Elena Jaeger
Enviado por Fefouuu • 29 de Octubre de 2013 • 1.075 Palabras (5 Páginas) • 213 Visitas
Mi nombre es Elena Jaeger Fuentes y tengo 47 años, hoy es 21 de Octubre de 1995, fecha en que se cumplen 25 años exactos desde la partida de él. Me produce mucha tristeza y cierta extrañeza, después de tanto tiempo y tanta agua que ha pasado debajo del puente, volver a hablar de la vida de Antonio a mi lado y obviamente considerar que ya no está aquí conmigo, de todas formas lo haré porque es importante para mí y mi memoria que ya no es la de veinticinco años atrás.
A Antonio Zambrano Schaffer le conocí a comienzos de 1973, cuando cursaba cuarto año de Derecho y Ciencias Jurídicas en la Universidad de Chile, carrera que yo también estudiaba con diferencia de dos años menos que él. Recuerdo que nos conocimos en uno de los tantos mítines que ese año organizó la Jota denunciando la sedición de los momios en contra del gobierno de Allende y que Antonio, como dirigente de las JJCC dirigía como orador ocasionalmente. En una oportunidad y tras finalizado uno de estos eventos, notó mi casi obsesiva mirada sobre él-realmente me hipnotizaba cada vez que tomaba la palabra- y se animó a saludarme e invitarme un café, que luego de un torpe saludo y una ansiosa respuesta de mí parte, accedí casi maravillada. Desde un primer momento notamos cierta química entre nosotros, ambos disfrutábamos de la buena literatura o los conciertos domingueros que ofrecían los grupos de la Nueva Canción chilena en Paseo Bulnes. Nos pasamos toda la tarde conversando sobre diversos temas, desde la contingencia política actual hasta el nombre de nuestras mascotas. A las siete de la tarde nos despedimos con el compromiso de volver a vernos después de clases al día siguiente, y él se dirigió hasta su apartamento ubicado en Teatinos con Compañía y yo tomé la liebre hasta la casa de mis padres, donde vivía, en Av. Matucana. Debo confesar que luego de esa tarde, confirmé mi admiración sincera por su persona y mi rotundo enamoramiento por Antonio. Estoy segura que a él le pasó exactamente lo mismo.
Para Junio de ese año, lo presenté a mi familia como mi novio. A mi madre le encantó la dulzura y sencillez de sus modales y al hablar. Mi padre por supuesto mantuvo la distancia por tratarse del primer novio de su única hija y por ser Antonio, según sus palabras, un “vende patria”-mi padre fue enemigo declarado de la UP- pero estoy segura que papá en el fondo lo quería por el amor y sinceridad que Antonio me irradiaba día a día. Nuestra relación, tras este episodio de “aceptación forzada” de mi familia-mi madre obligo a mi padre a aceptar a Antonio y lo quiso casi como un hijo- se volcó a una vorágine de sentimientos puros y promesas de amor eterno que se mezclaban en el seno de la construcción de una patria más justa e igualitaria. A mediados de Junio tomé la decisión de mudarme a casa de Antonio y en esas mismas fechas, él les pidió mi mano a mis padres en matrimonio y con ello quizá una de las más grandes alegrías de mi vida.
Nunca pensé que mi felicidad llegaría
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