Elogio A La Locura
Enviado por jalileth • 2 de Agosto de 2011 • 382 Palabras (2 Páginas) • 966 Visitas
comCapítulo III
No tengo por sabios a esos que consideran que el alabarse a sí mismo
sea la mayor de las tonterías y de las inconveniencias. Podrá ser necio si
así lo quieren, pero habrán de confesar que es también oportuno. ¿Hay cosa
que más cuadre sino que la misma Estulticia sea trompetera de sus
alabanzas y cantora de sí? ¿Quién podrá describirme mejor que yo? A
no ser que por acaso me conozca alguien mejor que yo misma. Sin embargo,
me creo mucho más modesta que esta tropa de magnates y sabios que,
trastrocado el pudor, suelen sobornar a un retórico halagador o a un poeta
vanilocuo y le ponen sueldo para escucharle recitar sus alabanzas, que no
son sino mentiras. El elogiado, aun fingiendo rubor, hace la rueda y
yergue la cresta, como el pavo real, mientras el desvergonzado adulador
equipara con los dioses a aquel hombre de nada y le presenta como absoluto
ejemplar de toda virtud, aun sabiendo que dista mucho de cualquiera de
ellas, que está vistiendo a la corneja de ajenas plumas, blanqueando a un
etíope o haciendo de una mosca elefante. En resumen, me atengo a aquel
viejo proverbio del vulgo que dice que «hace bien en alabarse a sí mismo
quien no encuentra a otro que lo haga».
Sin embargo, declaro que me asombra la ingratitud o la indiferencia
de los mortales, pues aunque todos me festejen celosamente y reconozcan de
buen grado mi bondad, jamás ha habido ninguno en tantos siglos que haya
celebrado las glorias de la Estulticia en un agradable discurso, al paso
que no han faltado quienes, a costa del aceite y del sueño, hayan
importunado con relamidos elogios a los Busiris, a los Falaris, las
fiebres cuartanas, las moscas, la calvicie y otras pestes semejantes.
Vais, pues, a escuchar de mí un discurso que será tanto más sincero
cuanto es improvisado y repentino.
Capítulo IV
No querría que creyeseis que lo he compuesto para exhibición del
ingenio a la manera que lo hace la cáfila de los oradores. Pues éstos,
según ya sabéis, cuando pronuncian un discurso que les ha costado
treinta años elaborar, y que más de una vez es incluso ajeno, juran que lo
han escrito, y aun que lo han dictado, en tres días, como por juego.
A mí siempre me ha sido sobremanera grato decir lo que me venga a la
boca. Que nadie espere de mí, pues, que comience con una definición de mí
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