol y de la lluvia para atender
a su clientela. No necesitaba pregonar su
mercadería, porque de tanto caminar por aquí y por allí, todos la conocían. Había
quienes la aguardaban de un año para otro
, y cuando aparecía por la aldea con su
atado bajo el brazo hacían cola frente a
su tenderete. Vendía a precios justos. Por
cinco centavos entregaba versos de memoria, por siete mejoraba la calidad de los
sueños, por nueve escribía cartas de enam
orados, por doce inventaba insultos para
enemigos irreconciliables. También vendía
cuentos, pero no eran cuentos de
fantasía, sino largas historias verdaderas
que recitaba de corrido sin saltarse nada.
Así llevaba las nuevas de un pueblo a otro. La gente le pagaba por agregar una o dos
líneas: nació un niño, murió fulano, se casaron nuestros hijos, se quemaron las
cosechas. En cada lugar se juntaba una pequ
eña multitud a su alrededor para oírla
cuando comenzaba a hablar y así se enteraban de las vidas de otros, de los parientes
lejanos, de los pormenores de la Guerra Civil. A quien le comprara cincuenta
centavos, ella le regalaba una palabra secreta para espantar la melancolía. No era la
misma para todos, por supuesto, porque eso habría sido un engaño colectivo. Cada
uno recibía la suya con la certeza de que
nadie más la empleaba para ese fin en el
universo y más allá.
Belisa Crepusculario había nacido en una fa
milia tan mísera, que ni siquiera poseía
nombres para llamar a sus hijos. Vino al mu
ndo y creció en la región más inhóspita,
donde algunos años las lluvias se conviert
en en avalanchas de agua que se llevan
todo, y en otros no cae ni una gota del ci
elo, el sol se agranda hasta ocupar el
Horizonte entero y el mundo se convierte
en un desierto. Hasta que cumplió doce
años no tuvo otra ocupación ni virtud que so
brevivir al hambre y la fatiga de siglos.
Durante una interminable sequía le tocó
enterrar a cuatro hermanos menores y
cuando comprendió que llegaba
...