EL CUENTO DE MI VIDA
Enviado por Dianagonzalezf • 10 de Marzo de 2013 • 1.645 Palabras (7 Páginas) • 666 Visitas
EL CUENTO DE MI VIDA
Quizás en el mundo todos estamos eximidos de vivir grandes aventuras, pero el de Amelie por ejemplo tuvo una magnífica.
Todo empezó una noche de luna llena, esperada por muchos seres de la tierra, desde ese momento comienza la historia de Amelie, una hermosa princesa que era deseada y anhelada por sus padres. El gran dilema es que su padre ya había tenido dos hijos varones y el estaba seguro que su próximo heredero sería también un varón, pues por cosas de la vida, todo tomó un rumbo contrario, Amelie siempre se escondía de las cámaras en el vientre de su madre, nunca dejó ver que era una mujercita, ya para el día de su nacimiento su padre se sorprendió al recibir la noticia del doctor, él le dijo “Su majestad, felicitaciones, su nueva heredera está sana y salva” , su padre no lo podía creer pero así mismo desde que nació siempre la cuido y la protegió de todo mal, él le cambiaba los pañales, jugaba con ella, escapaba de su sueño sólo por calmar los gritos de la pequeña en horas de media noche.
Amelie siempre llamaba la atención por su peculiar forma de llevar su imaginación a los extremos, su mejor amigo era un unicornio con el que jugaba siempre, a él le contaba todo lo que le sucedía a diario, él la escuchaba y le ayudaba a resolver sus problemas, esto hizo que desde chiquita se volviera muy independiente. En su niñez siempre le encantó jugar a las muñequitas, a la cocina, a maquillarse y a la peluquería, siempre fue muy vanidosa y caprichosa pues que se podía esperar después de haber vivido por tanto tiempo en ese gigante palacio de sus padres.
A parte de su unicornio, a los diez años encontró un nuevo amigo, era un animal canino llamado Frank, fue el regalo de sus cumpleaños, éste animal para ella fue como su hermano menor que siempre quiso tener, lo cuidaba más de lo que se cuidaba ella, dormían, comían, se bañaban y jugaban juntos, siempre fueron muy inseparables, el siempre estuvo acompañándola en sus momentos difíciles y en los mejores de su vida, siempre la escuchó, fue un gran amigo ya que de su boca no salió ni una palabrita de todo lo que ella le contaba, nunca la juzgó ni la rechazó por sus actos, siempre tuvo el apoyo de su mascotita.
Amelie era una niña muy inquieta, quería saberlo todo, se preguntaba por cada cosa que le sucedía, al crecer tuvo grandes dificultades con su familia ya que de manera a como diera lugar ella quería hacer sus cosas y vivir su mundo, lleno de fantasía e ilusión, soñaba con tener una gran familia, ser una gran profesional y poder darle a sus hijos la vida que alguna vez ella tuvo.
Vivió en un gran palacio, desde su alcoba tenía la vista más increíble del mundo, pues aun que todo en su vida iba muy bien, en algo tuvo que fallar, no fue en su forma de actuar con su familia, ni con su estudio ya que siempre fue una niña muy dedicada a él, en lo que falló tal vez fue en algo en que muchas personas lo han hecho, lo que para ella fue su mayor debilidad… EL AMOR.
Y así empieza su historia del amor que para ella nunca hubiese querido vivir. No todos los días encontraba un sujeto tan peculiar y extravagante como él, pero, así sucedió ese día de su cumpleaños número dieciséis; era un sujeto tan impredecible y curioso, el cual ella nunca creyó que lograría llegar a entender y conocerlo a fondo, parecía que todo lo que hacía sería diferente a cada segundo, un día pensaba algo, y al otro era diferente, pero sin embargo, todos sus pensamientos se conectaban entre sí, era algo difícil de comprender, nunca conoció su nombre, lo único que le dijo sobre eso es que lo llamara como quisiera, y por su parte lo llamó Adam, al principio pensó que de pronto tendría uno de esos nombres rebuscados y feos, que tal vez le daría pena decírselo, pero no bastó mucho tiempo para darse cuenta de que para él eso era irrelevante, incluso nunca se tomó la molestia de preguntarle el de ella, en algún momento se lo dijo pero no lo tomó en cuenta, lo llamaba como quería, como se le venía a la mente, a veces Adam, a veces Thomas o a veces ni eran nombres, solía usar los nombres de las cosas, como si fueran apodos, al principio era extraño, pero luego se acostumbró. Lo conoció en uno en uno de los estados más ebrios en los que ella ha podido estar, pues se venía su primera e inolvidable embriagada al cumplir los dieciséis años, incluso de ese día sólo tiene vagos recuerdos, pero por esos
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