Ensayo De Etica Para Amador
Enviado por 3203575441 • 12 de Septiembre de 2013 • 3.372 Palabras (14 Páginas) • 1.404 Visitas
ENSAYO DE ÉTICA PARA
AMADOR
GISELA KARINA PATIÑO ORDOÑEZ
ÁREA DE ÉTICA
PROFESOR: MARCO TULIO
INSTITUCIÓN INSCOLTED
LETICIA – AMAZONAS
El libro comienza en una larga experiencia donde el expresándole al mismo universo como la relación entre padre e hijo, la más común de todas. Ha sido pensado y escrito para que puedan leerlo los adolescentes: probablemente enseñará muy pocas cosas a sus maestros.
Hay beses amador tenía unas ganas de contar muchas cosas y decía que él se las aguantaba, tranquilo, Comprendo que la paciencia de los hijos también tiene un límite, Además, no quiero que me pase lo que a un amigo mío gallego que cierto día contemplaba pacíficamente el mar con su chaval de cinco años.
El mocoso le dijo, en tono soñador: «Papi, me gustaría que saliéramos mamá, tú y yo a dar un paseo en una barquita, por el mar y el amigo sentimental se le hizo un nudo en la garganta justo encima del nudo de la corbata, los chicos debéis tener amigos de vuestra edad: amigos y amigas, claro.
Con padres, profesores y demás adultos es posible en el mejor de los casos llevarse razonablemente bien, lo cual es ya bastante. Pero llevarse razonablemente bien con un adulto incluye, a veces, tener ganas de ahogarle. De otro modo no vale. Si yo tuviera quince años, lo que ya no es probable que vuelva a pasarme, desconfiaría de todos los mayores demasiado «simpáticos», de todos los que parece como si quisieran ser más jóvenes que yo y de todos los que me diesen por sistema la razón.
Ojo con ellos! Algo querrán con tanta zalamería. Un padre o un profesor como es debido tienen que ser algo cargantes o no sirven para nada. Para joven ya estás tú. A un padre soltando el rollo filosófico hay que estarle mirando a la jeta, mientras se pone cara de cierto interés y se sueña con el liberador momento de correr a ver la tele. Como la mayor parte de lo que voy a decirte tiene mucho que ver precisamente con la libertad, es más propio para ser leído que para ser escuchado en sermón.
Tendrás que prestarme un poco de atención (aproximadamente la mitad de la que dedicas a aprender un nuevo juego de ordenador) y tener algo de paciencia, sobre todo en los primeros capítulos. No he querido ahorrarte el esfuerzo de pensar paso a paso ni tratarte como si fueses idiota. Soy de la opinión, que no sé si compartirás, de que cuando se trata a alguien como si fuese idiota es muy probable que si no lo es llegue pronto a serlo.
¿De qué me propongo hablarte? De mi vida y de la tuya, nada más ni nada menos. 0 si prefieres: de lo que yo hago y de lo que tú estás empezando a hacer. En cuanto a lo primero, a lo que hago, quisiera contestarte por fin a una pregunta que me planteaste a bocajarro hace muchos años -ya ni te acordarás- y que en su día quedó sin respuesta. Perdona por esta coercibilidad es que confidencial, que estás pensando contesta cualquier bobada. Porque no era el caso de empezar a explicarte que intentaba escribir un libro de ética.
A ti no te interesa de lo que la ética es capaz, y tan bien no eras capas de prestarme atención en durante estos tres minutos quizás tú me arias pensar que tu estuvieras hay, como si yo lo pudiera olvidar de una vez, pero ya te llamaban los otros tú ya ibas corriendo Yo seguí maquinando dale que te pego y es ahora, casi diez años más tarde, cuando me decido por fin a darte explicaciones sobre esa cosa rara, la ética, de la que me sigo ocupando.
Te acuerdas que me contaste que avías tenido un sueño un entonces no te acuerdas, a pues que estabas en un campo muy oscuro y como era de noche soplaba un viento terrible te agarrabas de piedras y el huracán te arrastraba sin remedio igual que a la niña del mago de oz.
Cuando ibas zarandeado por el aire, hacia lo desconocido, oíste mi voz a un que tu no me veías pero sabía que eras tú, precisaste diciendo ¨ten confianza ten confianza¨ No sabes el regalo que me hiciste contándome esa rara pesadilla: ni en mil años que viva podría pagarte el orgullo de aquella tarde en que supe que mi voz podía darte ánimos.
No son más que repeticiones de ese único consejo una y otra vez: ten confianza. No en mí, claro, ni en ningún sabio aunque sea de los de verdad, ni en alcaldes, curas ni policías. No en dioses ni diablos, ni en máquinas, ni en banderas. Ten confianza en ti mismo. En la inteligencia que te permitirá ser mejor de lo que ya eres y en el instinto de tu amor, que te abrirá a merecer la buena compañía.
Ya bes que esto no es una novela para leer quien es el criminal, tengo tanta prisa que estoy Quizá sospeches que estoy tratando de comerte el coco y en cierto sentido no vas desencaminado. Verás, muchos pueblos antropófagos abren -o abrían- el cráneo de sus enemigos para comer parte de su cerebro, en un intento de apropiarse así de su sabiduría, de sus mitos y de su coraje. En este libro estoy dando de comer mi propio coco y pues hay a provecho de comer de tu propio coco.
No sé si sacarás mucha pitanza de mis sesos: quizá sólo unos bocados de la experiencia de un príncipe que no todo lo aprendió en los libros. Por mi parte, quiero apropiarme a mordiscos de una buena porción del tesoro que te sobra: juventud intacta. Que nos aproveche a ambos.
Hay ciencias que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ganarse con él la vida, pues si no sientes curiosidad y necesidad de los estudios pueden prescindir tranquilamente de ellos, Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de astrofísica ni de ebanistería, que a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha.
Conoces las reglas del fútbol pero estás bastante pez en béisbol, Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida.
Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los faquires!) y ácido prúsico no permite llegar
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