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El Conde Lucanor Cuento XXVI


Enviado por   •  15 de Marzo de 2014  •  1.317 Palabras (6 Páginas)  •  402 Visitas

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Cuento XXVI

Lo que sucedió al árbol de la Mentira

Un día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo:

-Patronio, sabed que estoy muy pesaroso y en continua pelea con unos

hombres que no me estiman, y son tan farsantes y tan embusteros que

siempre mienten, tanto a mí como a quienes tratan. Dicen unas mentiras

tan parecidas a la verdad que, si a ellos les resultan muy beneficiosas,

a mí me causan gran daño, pues gracias a ellas aumentan su poder y

levantan a la gente contra mí. Pensad que, si yo quisiera obrar como

ellos, sabría hacerlo igual de bien; pero como la mentira es mala, nunca

me he valido de ella. Por vuestro buen entendimiento os ruego que me

aconsejéis el modo de actuar frente a estos hombres.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo mejor y más

beneficioso, me gustaría mucho contaros lo que sucedió a la Verdad y la

Mentira.

El conde le pidió que así lo hiciera.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, la Verdad y la Mentira se pusieron

a vivir juntas una vez y, pasado cierto tiempo, la Mentira, que es muy

inquieta, propuso a la Verdad que plantaran un árbol, para que les diese

fruta y poder disfrutar de su sombra en los días más calurosos. La

Verdad, que no tiene doblez y se conforma con poco, aceptó aquella

propuesta.

»Cuando el árbol estuvo ya plantado y había empezado a crecer frondoso,

la Mentira propuso a la Verdad que se lo repartieran entre las dos, cosa

que agradó a la Verdad. La Mentira, dándole a entender con razonamientos

muy bellos y bien construidos que la raíz mantiene al árbol, le da vida

y, por ello, es la mejor parte y la de mayor provecho, aconsejó a la

Verdad que se quedara con las raíces, que viven bajo tierra, en tanto

ella se contentaría con las ramitas que aún habían de salir y vivir por

encima de la tierra, lo que sería un gran peligro, pues estarían a

merced de los hombres, que las podrían cortar o pisar, cosa que también

podrían hacer los animales y las aves. También le dijo que los grandes

calores podrían secarlas, y quemarlas los grandes fríos; por el

contrario, las raíces no estarían expuestas a estos peligros.

»Al oír la Verdad todas estas razones, como es bastante crédula, muy

confiada y no tiene malicia alguna, se dejó convencer por su compañera

la Mentira, creyendo ser verdad lo que le decía. Como pensó que la

Mentira le aconsejaba coger la mejor parte, la Verdad se quedó con la

raíz y se puso muy contenta con su parte. Cuando la Mentira terminó su

reparto, se alegró muchísimo por haber engañado a su amiga, gracias a su

hábil manera de mentir.

»La Verdad se metió bajo tierra para vivir, pues allí estaban las

raíces, que ella había elegido, y la Mentira permaneció encima de la

tierra, con los hombres y los demás seres vivos. Y como la Mentira es

muy lisonjera, en poco tiempo se ganó la admiración de las gentes, pues

su árbol comenzó a crecer y a echar grandes ramas y hojas que daban

fresca sombra; también nacieron en el árbol flores muy hermosas, de

muchos colores y gratas a la vista.

»Al ver las gentes un árbol tan hermoso, empezaron a reunirse junto a él

muy contentas, gozando de su sombra y de sus flores, que eran de colores

muy bellos; la mayoría de la gente permanecía allí, e incluso quienes

vivían lejos se recomendaban el árbol de la Mentira por su alegría,

sosiego y fresca sombra.

»Cuando todos estaban juntos bajo aquel árbol, como la Mentira es muy

sabia y muy halagüeña, les otorgaba muchos placeres y les enseñaba su

ciencia, que ellos aprendían con mucho gusto. De esta forma ganó la

confianza de casi todos: a unos les enseñaba mentiras sencillas; a

otros, más sutiles, mentiras dobles; y a los más sabios, mentiras

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