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El Gibaro En La Capirtak


Enviado por   •  17 de Diciembre de 2014  •  1.159 Palabras (5 Páginas)  •  361 Visitas

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Mi amigo, que es labrador acomodado, tiene ya bastantes años; aunque los lleve con la salud y robustez de un joven. En sus buenos tiempos fue muy trabajador, buen jinete y bailador incansable; hoy es un viejo sesudo y de buen juicio, que que asi maneja todavía el arado, como sirve una plaza de concejal, y hasta la presidencia, en el ayuntamiento del pueblo. Hace algún tiempo le escribí diciéndole: que estaba delicado de salud y pensaba ir a pasar una temporada al campo. Nunca las señoras fueron amigas de salir de su casa; pero ya recuerdo la época lejana ya, en que se retrata empezaba en la Fortaleza; allí ocurrían muchas señoras y caballeros y de aquel punto iban paseando, por esta plaza y la calle de San Francisco, hasta la plazuela de Santiago, donde aun tocaba un poco de música.

¿Recuerdas como era esta plaza en el año 40? Perfectamente: su piso al nivel delo de las calles que la rodean, era el natural, arenoso; de suerte que pocas veces había lodo porque el agua se filtraba; pero en cuanto corría el aire, se levantaban nubes de polvo muy molesto. Pocos años después se cubrió con baldosas, colocadas en líneas cruzadas, de un metro de ancho cada una y que dejaba entre sí cuadrados empedrados con chinos pequeños. En tiempo el general don Juan de la Pezuela se levantó el piso a la altura que hoy tiene sobre las calles, y se construyeron las balaustradas, los asientos y demás obras.

El Gíbaro en el siglo XIX

En términos literarios e históricos, la importancia de El Gíbaro de M. Alonso radica en dos aspectos fundamentales. En primer lugar porque por medio de ella, M. Alonso persigue “perpetuar” nuestras costumbres e idiosincrasia como pueblo; en segundo lugar, porque a través de ésta realiza una radiografía de nuestras particularidades y problemas que nos aquejaban como pueblo motivada por las ideas reformistas que compartía con otros compatriotas como Román Baldorioty de Castro y Alejandro Tapia y Rivera, por ejemplo. Entre las tradiciones que más destaca están la gran cantidad de ferias y fiestas en San Juan, -muchas que actualmente han desaparecido-, la tradición de las peleas de gallos, que aún se mantienen en la isla, y los bailes de garabato, en otras palabras, la música jíbara-campesina.

Por otro lado, entre las cuestiones más sensibles que se tocan en El Gíbaro están el tema de la educación en la isla que, dado a la negativa de gobierno colonial español de que se fundase una universidad en la isla como la tuvo La Habana, según M. Alonso, impiden el avance cultural del pueblo puertorriqueño y, a su vez, demostraban la indiferencia que el gobierno colonial tenía hacia la isla. Prueba de esa indiferencia del régimen español incluso la resalta Salvador Brau, escritor del prólogo del segundo libro, es el haber permitido la publicación del libro aún cuando M. Alonso dice, independientemente de si era verdad o no, que para el gíbaro eran más importantes las galleras que las iglesias, cuestión que lo pudo haber metido en problemas con las autoridades coloniales y eclesiásticas. Es por esto que para M. Alonso era muy importante reivindicar la escolarización de la isla porque entendía que Puerto Rico no era menos que el resto de España. Toda esta argumentación la va constatando a través de la infinidad de casos que discute, como por ejemplo las peleas que se formaban entre los gíbaros en las fiestas de los pueblos, las peleas de gallo, o el alto desarrollo

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