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Dédalo: el espejo como vehículo para el proceso hermenéutico


Enviado por   •  23 de Febrero de 2016  •  Ensayo  •  5.043 Palabras (21 Páginas)  •  2.276 Visitas

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María Guadalupe Espinoza García

Facultad de Filosofía y Letras

Mtro. Rogelio Castro Rocha

Facultad de Filosofía y Letras

“Dédalo”: El espejo como vehículo para un proceso hermenéutico

Introducción

El análisis de esta investigación se centrará en el poema “Dédalo” de Jaime Torres Bodet, escritor que pertenece al grupo de los Contemporáneos. Un movimiento literario que apareció en México a principios del siglo XX luego de los conflictos de la Revolución mexicana. Según Gadamer, en Verdad y método, es a partir de la historia y el lenguaje, principalmente, que se construye el horizonte hermenéutico, por lo tanto, para este análisis será pertinente hacer una ubicación panorámica de la situación socio-histórica del país, a partir del texto literario.  

La problemática de “Dédalo”, que se tomará en cuenta para este análisis, es la presencia de la figura del espejo. El poema alude a un laberinto de espejos en el que hay un “yo[1]” que se busca a través del reflejo que emite el espejo. En esta operación, se sustenta el análisis hermenéutico del presente examen. El espejo se entenderá como una posible vía para llegar al otro, o más bien, a partir del espejo se produce un deslizamiento del “yo” para alcanzar la comprensión, meta de la hermenéutica.

Hecho en México

El siglo XX en México tuvo un atropellado inicio. Es decir, el país atravesaba por una época de guerra (y posguerra) con la Revolución, por un lado, y por el otro, se intentaba reconfigurar los paradigmas políticos e institucionales (como la Reforma agraria, o la Constitución de 1917). Empero, el caos que gobernaba el territorio mexicano no permitía el avance y progreso anhelado.

Entre las principales preocupaciones para poner en orden al país no se hallaba la de reorganizar el papel de la cultura, al contrario, este era un punto que había quedado en el olvido. Salvo por unos cuantos como Vasconcelos quien, en medio de esta difícil situación, planeaba instaurar nuevos programas educativos y emprender labores de alfabetización.

Durante la segunda década del siglo XX se respiraba el amargo ambiente posrevolucionario, es decir, un desaliento masivo permeaba en los que antes habían tenido confianza en el progreso de México, como Vasconcelos o Ramón López Velarde.

Por estos años, los intelectuales de la época huyeron, casi la mayoría, a refugiarse en Europa, dejando abandonadas las tareas de ilustración en el país, que con mucho esfuerzo, se estaban extendiendo a la clase media durante el siglo XIX.

En 1924 Plutarco Elías Calles asume la presidencia de la República mexicana, ejerciendo un gobierno de “ortodoxia política”. En este mismo año, Xavier Villaurrutia da a conocer “La poesía de los jóvenes en México” como parte de una conferencia en la Biblioteca Cervantes, con este ensayo ya se asoma la configuración del grupo Contemporáneos. Villaurrutia establece que forman parte de la generación: Carlos Pellicer, Bernardo Ortiz de Montellano, Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Enrique González Rojo, José Gorostiza e Ignacio Barajas Lozano. Los participantes de los Contemporáneos son variables, en 1928, ya no se toma en cuenta a Barajas Lozano, y Torres Bodet incluye a Gilberto Owen y Jorge Cuesta. No es baladí que entren y salgan nombres de la generación, esto tiene un trasfondo muy complejo porque la alineación de los Contemporáneos no obedece a aquellos que participaban en la revista homónima, publicada por primera vez en 1928, porque de ser así Anselmo Mena, Enrique Asúnsolo, Enrique Munguía, y Octavio G. Barreda, habrían sido parte de la generación, sin embargo, no fue así. A los Contemporáneos los une algo más que coincidir en la misma revista.

La principal influencia de la generación, o al menos la que todos aceptaron, fue López Velarde, para ellos era el héroe que permaneció de pie y en su país aún en los tiempos difíciles. Vasconcelos es una figura determinante en el grupo, algunos como: Bernardo Ortiz de Montellano, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Jaime Torres Bodet,  adoptan el tono optimista (de confianza en la nación, en la cultura popular) que el maestro tenía hasta 1924, y el resto del grupo, los que no vivieron el entusiasmo de la primera etapa de Vasconcelos, sino la era de ruina, posterior a 1924, fueron escépticos como el maestro. Salvador Novo, Xavier  Villaurrutia, Gilberto Owen y Jorge Cuesta dejan ver en su obra esta actitud pesimista y desconfiada.

Los Contemporáneos tenían en común la búsqueda de una “identidad mexicana”, por lo tanto, de una literatura mexicana, que como ellos mismos afirmaban, no existía en aquella época y lo que se escribía en México era una copia de los modelos literarios europeos, franceses, específicamente. Los Contemporáneos se propusieron la empresa de seguir con la labor que inició López Velarde de reconocer lo “mexicano” en los paisajes, en el idioma, en las costumbres, para configurar un mexicanismo. Es decir, con esta empresa se pretendía reconocer lo propio y así poder relacionarse con los otros (extranjeros) pero no a modo de imitación, sino de propuesta. Se pugnaba por construir una literatura mexicana que estuviera ubicada en el mundo con individualidad, esto quiere decir, con diferencias a las otras literaturas nacionales.  

Otras influencias de los Contemporáneos fueron: Antonio Caso, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Juan Tablada, Enrique González Martínez, así como, Porfirio Barba-Jacob, y José Santos Chocano en Sudamérica. Aunque la generación de los Contemporáneos pretendía alejarse de lo “extranjero” y más bien, buscar lo “mexicano” no pudo pasar por alto las propuestas literarias francesas, el surrealismo y el teatro de salón, por ejemplo. Autores como: Valéry, Cocteau, Proust, Giraudoux, principalmente. Los Contemporáneos, al igual que estos autores, pugnaban por cuestionar la cultura, la política, la civilización nacional, y configuraron, a su estilo y con matices, una generación que cuestiona su alrededor para poder reconocerlo y reconocerse en él. (Blanco, 1996: 174,177)

Torres Bodet fue de los autores más productivos de la generación, escribió poesía, narrativa, ensayo, crítica literaria, autobiografía, entre otros, no obstante, muchos de sus textos son fácilmente identificables con otras obras de extranjeros, es decir, Torres Bodet, no es fiel a la premisa de partida de los Contemporáneos: dejar la imitación y hacer un trabajo sin importación (Blanco, 1996: 222,223). A Jaime Torres Bodet lo descalifican sus compañeros porque se vuelve funcionario público y quiere vender la idea de un México en excelentes condiciones, sin decadencia. Por otro lado, a Jorge Cuesta le parece natural esta actitud de seguir importando elementos, pues dice que la historia de nuestro país se ha configurado a partir de paradigmas extraños y nunca se ha intentado crear un país basado únicamente en las condiciones internas de éste.

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