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Emoiones


Enviado por   •  27 de Junio de 2014  •  Práctica o problema  •  1.976 Palabras (8 Páginas)  •  224 Visitas

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Emociones

El mundo de hoy vive en una constante clasificación que busca encasillar todo lo posible. Es un mecanismo que nos permite aceptar lo que consensualmente está bien y desterrar todo aquello que revista de un carácter negativo. Esto ha llegado al mundo emocional donde pareciera que aceptamos la existencia de emociones malas, de las cuales hay que alejarse y escapar para no ser dañados o afectados. ¿Son efectivamente malas las emociones?, ¿es conveniente sacarlas de nuestras vidas para que no nos afecten y nos dañen?, ¿qué oportunidades nos ofrecen esas emociones?

Somos seres lingüísticos, pensantes y racionales, lo que no implica la erradicación del mundo emocional. Muchas veces postergamos su reconocimiento pero, inevitablemente las emociones siempre están presentes. Nos es imposible, aunque quisiéramos, eliminar el mundo emocional de nuestro ser.

Convengamos que cuando hablamos decimos un texto, el cual según la emoción que lo acompañe, puede significar cosas completamente distintas. La frase “me caes bien” tiene significados completamente distintos si lo digo desde la alegría o desde la rabia, sin cambiar el texto. Esto nos muestra que el mundo emocional es relevante, interesante y siempre cotidiano. El hecho de ser emocionales y actuar motivados por ellas, es una característica clave de diferenciación con otros seres vivos y es donde se aloja la clave para comprender, la a veces compleja, acción humana.

¿Qué es una emoción?

Las emociones son miles y corresponden a una predisposición a la acción y están relacionadas con lo que nos motiva o mueve. Cuando queremos hacer algo son nuestras emociones las que nos activan a ello y por lo tanto, condicionan nuestros resultados. Por ejemplo, cuando tenemos pena es difícil que queramos salir a bailar, pero muy probable que queramos llorar, con rabia es posible que gritar o golpear la mesa estén más a la mano que en la ternura, donde surgen acciones cariñosas y amorosas de forma espontánea.

Esto nos demuestra que cuando vivimos un estado emocional ciertas acciones están más accesibles que otras. Es tal la fuerza a la acción que predisponen las emociones, que incluso bajo ciertos estados emocionales hay acciones que desaparecen completamente de nuestro repertorio; nadie se pondría a hacer bromas o contar chistes en un velorio y con miedo es muy probable que no logremos conversaciones relajadas y fluidas, que en una entrevista de trabajo puede ser vital.

¿Existen emociones Buenas y Malas?

El mito o creencia popular dice que sí, pero lo cierto es que no existen emociones buenas ni malas. Lo que sí sucede es que como sociedad hemos desarrollado ciertas explicaciones o juicios sobre las emociones que las han encasillado bajo esa clasificación. Existe un acuerdo implícito, un consenso, que ha atribuido una valoración positiva o negativa a diversas emociones. Por ejemplo, cuando vivimos la alegría es habitual que nuestro cuerpo reacciones con la risa, acción que es ampliamente aceptada y bienvenida. De hecho reír, es considerado una acción sana, un acto recomendable para la salud. La alegría no nos incomoda, nos hace sentir bien y por lo tanto, la aceptamos como buena. Nunca se ha visto que a una persona sonriente y de buen humor la gente se le acerque para preguntar qué le pasa, si está bien o que no se preocupe, que se va pasar…

¿No son las emociones, son los JUICIOS?

El ser humano se mueve en el hacer. Esto es promovido y bien visto. Ser activo es considerado bueno; trabajar, hacer ejercicio, cuidar bien de tus hijos, estudiar y ojalá todo al mismo tiempo, es señal de una buena vida y aceptado por la mayoría. Entonces, si las emociones nos mueven a hacer cosas, ¿por qué consideramos que existen emociones buenas y otras malas? La respuesta a esto es sencilla en la teoría, pero el hecho de hacerlo, es una confusión naturalmente humana; hemos fusionado la emoción con su explicación. Siendo más precisos, confundimos la emoción con el juicio que tenemos sobre ella al vivirla. Además, hemos desarrollado una clasificación de esos juicios que ha arrastrado a las emociones, llevándolas a una clasificación de buenas y malas que no les pertenece.

Por lo tanto, no son las emociones las buenas o malas, sino los juicios que se generan de ellas. Un ejemplo concreto para explicar esta clasificación consensual está en la relación alegría versus la tristeza. Cuando estamos frente a una persona alegre que ríe la motivamos, incluso es probable que se nos pegue, porque nuestro juicio le dio una valoración positiva, saludable y aceptable, por el contrario, frente a una persona que llora sacamos rápidamente un pañuelo, le decimos que va pasar, que no se preocupe, que no es para siempre, pero en el fondo, pedimos a gritos que pare de llorar! En el caso de los hombres, culturalmente, el machismo exige que se corte de raíz el llanto; alguna vez habrán escuchado; LOS HOMBRES NO LLORAN! El juicio asociado a la tristeza es que es mala, el llanto no es aceptado con facilidad, te arruga la piel, es poco saludable y, por lo tanto, negativo.

En ambos casos, alegría y tristeza, estas emociones nos llevan a hacer cosas. Esa es la función de la emoción. Si culturalmente hay acciones que aceptamos y otras no, no es responsabilidad de la emoción, sino que el juicio sobre la acción. Por lo tanto juicio y emoción son cosas relacionadas pero distintas. Llevando esto a una acción, revisemos el caso del robo; robar es malo a ojos de todo el mundo, sin embargo, en la historia de Robín Hood no se ve tan mal porque ayuda a los pobres. La acción sigue siendo mala, es el juicio el que cambia y acepta algo que considerábamos negativo.

¿Cómo trabajar las emociones valoradas como “MALAS”?

Al revisar las emociones y reconocer que son los juicios sobre ellas lo que nos confunde sobre lo bueno o malo de las mismas, se abre una gran oportunidad de poder valorar más su presencia y por lo tanto aprender de lo que nos vienen a decir y mover a hacer. Sin embargo, debemos reconocer

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