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El Amor En El Quijote


Enviado por   •  5 de Marzo de 2014  •  370 Palabras (2 Páginas)  •  555 Visitas

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Don Quijote de la Mancha ha sido interpretado por la crítica como una historia de amor: la de don Quijote por Dulcinea del Toboso. Una historia abocada al fracaso desde el principio, ya que Dulcinea no era más que otro símbolo dentro del mundo creado por Alonso Quijano cuando decide ser caballero andante e ir por los caminos buscando aventuras.

El código de caballerías exigía tener una dama, y por eso, don Quijote la crea desde la única imagen de mujer que tiene en su memoria, una labradora vecina del pueblo de al lado, de la que había estado enamorado cuando era joven. Como se comprueba con las palabras de don Quijote, él es consciente desde el principio de la idealización de su amada, pero esto no parece ser impedimento porque, como le dice a Sancho, las damas eran idealizadas por los caballeros: “yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad” (1ª parte, capítulo 25) . Estas palabras ya nos vaticinan que será un amor frustrado, pues no es más que un amor inventado.

Una vez que Dulcinea ya existe, don Quijote está preparado para superar todas las pruebas que se le presenten. Una de ellas es la penitencia a la que se obliga en Sierra Morena, en un intento de imitar a los grandes caballeros andantes admirados por él. Esta penitencia que consiste en rezar, escribir versos en los árboles y dar volteretas medio desnudo, es uno de los episodios burlescos más divertidos de la novela, igual que la carta que le escribe a Dulcinea y que Sancho deberá llevarle, donde imita el lenguaje pomposo de las novelas de caballería que tanto había leído y que a continuación reproducimos:

“Soberana y alta señora:

El ferido de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia y si tu valo no es en mi pro, mal podré sostenerme en esta pena. Mi buen escudero Sancho te contará, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, de qué modo quedo. Si no quisieras socorrerme, acabaré mi vida.

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