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El Pais De Los Cuatro Pisos


Enviado por   •  18 de Agosto de 2012  •  8.378 Palabras (34 Páginas)  •  1.473 Visitas

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El país de los cuatro pisos de : José Luis González

Un grupo de jóvenes estudiosos puertorriqueños de las ciencias sociales, egresados en su mayor parte de

diversas Facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México y agrupados en Puerto Rico en el

Seminario de Estudios Latinoamericanos, me dirigieron hace poco (escribo en septiembre de 1979) la siguiente

pregunta: ¿Cómo crees que ha sido afectada la cultura Puertorriqueña por la intervención colonialista

norteamericana y cómo ves su desarrollo actual? Las líneas que siguen constituyen un intento de respuesta a

esa pregunta. Las he subtitulado "Notas..." porque sólo aspiran a enunciar el núcleo de un ensayo de

interpretación de la realidad histórico-cultural puertorriqueña que indudablemente requeriría un análisis mucho

más detenido y unas conclusiones mucho más razonadas. Con todo, espero que sean de alguna utilidad para

los miembros del seminario y para los demás lectores que las honren con su atención crítica.

La pregunta, como nos consta a todos, plantea una cuestión importantísima que ha preocupado y

sigue preocupando a muchos puertorriqueños comprometidos, desde diversas posiciones ideológicas, con

la realidad nacional puertorriqueña y naturalmente interesados en sus proyecciones futuras. Al empezar

a contestarla, me he preguntado a mi vez qué entienden ustedes -pues sin duda se han enfrentado al

problema antes de proponérmelo a mí- por "cultura puertorriqueña". Me he dicho que tal vez no sea

exactamente lo mismo que entiendo yo, y no me ha parecido arbitrario anticipar esa posibilidad porque

tengo plena conciencia de que todo lo que diré a continuación presenta el esbozo de una tesis que

contradice muchas de las ideas que la mayoría de los intelectuales puertorriqueños han postulado

durante varias décadas como verdades establecidas, y en no pocos casos como auténticos artículos de fe

patriótica. Trataré, pues, de ser lo más explícito posible dentro del breve espacio que me concede la

naturaleza de esta respuesta (que, por otra parte, no pretende ser definitiva sino servir tan sólo corno

punto de partida para un diálogo cuya cordialidad, espero, sepa resistir la prueba de cualquier

discrepancia legítima y provechosa). Empezaré, entonces, afirmando mi acuerdo con la idea, sostenida por numerosos sociólogos, de que en el seno de toda sociedad dividida en clases coexisten dos culturas: la cultura de los opresores y la cultura de los oprimidos. Claro está que esas dos culturas, precisamente porque

coexisten, no son compartimentos estancos sino vasos intercomunicantes cuya existencia se caracteriza por una constante influencia mutua. La naturaleza dialéctica de esa relación genera habitualmente la impresión de una

homogeneidad esencial que en realidad no existe. Tal homogeneidad sólo podría darse, en rigor, en una

sociedad sin clases (y aun así, sólo después de un largo proceso de consolidación). En toda sociedad

dividida en clases, la relación real entre las dos culturas es una relación de dominación: la cultura de los

opresores es la cultura dominante y la cultura de los oprimidos es la cultura dominada. Y la que se

presenta como "cultura general ", vale decir como "cultura nacional", es, naturalmente, la cultura

dominante. Para empezar a dar respuesta a la pregunta que ustedes me hacen resulta necesario, pues,

precisar qué era en Puerto Rico la -cultura nacional" a la llegada de los norteame ricanos. Pero, para

proceder con el mínimo rigor que exige el caso, lo que hay que precisar primero es otra cosa, a saber,

¿qué clase de nación era Puerto Rico en ese momento? Muchos puertorriqueños, sobra decirlo, se han hecho esa

pregunta antes que yo. Y las respuestas que se han dado han sido diversas y en ocasiones contradictorias. Hablo,

claro, de los puertorriqueños que han concebido a Puerto Rico como nación; los que han negado la existencia de la

nación, tanto en el siglo pasado como en el presente, plantean otro problema que también merece análisis, pero

que por ahora debo dejar de lado. Consideremos, pues, dos ejemplos mayores entre los que nos interesan ahora:

Eugenio María de Hostos y Pedro Albizu Campos. Para Hostos, a la altura misma de 1898, lo que el

régimen colonial español había dejado en Puerto Rico era una sociedad “donde se vivía bajo la

providencia de la barbarie"; apenas tres décadas más tarde, Albizu definía la realidad social de ese

mismo régimen como “la vieja felicidad colectiva". ¿A qué atribuir esa contradicción extrema entre dos

hombres inteligentes y honrados que defendían una misma causa política: la independencia nacional de

Puerto Rico? Si reconocemos, como evidentemente estamos obligados a reconocer, que Hostos era el que

se apegaba a la verdad histórica y Albizu el que la tergiversaba, y si no queremos incurrir en

interpretaciones subjetivas que además de posiblemente erróneas serían injustas, es preciso que

busquemos la razón de la contradicción en los procesos históricos que la determinaron y no en la

personalidad de quienes la expresaron. No se trata, pues, de Hostos versus Albizu, sino de una visión

histórica versus otra visión histórica. Empecemos, entonces, por preguntarnos cuál fue la situación que movió a

Hostos a apegarse a la verdad histórica en su juicio sobre la realidad puertorriqueña en el momento de la invasión

norteamericana. En otras palabras, ¿qué le permitió a Hostos reconocer, sin traicionar por ello su

convicción independentista, que a la altura de 1898 la debilidad individual y social que está a la vista

parece que hace incapaz de ayuda a sí mismo a nuestro pueblo"? Lo que le permitió a Hostos esa franqueza

crítica fue sin duda su visión del desarrollo histórico de Puerto Rico hasta aquel momento. Esa

visión era la de una sociedad en un grado todavía primario de formación nacional y aquejada de enormes

males colectivos (los mismos que denunciaba Manuel Zeno Gandía al novelar un "mundo enfermo" y

analizaba Salvador Brau en sus "disquisiciones sociológicas”). Si los separatistas puertorriqueños del

siglo pasado, con Ramón Emeterio Betances a la cabeza, creían en la independencia nacional y lucharon

por ella, fue porque comprendían que esa independencia era necesaria para llevar adelante y hacer

culminar el proceso de formación de la nacionalidad,

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