Ejemplo De Mesa Redonda
Enviado por pablinnn • 16 de Mayo de 2012 • 2.919 Palabras (12 Páginas) • 1.670 Visitas
LA FÓRMULA QUÍMICA DE CUPIDO
Presenta: Luis Enrique Quintero Calixto.
Est. De la carrera de Farmacoquimica Área Académica de Farmacia Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
luise_0806@hotmail.com
FACEBOOK: Luis Enrique Quintero Calixto.
La fórmula química de Cupido
Resumen:
Desde 1990, el estudio del amor recayó en manos de científicos como biólogos, bioquímicos, neuroquímicos y neurobiólogos. Hoy se sabe que en el sentimiento amoroso intervienen una serie de factores químicos que promueven una conducta explosiva llamada enamoramiento. Para poder conocer la química del amor, presentaremos un conjunto de eventos, denominado “La fórmula química de Cupido”, en cual tiene 4 etapas: tres de las cuales son comunes al amor y la amistad, y la última es exclusiva para el enamoramiento o amor erótico
Palabras clave: Amor, fórmula, neuroquímica, reproducción
Introducción
Cuando evolutivamente aparecieron los organismos sexuados, también se originó un problema: cómo los machos se iban a encontrar con las hembras para relacionarse sexualmente y perpetuar las especies. En los animales, los mecanismos de apareamiento y reproducción se han perfeccionado a tal grado, que han alcanzando una gran sutileza, ya que mediante una serie de señalizaciones químicas y sus respectivas estructuras receptoras logran acciones sumamente coordinadas y ordenadas en la propagación de las especies.
Los mecanismos de acercamiento y apareamiento en animales todavía no se conocen en su totalidad. Aún no se sabe con certeza sí son los mismos para los humanos, pero es obvio que compartimos ciertos caminos bioquímicos comunes, sobre todo con los grandes primates.
Para los humanos el mecanismo de perpetuación de la especie recibe otro nombre: amor, un fenómeno que inicia con un estado especial llamado enamoramiento. Por lo general cuando buscamos una definición de este estado emocional en un diccionario encontramos: “sentimiento apasionado hacia una persona de otro sexo, sentimiento que inclina el ánimo hacia lo que le place”, pero esta definición no nos saca de dudas. Sin embargo, sabemos que históricamente este sentimiento fue estudiado y nombrado por los antiguos filósofos griegos; enaltecido por los poetas y trovadores, especialmente en el siglo XII; y conocido en Europa como amor cortesano; un tipo de amor que unía a las personas más allá de la necesidad de procrear, del cual surge posteriormente el mito del amor romántico.
El estudio sistemático del sentimiento amoroso estuvo primero en poder de los antropólogos, después pasó a sociólogos y psicólogos. Algunos casos especiales de alucinación fueron trataron por psiquiatras, hasta que finalmente el estudio del amor recayó en los científicos como biólogos, bioquímicos, neuroquímicos y neurobiólogos.
Desde 1990 se separó el estudio del amor del de la sexualidad humana, —de la cual ya se conoce bastante—. En humanos es muy complicado el estudio del sentimiento amoroso, sin embargo se sabe que: hay varios tipos de amor (materno, filial, propio, religioso, enamoramiento, etc.); madura con la edad, es decir se va conformando un mapa mental amoroso con base en la edad y las experiencias; se manifiesta por medio de mensajeros químicos que se perciben en estructuras especializadas llamadas receptores, que generan respuestas químicas en cascada que son incontrolables y que promueven una conducta explosiva llamada enamoramiento. Actualmente se sabe también que en cierto momento el camino químico del amor es común con el de las relaciones amistosas.
Como se ve, las investigaciones científicas obligan a darle al amor dimensiones bioquímicas y genéticas.
Para poder estudiar la química del amor, llamaremos a este conjunto de eventos “la química de Cupido”, el cual tiene cuatro etapas, tres de las cuales son comunes al amor y la amistad, y la última es exclusiva para el enamoramiento o amor erótico.
10 Etapa: Primera impresión
Nuestros sentidos son la puerta de entrada para todo lo que ocurre fuera de nosotros, en el amor no hay excepción: una vez dentro, comienza la batalla química y hormonal. Encontrar a la persona que nos atraiga es el primer paso, y es también una responsabilidad que suele atribuirse al sentido de la vista. No en vano se afirma que “el amor entra por los ojos”; sin embargo, como también se dice “el amor es ciego”, ya que entra por las fosas nasales. Esta afirmación se debe al descubrimiento de sustancias, que atraen o repelen a ciertos animales, llamadas feromonas, moléculas de bajo peso, que son lo suficientemente volátiles y resistentes como para viajar por el aire distancias cortas en humanos o largas como en los animales.
Anteriormente se creía que los seres humanos no producían feromonas, hoy está comprobado que efectivamente las poseemos y que son secretadas principalmente por las glándulas sudoríparas de la axila y, sobre todo, por la piel de la entrepierna. La composición formada produce el llamado aroma humano y cada uno tenemos una combinación personal. Constantemente, los receptores olfativos del órgano vomeronasal del ser humano reciben diferentes mezclas de feromonas sin que le llamen la atención, hasta que el aroma de la persona adecuada comienza a ser inquietante en un proceso que no se registra racionalmente. La mezcla específica se distingue de las demás porque la señal en el receptor olfativo genera una agitación y se tiene la necesidad de buscar con la vista el origen de la perturbación. Cuando se tiene al blanco en la mira y se produce el contacto visual, una descarga eléctrica pone al cerebro en un estado especial que despierta a un conjunto de células en el sistema límbico, que secretan a su vez una sustancia conocida como feniletilamina (FEA).
20 Etapa: Atracción (primera fase neuroquímica)
La feniletilamina se esparce por todo el cerebro y orquesta el caos llamado amor. Inicialmente, provoca un estado de semi - inconsciencia, en el cual se suspenden todas las acciones cerebrales: la vista, que generalmente es periférica, se vuelve central, afocando como entre nubes al objeto causante del caos; se pierde el oído y, por ende, el habla; no hay sensación térmica en la piel ni equilibrio y se turba la coordinación de ideas y de movimiento. El cerebro juega trucos, al dejar de oír, sólo se distinguen sonidos internos, como las palpitaciones o los ruidos intestinales. Sin embargo, nuestro cerebro no puede quedarse así, todo el caos dura menos de un segundo (caeríamos por la falta de equilibrio), es momento de que el cerebro
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