El Fin De La Locura

El fin de la locura se presenta como una novela en la que Jorge Volpi busca reivindicar una memoria que devino a partir del mayo francés en 1968 y que culminó con la caída del muro Berlín, la cual buscaba una transformación revolucionaria del sistema y que sirvió como punto de partida para crear un sinfín de ideas que determinaron la política mundial. La izquierda, la juventud, los intelectuales, los estudiantes y los movimientos políticos crearon una esfera teórica, que posterior a la caída de la Unión Soviética, revelo las contradicciones y los errores, transformándola, entonces, en un completo fracaso.

Sin embargo, también se presenta la memoria histórica del individuo: Aníbal Quevedo, psicoanalista mexicano, que por vicisitudes amorosas se ve orillado a deambular por la radicalidad del pensamiento francés y por la intelectualidad latinoamericana y europea. Volpi reconstruirá a través de Aníbal el discurso de la izquierda revolucionaria que al mismo tiempo se desarticularía por la violencia incalculable que se manifiesta en su gestación.

La locura y la juventud se encarnan en el propio Quevedo, sin embargo, es Claire quien se convierte en un artífice de la juventud que critica al sistema económico y político sin querer aprender y que Quevedo mira con abyección desde su postura liberal, “no me he vendido, pero hay demasiados cabos sueltos... debo actuar con prudencia. Ya no son los mismos tiempos de antes, Claire, cuando éramos jóvenes y creíamos en la revolución (…) debemos ser realistas.” De esta manera el liberalismo es concebido como una manera de maduración, personal y política, para Aníbal.

La lucha revolucionaria, la juventud: la locura busca la instauración de un sistema, sin embargo, no miran o asimilan la realidad. Se criticaba a los líderes del sistema, no obstante, se dejaba de lado que los líderes que enarbolan los intereses del nuevo sistema pretenden perpetrar y ocupar esos puestos de poder para lograr su consagración perpetua “Lo único que busca, como esos muchachos, es otro amo” .

El traslado de Aníbal a México, es el momento de encontrarse con su realidad, de mirar y asimilar todo lo que había aprendido, una manera de poner en practica lo que, hasta ese entonces, concebía como real. Sin embargo, esto es imposible, pues los intelectuales se han forjado leyendo y no se constituyó una cambio real, sino simplemente exegesis irrelevantes.

La personificación del intelectual, del representante de izquierda y, sobre todo, los revolucionarios se ve criticada de manera directa y sobre todo la falta representatividad que significaba para los que intentaban defender, “ustedes son los peores: viene unos días, se pasean entre nosotros presumiendo su bondad, creen que lo entienden todo y se largan muy satisfechos” . El desasociego de una intelectualidad, que a pesar de sus conocimientos, no sabía nada y mucho menos podía solucionar

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