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El Amor En El Quijote


Enviado por   •  14 de Noviembre de 2012  •  1.212 Palabras (5 Páginas)  •  575 Visitas

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Intentar decir algo relevante aún hoy sobre el Quijote de 1615 es en buena medida una tarea titánica. Nuestro humilde aporte se centrará en el análisis de las distintas soluciones que tanto Don Quijote como los demás personajes actualizan ante la turbulenta realidad de su época. Hacia 1610 ya es patente los primeros signos de agotamiento del ímpetu con que España se había impuesto como potencia hegemónica, merced a su desarrollo interno, los grandes descubrimientos y la política de los Austrias mayores. En distintos ámbitos las críticas y las advertencias de quienes veían a un ídolo con pies de barro se hacían oír. Ejemplo de ellos son los diferentes arbitrios que comienzan a surgir como respuesta a veces simplista de los problemas que aquejaban al reino. Sin embargo, este período de gran crisis no fue privativo de España sino que fue un fenómeno continental.

Es que el Renacimiento europeo desarrolló, como signo característico, una conciencia de la situación histórica de la humanidad que Panofsky refiriéndose a las artes plásticas llamó ¨ principio de disyunción ¨ que llevó al hombre renacentista a sentirse fuera de la cultura de la antigüedad aunque profundo admirador de ésta, de espaldas al Nuevo Mundo, con una realidad distinta, en una constante confrontación de horizontes existenciales e ideológicos. Por ello, el futuro se presenta para el hombre renacentista como ¨ una continuidad desgarradora ¨ en donde la correspondencia platónica ya no funciona. Tal es el desarrollo de esta tendencia que en el siglo XVII René Descartes propondrá un sistema filosófico donde sólo confiará en su propia existencia ya que es el único conocimiento cabal del mundo real que un hombre puede tener.

La idea de que no podemos reconocer la realidad si es que ella existe se ve reflejada también, en el Quijote; esta ¨ realidad oscilante ¨ en términos de Américo Castro se plasma en distintos niveles de la novela: en un nivel léxico, los objetos son nominados con distintos nombres sin que se defina que son en realidad, por ejemplo, la indeterminación que utilizan los personajes por cuestiones ideológicas claras como el conocido pasaje del yelmo de mambrino. Pero lo curioso es que también los narradores Cide Hamette Benengeli y el traladador la mantienen como por ejemplo en cuando Don Quijote espera a Sancho a las afueras del Toboso lo hace en una floresta, bosque o selva. También se evidencian cambios de posición de los personajes, omisiones como cuando no se cuenta al lector sobre la identidad de Maese Pedro.

Por otro lado, la separación de los personajes cuando Sancho parte a la ínsula Barataria hace que haya una alternancia a nivel narrativo, sin dejar de lado que según el punto de vista de cada personaje, las mismas situaciones oscilarán en cuanto a qué refieren.

La disputa iconoclasta puede ayudarnos a comprender la profundidad filosófica del tema ya que, desde la concepción platónica imperante hasta la modernidad, debe ser clara la relación del objeto con su representación. Para los iconoclastas el rechazo al culto de las imágenes consiste en que la imagen degrada al objeto porque la recubre de ¨ materiales ¨ impuros que ésta no posee. Por otro lado, para los iconófilos, las imágenes tienen pleno derecho de existir ya que nosotros mismos fuimos creados a imagen y semejanza del Creador, y por nuestro pecado original no constituimos imágenes puras de Dios tal como los ángeles sino que somos reflejo de la imagen del Padre que es Cristo encarnado. El argumento más fuerte que se utiliza es que el Hijo ha descendido a la Tierra para que nosotros pudiéramos conocerlo a través de los sentidos, y que esta evidencia fáctica

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