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EL PEQUEÑO REY


Enviado por   •  24 de Enero de 2017  •  Ensayo  •  2.354 Palabras (10 Páginas)  •  237 Visitas

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Escrito por: C. L.  Ablan

   Erase una vez un niño con una cara muy similar a un melocotón[a], retozaba en el bosque con sus juguetes de madera y su teatro de cartón. Mientras jugaba, olvidó por completo [b]ir a comer a su casa.  Cuando la noche cayó, el niño con cara de melocotón le dio temor regresar a su casa. Asustado por los bulliciosos ruidos [c]que producían los animalitos, criaturas escondidas[d], y las sombras transmutadas de los árboles, se refugió dentro de un tronco desgastado, hasta quedarse completamente[e] dormido.

   Al día siguiente, el niño despertó con un apetito voraz. Como estaba lejos de su casa, revisó entre los árboles para ver si corría con suerte en hallar alguna fruta o algún otro alimento que pudiera calmar sus ganas de comer. Fue justamente en ese momento cuando una bandada de ratones de colores muy llamativos[f], le asaltó para saber que le ocurría y el porqué de esa expresión tan preocupada que se reflejaba en su rostro.

   Entonces uno de los ratones, el más suspicaz de todos, se aproximó, y acercando su puntiaguda nariz[g], lo olfateó y después se trepó por sus ropas hasta llegar a su hombro derecho. Le preguntó el niño con cara de melocotón con una voz muy peculiar…[h]

-¿Qué haces pequeñín? – preguntó el niño al ver que el roedor acabó la inspección.

   El roedor levantó la cabeza y acercó su nariz hasta la oreja[i]. De inmediato, el roce con sus largos bigotes le produjo unas gratas cosquillas.

  El ratón, como no podía hablar, le contestó moviendo sus bigotes:

-¿Te crees listo, eh? – dijo el niño al recibir la respuesta. – veamos.  

   Con un movimiento repentino, el roedor bajó del hombro del niño y se unió al resto del grupo de ratones. El ratón azul, gordo y muy gruñón, emitió un chillido[j], y los demás le siguieron en vía recta hasta la entrada de un extraño túnel. El niño se quedó pensativo ante el comportamiento de los roedores, y a toda marcha los siguió sin importarle sus juguetes en el bosque. Pues su fin era ver cómo salir de ese gran y profundo bosque. 

   El niño con cara de melocotón por lo que se detuvo frente al túnel, tras ver a los ratones desaparecer en la larga y oscura espesura.  [k]

   – ¡Esperen… a dónde vais![l] ¡No puedo correr más deprisa! - exclamó el niño.

   Los ratones se esfumaron y el chiquillo volvió a quedarse solo.

   –Entraré por ese camino, pero… ¿y si mis padres están buscándome?  [m]

   Sin embargo, el niño se armó de valor y decidió entrar por aquel túnel.  Todo allí dentro era muy oscuro, y a medida que daba pequeños y cuidadosos pasos, perdía la claridad que le brindaba el exterior. Hubo un momento en que se descuidó y ya no se apreciaban destellos de claridad, ante él se impuso una oscuridad absoluta. El niño se asentó a sollozar y se tiró al suelo; molesto a la vez porque había perdido la oportunidad de lograr salir del bosque por medio de aquellos ratones peculiares. Nunca había estado en un lugar como aquel túnel misterioso.

   Al cabo de unos minutos, el niño dejó de sollozar y se secó los ojos rápidamente. Al final del camino apareció una luz que empezó a titilar incesablemente. El chiquillo pensó que era producto de su imaginación. Enseguida se puso de pie y corrió, y corrió hasta lograr salir del túnel.

   La luz era tan real como los pantaloncillos que llevaba puestos.   [n]

  Un sol brillante y un cielo despejado había del otro lado del túnel. Era un paraje hermoso con árboles frondosos y cargados con frutas de gran variedad. A unos cuantos pasos, había una gran piedra deforme, y sobre ella, tres personas adultas mirando al cielo. Los ratones de colores aparecieron de repente alrededor de las personas, dando pequeños brincos. Uno de los hombres se levantó por las zancadas que hacían los ratones, avisándoles la presencia de aquel chiquillo intruso con cara de melocotón.

   -¡Santos cielos, dicen que llegó el…Rey! - exclamó el hombre de aspecto mayor y muy desarreglado. Llevaba puesto un casco de metal que le ocultaba su cabello rubio.

  Los otros se levantaron de inmediato tras oír al viejo. Una mujer de cabello castaño, recogido con una cola de caballo, vestido largo y desalineado; y el otro, un hombre que parecía un malvavisco tostado[o], vieron al niño. No tardaron mucho en bajar los tres y acercarse al pequeño.  

  -¡Oh!, pero si es el pequeño rey. – exclamó el viejo con gran alegría. – Es un placer conocerle, su majestad. Mi nombre es Hausser, el cabalga vacas de la zona; y soy el primer ministro del reino que se viene abajo.

  -Nuestro salvador ha llegado al fin. Era cierto lo que decían los rumores sobre usted, su excelencia. Es apuesto y chiquito, y ese pelo que tiene rizado y esos cachetes rojitos… – y rió en voz baja la mujer, como burlándose discretamente del aspecto del niño. –me llamo Verdi, y soy la ministra de registros del reino. Escribo todo lo que acontece en el reino se viene abajo desde que amanece hasta que anochece.  

  El gordito, impresionado por el tamañito del rey, no fue tan cordial como lo hicieron sus compañeros al presentarse. [p]

  -¿Un chamaco con cara de fruta es nuestro rey? – Dijo el hombre con desgano – Soy el ministro Liam, y mi trabajo en el reino consiste en supervisar los trabajos, desde el agricultor hasta el más caro de los oficios… -- y el ministro le apartó la cara -- aunque por su aspecto, no creo que sepa algo sobre el trabajo duro.

   El niño no solía hablar cuando los adultos los hacían. Era una norma que aprendió de su familia. Pero la presencia de aquellos hombres le impresionó. Mantuvo la boca bien cerrada. [q]

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