El Pequeño Vampiro
Enviado por klaryta • 31 de Marzo de 2014 • 505 Palabras (3 Páginas) • 237 Visitas
CAPITULO 1 La cosa en la ventana
Un sabado por la noche, aprovechando que sus padres salieron a comer, Anton se preparo para ver una pelicula policial. Como todavía no empezaba, se pudo a leer una novela de terror. A Anton le encantaba todo lo que tuviera que ver con el terror y los monstruos. En su pieza tenia por ejemplo un poster de King-Kong. Le dio hambre y fue a la cocina, cosa que no le gustaba hacer de noche. . ¡Odiaba el pasillo, con la lámpara eternamente rota que nadie reparaba! ¡Odiaba los abrigos que se balanceaban en el ropero y que parecían ahogados! Y ahora le daba miedo incluso la liebre disecada del cuarto de trabajo de su madre, a pesar de que otras veces a él le gustara tanto asustar con ella a otros niños.
Saco del refrigerador jugo de manzanas y queso y al llegar a su pieza no escucho el televisor encendido. Eso queria decir que algun ladron habia entrado a su pieza, penso.
Efectivamente, la TV estaba apagada. Llegó hasta su nariz un curioso olor enrarecido y a moho como el del sótano, y así como si se hubiera quemado algo. ¿Vendría de la televisión? Rápidamente retiró el enchufe. Probablemente se habían quemado los cables.
Entonces en la ventana vio que algo estaba sentado y lo miraba fijamente. Tenía un aspecto tan horrible que Antón pensó que iba a caerse muerto. Dos ojos pequeños e inyectados en sangre relampagueaban frente a él desde un rostro blanco como la cal; una cabellera peluda le colgaba en largos mechones hasta una sucia y negra capa. La gigantesca boca, roja como la sangre, se abría y cerraba, y los dientes, que eran extraordinariamente blancos y afilados como puñales, chocaban con un rechinar atroz. A Antón se le erizó el pelo y se le detuvo la sangre en las venas.
—¡Un vampiro! —gritó Antón.
Y la cosa contestó con una voz que parecía salir de las más lóbregas profundidades de la tierra:
—¡Sí, señor, un vampiro! —Y de un salto había entrado ya en la habitación, colocándose delante
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de la puerta—. ¿Tienes miedo? —preguntó.
El vampiro probo un dulce de Anton (un osito de goma) pero lo escupio y le explico a Anton: —¡Porque uno, como vampiro que es, tiene un estómago sensible, tonto! Lo dulce es veneno para nosotros.
—¿Eres ya viejo? —preguntó Anton.
—Viejísimo.
—Pero si eres mucho más bajo que yo...
—¿Y qué? Es que morí precisamente cuando era niño.
—Ah, vaya.
Con eso no había contado Antón.
—¿Y ya estás..., quiero decir, también tienes una tumba?
El vampiro reprimió la risa.
—Y puedes visitarme cuando quieras. Pero sólo después de ponerse el sol. Durante el día
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